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Rubén siempre marca en el Gran Canaria. Allí sumó y sumó goles para ser reconocido como el máximo goleador de Segunda División el primer año que el representativo domicilió allí su morada. Allí es donde eleva su prestigio cada vez que lo visita. Siempre marca.
Rubén ha visitado el Estadio de Gran Canaria en cuatro ocasiones como foráneo. Justo cuando su carrera, de ínfimo perfil hasta entonces en Primera División, le hizo dar un paso atrás para tomar carrerilla en Huesca. Gol. Luego lo hizo con el Rayo. Gol. Por último, con el Betis, en el partido más hermoso del último lustro en el Gran Canaria. Gol. Así hasta ayer, donde recibió un balón filtrado, escorado a la izquierda, con el peso del cuerpo acompañando su sutil disparo con la derecha ante un estático e impotente Barbosa.
A Rubén se le recibió con ira cuando Pepe Mel decidió su ingreso con una decena de minutos de la segunda mitad agotados y Las Palmas en pleno estirón sobre Casto. Él, recatado, agachó la cabeza y avanzó por la hierba. No se han cerrado las heridas aunque hayan pasado ocho años. El 13 de junio de 2004 se despidió del Estadio de Gran Canaria, traspasado al Deportivo de La Coruña junto a Momo, la grada le acusó de desafecto por la causa cuando su venta fue un hecho. «Rubén, machote, recoge chapapote», impelían los solo 3.888 espectadores que fueron al Gran Canaria aquella infame tarde, con el equipo descendido a Segunda B. Rubén, a diferencia del protocolo con el que ayer actuó, contestó con sus manos sobre sus testículos.
Hoy ha madurado. Su carrera en la cúspide. Máximo goleador español en Primera División y hombre innegociable para Pepe Mel, que reclama selección para el de La Isleta, próximo a la treintena. El Gran Canaria emitió su juicio crudo; Rubén manifestó de nuevo su elegancia sobre un terreno de juego.
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