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DRAE: la palabra 'choni' tendrá que esperar

Jueves, 16 de octubre 2014, 13:05

Si todo sale como está previsto, hoy será presentada la 23.ª edición del Diccionario de la lengua española (aunque no se usa, DLE), aquel que tradicionalmente se conoce con la sigla DRAE (Diccionario de la Real Academia Española). Con este acto se cierra el ciclo que conmemora el tricentenario de tal institución fundada en 1713.

Una de las primerísimas tareas que se impuso la recién creada RAE fue la publicación de un riguroso libro de consulta (Diccionario de la lengua castellana) capaz de explicar el verdadero sentido de las entradas o voces al uso casi siempre en España. Y para revestirlas de la máxima potestad, después de las definiciones se dan a conocer citas de autores que las usaron en su obra: de ahí que se llamó Diccionario de Autoridades (17261739), es decir, norma culta. Apareció en seis volúmenes precisamente porque no solo incluye las definiciones de las palabras, sino que a estas les da categoría y condición de vocablos cultos por su presencia en pasajes de escritores españoles consagrados.

La Universidad de La Laguna cuenta entre sus joyas con los seis ejemplares de aquella primera edición los cuales, allá en mis años de estudios, tuve el privilegio de manejar para un trabajo de investigación. Eso sí, previo visado del doctor Trujillo Carreño (facultad de Filosofía y Letras) y de uso obligatorio en una mesa muy cercana a la del bedel que atendía la biblioteca general. A la vez, de cuando en cuando echaba un ojo hacia donde yo estaba sentado. Y lo hacía para velar por aquella reliquia cuyas hojas, al ser desplazadas con la mano, emitían un sonido muy definidor, cual frufrú de las capas frailunas que se mecían en el monasterio de Santo Domingo de Silos (Burgos) cuando en 1978 tuve la suerte de casi caminar con ellos hasta la sala capitular, pues iban a rezar las vísperas. (Hacia 1915 escribió Lorca sobre el convento: «De cuando en cuando se oye en la soledad el “fru fru” brusco de los sayales frailunos al cruzar la galería».) A partir de este aparece el primer Diccionario, de 1780 (46. 000 entradas), ya sin las citas de autoridades. El penúltimo fue el de 2001 (88.431 voces). La 23.ª edición eleva a 93.111 las palabras (casi 200.000 acepciones y 19.000 americanismos). Entre las nuevas, tuitear (el programa subraya en rojo este vocablo); identitario (sucede lo mismo); spa (ya impuesta en los móviles) Sin embargo, otras han de esperar para ver si se consolidan o si, al contrario, son voces pasajeras. Figuran, curiosamente, teocentrismo y su variante teocéntrico, palabras que conozco desde hace muchísimo tiempo, tan presentes en la literatura medieval como corriente de pensamiento. Es más: una de las grandes diferencias entre la Edad Media y el Renacimiento es, precisamente, la oposición teocentrismo - antropocentrismo, es decir, ‘Dios como centro de todo’ / ‘el hombre como centro de todo’, todo gira en torno a él (arte, ciencia, razón, placeres mundanos).

Y en este mismo listado de voces que han de esperar su segunda oportunidad como las anteriores (insisto en la perplejidad que me supone la inclusión de teocentrismo), se encuentra la palabra choni, dialectalismo canario (‘turista europeo’) que se formó a partir del anglicismo Johnny, “hipocorístico [‘forma abreviada’] del nombre propio John”, tal como lo define el doctor Morera en su Diccionario Histórico Etimológico del Habla Canaria. Añade que ya fue señalado por el investigador Aldecoa: «Los chonis son ingleses, en isleña y cómoda pronunciación Johnny universal». Y es una voz que no se encuentra sola, pues en el mismo Diccionario la acompaña chonerío, palabra que en Gran Canaria se refiere (¿o refería?) al ‘conjunto de turistas anglosajones o procedentes de otras naciones del centro y norte de Europa’. Los doctores CorralesCorbella (Diccionario Ejemplificado de Canarismos) estudiaron la voz en Tenerife y concluyen que también se trata de ‘persona boba o tonta’ (“Eso le pasa por choni, ya le dije que espabilara”) e, incluso, despistada (“hacerse el choni”). Aunque como locución adverbial en Lanzarote significa ‘de ingenuo’ (“Lo cogieron de choni”) y, en Tenerife, ‘de gorra’ (“A la hora de pagar va siempre de choni, dice que no tiene un duro”).

Como sabemos, los primeros turistas (chonis) que llegaron a Gran Canaria y Tenerife venían de Inglaterra. Además, su presencia (Las inquietudes del hall, de Alonso Quesada) fue muy importante, sobre todo en la agricultura (místeres Harris, Leacock, Bonny), desarrollo portuario (Élder, Míller), urbanístico (Ciudad Jardín) e incluso, sin coña alguna, arqueológico (cuando los microbuses de Cyrasa llegaban a Gáldar con ingleses y paraban delante de la iglesia, sabíamos que después seguirían para El Agujero, ansiosos de recorrer la necrópolis de La Guancha, construcción primitiva casi desconocida como hecho cultural entre muchísimos paisanos grancanarios).

Ahora bien: ¿por qué la Academia, sabia, rigurosa las más de las veces, mínimamente caprichosa, no ha incluido en esta última edición la voz choni? Bien es cierto que entre canarios de edades ya avanzadas es la palabra que se usa sobre todo en los pueblos- para referirse a los turistas. Pero, a la vez, a nadie se le esconde que con aquello de la generalización lingüística y la creencia de que los dialectalismos solo son para andar por casa, la inmensa mayoría de los canarios usa la nacionalizada palabra guiri (vocablo que, por su implantación, sí figura en el DRAE) como ‘turista extranjero’. Por tanto, la Academia ha sido muy prudente (correctamente prudente) con su no inclusión. De la misma manera que la segunda persona del plural se impone a marchas aceleradas entre hablantes canarios (incluso entre puretillas), aunque no se la he escuchado a suramericanos residentes, lo cierto es que a la voz dialectal canaria choni le quedan, como mucho, tres afeitadas al igual que a otros dialectalimos ya casi desconocidos entre la pollería, aunque esta sigue con problemas de expresión. Sin nostalgias, por supuesto. Así funcionan las lenguas. ¿Tenteras, nenel?

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