El hombre que vio crecer a un gigante
Lunes, 10 de enero 2011, 13:13
Juan Ramírez Betancor, con más de setenta años a cuestas, confiesa tener cuatro amores: su mujer, sus hijos, sus nietos y la presa de Soria, de la que sigue siendo su guardián. Desde antes del inicio de las obras del embalse, en 1962, su vida ha girado en torno a esta gigantesca maravilla de cemento.
Desde las siete de la mañana se le ve deambulando por el muro del embalse, camino de la cabina de control donde mide la altura que el agua de la lluvia ha ido marcando en la presa de Soria. Después baja las interminables escaleras que conducen a las galerías donde están las llaves que permiten salir el líquido hasta los cultivos del Sur de la Isla.
Juan Ramírez Betancor, el guardián de la presa, está ligado a ella desde que era apenas un proyecto nacido en la mente de Alejandro del Castillo, conde de la Vega Grande de Guadalupe, a finales de los años sesenta. Recién salido del cuartel y ya casado, Juan entró a trabajar en los cimientos del embalse a cargo del cemento que iba fraguando y que venía de la planta de Arguineguín, cuya construcción se debió precisamente a la necesidad de material que iba a requerir la gigantesca obra, trabajaba en turnos de doce horas, de siete de la mañana a siete de la tarde, con una hora para un almuerzo que hacía en el propio tajo para evitarse la subida de la empinada cuesta hasta una casa que le hizo la misma empresa constructora.
Ramírez es hombre cauto, socarrón y con retranca al que no le gusta en exceso hablar de lo que sabe de una presa que considera como algo suyo y de la que cuida con celo y esmero. Si hay algo que le saque de quicio es que alguien le pregunte que qué pasará el día que este gigante con capacidad para almacenar 32.000.000 millones de metros cúbicos de agua se llene hasta el límite de los 120 metros, más dos del rebosadero, que tiene su muro. Se enfada muchísimo y entonces sí cuenta cómo se hizo una obra que propició de paso que la carretera se prolongara desde Cercados de Espino hasta los barrios de Barranquillo Andrés y Soria, allá por el año 1960.
Juan recuerda que las obras empezaron en 1962, una vez instalada la machacadora que molía la piedra procedente de la zona de El Caidero, lo que algunos llaman ahora Cascada Bonita y que deja caer el agua que rebosa de Las Niñas hasta Soria. Dice que trabajaron unos cuarenta hombres y que se empleó mucho cemento y piedras muy pequeñas. Terminó la obra en el año 1972.