La cultura, entre el ocio y el reclamo alternativo al 'sol y playa'
El Gobierno canario apuesta por utilizar la cultura para afianzar la oferta turística del Archipiélago. Algunos expertos exponen los posibles errores y peligros de este planteamiento
Quizá el mayor problema que surge a la hora de abordar la relación entre Cultura y Turismo es saber de qué se habla cuando se dice cultura. Si solo la entendemos como espectáculos musicales, danza, teatro, museos o galerías de arte y monumentos y patrimonio histórico o, si, como dice el viceconsejero de Cultura y Deportes, se define más «transversalmente» y se incluye la gastronomía, el paisaje o todo lo que sea susceptible de retratarse en una postal. Canarias no tiene pirámides, tampoco es una región de cultura exótica, al fin y al cabo, somos tan europeos como los alemanes, los italianos o los franceses. Nuestra historia no aparece en los manuales en los que sí se estudia la Roma clásica, la polis griega, la Berlín nazi o la bohemia de París. Y aunque se sume toda la oferta de ocio de las islas durante la próxima década no se podría ofrecer una «temporada cultural de otoño» como la que acaba de presentar Londres, a golpe de talonario, pero también, y he aquí una diferencia notable, gracias a una tradición centenaria. ¿Fortalece el destino turístico la oferta cultural? A juicio del director de El Museo Canario, Diego López, habría que distinguir, primero, si se refieren a «establecimientos estables como museos, acuarios y estas cosas que están pensando o por actividades que se organicen tipo el Festival de Benicàssim para un público determinado». Si es lo primero, López pide cuidarse de esos museos «de pacotilla montados en tres meses». También habría que ver cómo otros centros, con más solera, podrían atraer al público foráneo. «¿Quién va a ir a la Casa Museo León y Castillo (por ejemplo) si no lo conocen?», se pregunta. Otra cosa es la Casa de Colón -cuyo nombre aparece en los textos educativos de todos los idioma-. En el caso concreto de El Museo Canario, López cree que está destinado a «un público más culto, que se mueve para ver todos los museos y que también le llama la atención un museo arqueológico». Pero el resto de los turistas, añade, «es de solajero y poco más», y ese «poco más», añade, puede referirse a atracciones como Loro Parque y similares. Por la experiencia con el centro de Vegueta este tipo de ofertas no llama «al turismo de masas». Es más, «tenemos convenios con agencias de viaje y vienen, claro, pero en general me comentan que los turistas cogen las excursiones más baratas. Vienen del Sur a conocer la ciudad, se pasean por la plaza de Santa Ana, se hacen la foto delante de la Catedral y no pagan ninguna entrada», añade. ¿Y el famoso turismo de cruceros? «Están aquí unas horas. En general hacen un recorrido por Bandama y poco más, no tienen tiempo para ir a museos y si siguen con el acuario se bajarán a verlo y volverán al barco, y entonces, olvídate de Vegueta». Si de lo que se trata es de la cultura como «identidad», expresión que utilizó la consejera canaria de Turismo, Cultura y Deportes, María Teresa Lorenzo, la cuestión a responder es «qué identidad». Ese es el planteamiento de Antonio Santana profesor del departamento de Geografía de la ULPGC. El experto, autor de varias publicaciones al respecto, señala cómo la emergencia turística y la presencia de británicos y alemanes en las islas coadyuvó a «construir» una especie de «decorados» para foráneos. Santana cita el oasis de Maspalomas, un intento, dice, «de evocar el paisaje de las colonias africanas» en Gran Canaria. «Son escenografías turísticas» que causan problemas, añade, cuando se confunde con algo «identitario». Es, continúa Santana, como cuando ves una película «cuando ésta acaba no te identificas con ella. El asunto es que, a veces, por la intervención política, esa imagen de diseño se asume como identitaria». Santana cita un caso que ha investigado con esmero: la alfarería de La Atalaya de Santa Brígida. A principios del siglo XIX dicho pago «se convirtió en un enclave que atrajo la atención de numerosos científicos, viajeros y turistas que, cada vez en mayor número, comenzaban a visitar Gran Canaria». Entre aquellas gentes, en su mayoría provenientes de Fuerteventura, que vivían en cuevas y pasando calamidades económicas. «En apenas unas horas, aquellos pioneros de la actividad turística en la isla podían imbuirse, sin gran esfuerzo y con poco riesgo para su seguridad, en la vida primitiva y ruda de un auténtico hábitat troglodita. Allí contemplaban, además, la elaboración de piezas cerámicas a mano, sin el uso del torno, a sus ojos, una reminiscencia aborigen. Se trataba de una experiencia buscada por un público europeo fascinado por todo lo que representaba aquel mundo primitivo». Según Santana resulta «interesante» conocer «la imagen que gestaron los alemanes y los ingleses de los canarios. Para estos últimos los isleños eran salvajes y rudos, para los alemanes eran buenos salvajes». El decano de la Facultad de Geografía e Historia de la ULPGC, Gerardo Delgado, suma una perspectiva más al binomio cultura y turismo. «El turismo cultural, desde la perspectiva universitaria, está vinculado al patrimonio y al conocimiento. Lo otro es espectáculo, show. El turista que va a esta oferta es el mismo que llega buscando sol y playa y se le proponen nuevas fórmulas de ocio y deportes acuáticos. Pero eso no sería turismo cultural porque no está aprendiendo nada de la sociedad que visita», explica Delgado. En este sentido, añade el decano, la oferta cultural «es un agregado para enriquecer un destino para los turoperadores, pero ahora mismo