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«Desgraciadamente, la obra de Saramago está acabada»

«Desgraciadamente, la obra de Saramago está acabada»

Jueves, 1 de enero 1970

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Se dice que un autor nunca «muere» mientras se lean sus libros. Pero en este caso, además, se edita uno nuevo y tan actual que parece escrito hoy. ¿Qué le ha hecho sentir el traducirlo y verlo publicado? Emoción y fuerza. Este libro significaba mucho para José Saramago, no porque iba a ser el último así lo anunció sino por el asunto que trataba. Los lectores podemos seguir el impulso ético que le hizo ponerse a escribir pese a estar tan enfermo y eso es lo que se ha pretendido con este volumen. Y emociona ver tanta fuerza, que el aliento de José Saramago siga iluminando las zonas que otros pretenden oscuras. Anima a seguir adelante. En Alabardas se une el nombre de Saramago al de Aguilera, Saviano y a Grass. ¿Cómo se planteó esta colaboración? ¿Qué le aportan al libro, a su juicio, las palabras de unos y los dibujos de otro? José Saramago hizo su obra y su aportación, el resto nos ha tocado a otros. Quisimos, desde el primer momento, que Alabardas fuera un hecho moral, aparte de hecho literario. Ahí entran los nombres del antibelicista Gunter Grass, de esa diana móvil que es Roberto Saviano, y la lectura crítica y ética que hace Fernando Gómez Aguilera. El libro, aparte de ser un objeto muy bello, es en sí mismo un diálogo de amistades y de respetos. José Saramago editó a Grass hace años, defendió a Saviano y su derecho a publicar frente al poder de las mafias y eligió a Fernando como amigo. Qué más se puede pedir. Han descubierto que Magdalena Bach fue la autora de algunas de las obras más famosas de J.S. Bach. No es el caso de Del Río - Saramago, pero ¿de qué forma ve usted también sus ideas en los libros de Saramago? ¿Reconoce algo suyo en este último? En absoluto. José Saramago oía y sentía con el mundo, con el pasado y con el presente. Como vemos en sus libros, no me necesitaba para trabajar aunque sí nos necesitáramos para vivir. Pero eso ya es cosa del ámbito privado. Ante la obra de José Saramago siento, como tantos otros lectores, que se reflejan dudas, angustias y sueños. Y como tantos otros lectores gozo con la buena literatura de Saramago. Mi único privilegio, que no aportación, es haber ido leyendo según se escribía, es como ver nacer una semilla, luego crecer y por fin la semilla es un árbol que acoge y da sombra en tantos idiomas y a tantas personas distintas. Decía Aguilera sobre Alabardas que se trata de una reflexión sobre el desentendimiento de las consecuencias con la excusa de la venta de armas. ¿Encuentra, en el sentido de la quiebra moral aludida por Saramago en Alabardas, alguna diferencia entre Portugal y España? No creo que haya muchas diferencias entre una y otra sociedad. José Saramago no hablaba de un país o de otro, sino de la responsabilidad individual y del poder. A él le indignaba que tras la guerra mundial muchos millones de alemanes dijeran que «no sabían» que se estaba cometiendo un genocidio en sus puertas. Ahora tampoco es admisible que haya gente que diga que no sabe lo que está pasando o que no puede hacer nada, porque sí se puede. Saramago se refería a la indiferencia, el miedo y la resignación como las lacras terribles de nuestro tiempo. Y ese impulso, aparte del hecho concreto de la bomba saboteada, es lo que le hizo ponerse a escribir. La Fundación Saramago sigue adelante sin ayuda institucional. ¿Es más duro hacer así el trabajo o es necesario para hacerlo? Nosotros podemos y mientras podamos viviremos con nuestros recursos tanto en España como en Portugal, pero eso no significa que apruebe que la cultura tenga el lugar que tiene en los presupuestos del estado. Nosotros no recibimos nada del estado, simplemente ofrecemos lo que tenemos y lo hacemos desde la convicción moral de que aportamos un bien a la sociedad. No ordeñamos la vaca, como hace tanta gente que debería estar atenta a las necesidades de la sociedad, sino que alimentamos a la vaca, pero no apruebo que en algunos estamentos se trate la educación y la cultura como aspectos irrelevantes. Y así nos va, adormecidos, resignados o atemorizados, sin capacidad para frenar el estado de corrupción y de desprecio que se ha generado. La banalidad del mal se ha impuesto hasta el punto de que la bondad y la generosidad parecen ridículas, fuera de lugar. Lo acabamos de ver en el caso de la enfermera contagiada de ébola: qué retrato terrible de nuestro tiempo ante esta mujer buena y responsable ¿Habrá más Alabardas en el futuro? No, no hay ningún texto más de José Saramago, porque los apuntes de libros de juventud y otros originales que se conservan, en el caso de que se publicaran, sería en ediciones críticas para estudiosos. La obra de José Saramago está acabada, aunque en España quedan por traducir algunas obras de teatro. Pero no hay ninguna sorpresa. Desgraciadamente.

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