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"El Comandante no se merecía esto"

"El Comandante no se merecía esto"

Jueves, 16 de julio 2020, 11:03

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A diferencia de las previsiones generadas, la plaza de la Revolución ni de lejos cubrió toda su capacidad, que ronda el millón de personas, según estimaciones populares, en el día grande con el último homenaje de masas a Fidel Castro. Todo se había preparado el martes a las 19.00 horas para que, con una concurrida presencia de dirigentes internacionales, con el rey Juan Carlos en representación de España, la emblemática explanada en el corazón de La Habana escenificara la reafirmación patriótica y de fidelidad al Comandante con la que se ha venido insistiendo desde el anuncio de su muerte. Horas y horas ininterrumpidas en la televisión desde el Sistema Informativo de la Televisión Cubana, emitiendo durante las 24 horas motivos alusivos a Fidel, o la consigna, insalvable, en todos los centros de trabajo de personarse en esta convocatoria, con férreos controles de asistencia obligatoria, no bastaron para colmar el punto neurálgico de la isla. Ni siquiera bastó que se fletaran cientos de guaguas gratuitas. «Aquí he visto más gente un 26 de julio, conmemoración del asalto al Moncada, o un Primero de mayo, día del trabajador, que hoy. ¡Qué pena! Nuestro Comandante no se merecía esto», susurraba José Antonio Larrinaga, un habanero que, antaño, también estuvo presente en los apoteósicos discursos fidelistas que, matiza, «sí ponían esto hasta arriba». Tampoco colaboró el protocolo del acto, con larguísimos monólogos de dirigentes políticos internacionales (algunos en inglés, con traducción simultánea) que convirtieron una noche llamada al recogimiento en una sucesión de mítines propagandísticos, derivando, incluso, en alusiones solapadas a Estados Unidos. Tedio absoluto y bostezos generalizados. Por si fuera poco, las deficiencias organizativas fueron evidentes: el tránsito de tráfico por la capital fue un caos por las numerosas restricciones que no se anunciaron y provocaron fuertes retenciones. Y ya en la Plaza de la Revolución, la ausencia de medios técnicos para facilitar la audición y visibilidad era evidente. Apenas dos pantallas, además muy centradas, y ausencia casi total de altavoces o amplificadores. Resultado: grupos de asistentes desorientados, sin posibilidad de enterarse de lo que estaba ocurriendo y, al poco rato, estampida en masa. La imagen de cientos de personas abandonando la Plaza en pleno acto solemne fue el fiel reflejo de lo que deparó un acto llamado a todo lo contrario. Mientras el político de turno se perdía en sus consideraciones, ininteligibles para la mayoría, la preocupación de numerosos cubanos era regresar a casa por anticipado. Como José Antonio, nefrólogo de profesión y que no ocultaba su desencanto. «Si lo sé me quedo en casa. Ha sido una chapuza enorme. No se veía nada, no se oía nada... Casi que te tenías que imaginar lo que pasaba porque ni estando allí ni te enterabas. Me apena muchísimo que hayan convertido un homenaje a Fidel en una noche para olvidar», sentenció compungido.

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