Entre los abrazos de unos y el malestar de otros. Así se sigue escribiendo la crónica diaria en los aeropuertos canarios -como en el resto de las terminales españolas en las que opera Spanair- desde que el viernes la aerolínea dejó en tierra sus aviones. Los abrazos de quienes, tras una larga espera, ven llegar a sus familiares o amigos; y el malestar de quienes tenían que viajar y no han podido hacerlo, o, en el mejor de los casos, se ven obligados a un desembolso extra para viajar en otra compañía. Y eso si tienen suerte de encontrar billete.
Entre los primeros destacan los familiares del grupo de alumnos del IES Aguañac, que el viernes se quedaron literalmente tirados en El Prat, en Barcelona, al suspenderse los vuelos y que ayer, tras día y medio de gestiones y tensa espera -viaje por carretera a Madrid incluido-, pudieron volver a Gran Canaria. En circunstancia similar se encontraban otros alumnos de un instituto de Barrial, en Gáldar, que también regresaron ayer a casa.
Las reclamaciones de los pasajeros afectados por el cierre de Spanair se siguen produciendo en el aeropuerto de Gran Canaria de manera continuada, pero sin colas como las que hubo a primeras horas de ayer y en algunos momentos de anteayer, informaron a la agencia Efe fuentes de Aena. Las oficinas de Spanair cerradas siguen atrayendo a los pasajeros afectados para informarse en los carteles de su situación, y también la de información de Aena, que, desde la tarde noche del viernes, no para de atender a los que se han quedado sin billete y quieren recuperar su dinero y buscar un vuelo nuevo.
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