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Pecado Ibérico es un local con una suma constante de encantos; su luz, sus paredes y su decoración te transportarán al salón de una casa llena de recuerdos, de detalles que alguna vez significaron algo para alguien y que ahí se quedaron resistiéndose al olvido en un trastero.
Hoy, todo ello hace de esta esquina un local arrebatadoramente encantador y donde, entre quien entre, se tropezará con recuerdos y detalles que alguna vez ocuparon las estanterías de la casa de sus abuelos.
En un ambiente así, donde hasta el desorden está ideado para la ocasión, el equipo de este local ha logrado darle sabor a la melancolía en forma de desayuno y donde hasta la bandeja en la que lo sirven, nos llevará a esos sabrosos momentos que las abuelas recreaban como nadie.
Cuando llega la bandeja, el olor a naranja se adueña del olfato, un zumo de tamaño generoso y considerable, natural y recién exprimido y desde que te lo acercas a la boca te va a parecer escuchar esa vocecita que, desde el cariño, te animaba a que lo bebieras rápido para que no se perdieran las vitaminas.
Un buen café con leche, en su taza correspondiente y un queque tan esponjoso que te recordarán a esas ovejitas que las abuelas nos hacían contar cuando el sueño tardaba en llegar. Y no es que esté bueno, es que está mejor que bueno, replicando de principio a fin la bollería casera, la que se hace con tiempo y a pulso y sin que falte el ingrediente esencial: un inmenso afecto.
Un pan de los buenos, cortado en rebanadas y tostado como antes se solía hacer en todas las casas, untando con un sabroso tomate y sin perder la generosidad del zumo, del café y del queque, un buen aguacate con su toque de orégano corona un desayuno tan único e inolvidable como las abuelas.
Un banquete que no solo abre una puerta a la añoranza, sino que reconcilia con el furor de todo lo que anda proliferando por la ciudad, con su anglicismo correspondiente y donde la variedad no está exenta de cierta ansiedad. Pero llega éste, «el desayuno de la Yaya» y se convierte en uno de los mejores desayunos que se pueden disfrutar en Las Palmas de Gran Canaria, sin más secretos que hacer con cariño lo que siempre ha sido bueno.
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