El regreso del adiós a Gelu Barbu
No saben cuánto lo he sentido, y eso que conocía lo malito que estaba y lo mal que lo pasaba, pero la noticia de su fallecimiento me cogió de sorpresa y en medio de la vorágine cotidiana que nos insensibiliza y nos aleja de tantas personas y cosas de las que desearíamos estar mucho más cerca, como en los tiempos y momentos felices de otras épocas. Para una gran mayoría Gelu Barbu, por desgracia, había desaparecido hace ya tiempo, pero su fallecimiento, así es la vida, nos lo devuelve con toda la fuerza de su grandeza, de la tarea y el legado que dejó a su isla de adopción. Tuve la gran suerte de contar con su amistad y afecto, su labor en Gran Canaria, de la que hizo su casa, es impagable, por lo que ahora sólo me queda desearle que las sendas de la eternidad le acojan tan favorablemente como él nos acogió y trató a nosotros, y en ellas, por fin, descansar en paz. Gran Canaria tuvo la inmensa suerte de que aquí llegara e hiciera de esta isla su hogar y su familia; su aportación aún no se ha resaltado en toda la trascendencia que ha tenido, pero creo que se puede hablar en la danza isleña de un antes y un después de su presencia. No se trata solamente de valorar y contabilizar como consecuencia de su trabajo y su magisterio en el orbe insular de cuantos nuevos artistas de la danza se proyectaron hacia horizontes hasta esos momentos insospechados, que fueron muchos, destacados y en ámbitos señeros como el Ballet Nacional en Madrid, sino de reconocer y agradecer la importancia que su pasión por la danza y el magisterio que aquí ejerció contribuyó de forma eminente a aumentar significativamente y a enraizar de forma fecunda el gusto, la afición y el interés por la danza clásica en la sociedad insular, a través de muy diversos ámbitos, que en pocos años pasó a ser una expresión cotidiana y característica en el orbe cultural isleño, en el que ya la Academia de Danza Gelu Barbu es todo un santo y seña en el ámbito cultural grancanario de la segunda mitad del siglo XX. A Gelu lo vimos con la danza y con sus alumnos en su academia, en el Teatro Pérez Galdós, especialmente en aquellas inolvidables veladas de fin de curso que tanto significaron para la difusión de este arte que también representaba y transmitía, en los escenarios de muchas otras localidades isleñas, pero también lo encontramos entusiasmado con las más diversas iniciativas de difusión cultural a las que no dudaba en sumarse constantemente consciente de la importancia que la cultura y el arte tenía para el progreso de Gran Canaria y de sus gentes, como tampoco se arrugó, ni se echó para atrás, cuando debió sumarse, como un grancanario mas, en muy numerosas reivindicaciones trascendentales para su isla como la de una universidad para Las Palmas. Ahora, cuando ya transita merecidamente las senda más dignas de la eternidad, estoy seguro que nos lo encontraremos en el recuerdo agradecido de la inmensa mayoría de los grancanarios, en los espacios conmemorativos de una ciudad que se honró haciéndolo, como no podía ser de otra forma, hijo adoptivo suyo, como muchos artistas aquí lo son de él. Gelu Barbu y Las Palmas de Gran Canaria dos nombres que ya son parte ineludible en su historia.