el sol y playa es intocable». El problema, como se ha vivido en otras zonas, y Delgado cita el mercado de Barcelona, es que la falta de planificación pasa factura. «Hubo un momento en el que no se sabía si estabas en un mercado o en un espectáculo. Se hizo un pastiche, una mezcla que hizo que se perdiera la actividad comercial. Nadie quería ir a comprar y los vendedores no podían vender, explica el experto. El error, añade, consiste en que «no se consulta a los ciudadanos o a las comunidades locales, que van a ser quienes van a recibir a ese turista. Además, muchas veces -continúa- quienes sacan provecho económico no es la población residente, sino los turoperadores». Por eso, añade Delgado, «todo esto requiere pensarlo, hacer un plan estratégico». «El turismo de sol y playa fue un impuesto (natural) y la inercia de la actividad internacional nos ha puesto límites», señaló en relación a la competencia con otras zonas. Por eso, señala, «hay que anticiparse, promover iniciativas comunes entre empresarios, comunidades locales y turoperadores para que sea algo sostenible y duradero, que no impacte en las sociedades». Para el productor Juan Salan la combinación de turismo y cultura, entendida esta como espectáculo, hacen buena pareja. En el caso que le toca, explica, aún más, pues si bien los extranjeros no acudirían, en general, a una representación teatral porque son en español «la música es un lenguaje más universal». Pero a su juicio, «es importante aunar esfuerzos institucionales y privados. A veces la programación institucional está encorsetada». Con todo, habría que recordar que no se disponen de datos que avalen la afluencia de turistas a espectáculos organizados en las Islas salvo en contadas ocasiones. El Pérez Galdós, cuando reabrió en 2007, esperaba atraer a toda una «masa» de wagnerianos porque había programado El anillo al completo en el orden «correcto», con los descansos de reglamento y bajo la batuta de una estrella del podio. Aquella apuesta costó millones de euros y sólo se logró que viajara una decena de abnegados wagnerianos. «Falta información», señala Salan como el mayor hándicap para que ese maridaje funcione. «Hay que organizarse mejor para conseguir canales de comunicación para que los foráneos se enteren de lo que se programa», añade. Pero las campañas de promoción que viene realizando el Festival de Música de Canarias, que incluso se ha presentado en la Feria Internacional de Berlín, tampoco parecen demostrar que atraiga al «turismo cultural» en masa. En ocasiones la repercusión de un evento y su éxito se mide por el número de impactos en la prensa nacional e internacional. «El festival x ha logrado un impacto de tanto millones de euros», es un titular habitual de las notas de prensa. Pero la técnica de márketing no trabaja a bulto. Por ejemplo, si se quiere atraer al turismo ruso ¿no sería más lógico anunciar el sol y playa en el Dinamo de Kiev en lugar de conformarse con una noticia en la revista de una aerolínea nacional? Para la directora de la Cueva Pintada, Carmen Rodríguez, hay que tener en cuenta una variedad de factores cuando se aborda el binomio turismo y cultura. «La atracción que va a ejercer Canarias sobre el turismo de fuera nunca será por la cultura, sino por su buen tiempo», sentencia tras la experiencia del yacimiento que dirige. Sin embargo, añade, tal vez se podría aprovechar a ese «turismo de sol y playa que quiere dar un barniz cultural a su viaje. A lo mejor quiere salir por las tardes. o si el día está nublado...». Pese a ello, a su juicio, existen varias cuestiones que achantan al visitante extranjeros, como «las distancias desde los principales centros turísticos hasta donde están ubicados los recursos culturales». Pero en el fondo, confiesa Rodríguez, incluso para las agencias de promoción, el patrimonio cultural de centros históricos queda en un segundo plano, algo que quizás se entienda porque el objetivo del turismo es ganar dinero y el de la cultura es otro. «La relación entre cultura y turismo es siempre desigual y hay que asumirlo. La razón es sencilla: las escalas en las que se mueven (presupuestos, volumen de negocio, prioridades, sectores implicados...) son radicalmente distintas. Además... ¿para qué engañarnos? En el archipiélago canario el atractivo del clima, el factor de estabilidad sociopolítica de este territorio, las playas, el mar... son rivales demasiado potentes, más aún para un turismo que procede mayoritariamente de Europa, en donde los espacio patrimoniales son enormemente significativos», señalaron recientemente Rodríguez e Ignacio Sáenz en la ponencia El liderazgo cultural en la gestión turística del Museo y Parque Arqueológico Cueva Pintada que presentaron en las 3ª Jornadas de debate del Museo de Prehistoria de Valencia. Sin embargo, reivindican lo que desde la cultura se puede aportar: Identidad. Evidentemente, Rodríguez no se refiere a la identidad «inventada», o a los parques temáticos culturales. ¿Pero será suficiente una ruta arqueológica para situar a Canarias como destino cultural? Hace unas semanas, Canarias perdió los cruceros de la compañía MSC. La naviera no demandó un museo de bellas artes para quedarse. Ni que se construyera un teleférico en Tejeda o un tobogán desde la Cumbre. Ni siquiera pidió dos festivales de música y cuatro sinfónicas de Chicago, o que se rodaran dos películas nepalíes en las islas o se construyeran cinco fundaciones dedicadas a otros tantos artistas universales. Se fueron porque cayó el bloqueo a Cuba, lo que les permite acceder a un destino nuevo, exótico e inexplorado que además tiene como joya de la corona al comandante Fidel y su inseparable chándal.