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Según me contaba mi abuela Consuelo, desde que arrancaban los carnavales, estuvieran prohibidos o no, en su casa se preparaban tortitas a diario porque, a diario, tocaban a la puerta con aquello de ¿me conoces mascarita? y una vez que acertabas, invitabas a las máscaras a sentarse en la mesa para comerse las tortitas con lo que terciara.
Los que seguían de fiesta las acompañaban con un ron con azúcar, los más clásicos con un cafecito recién colado y entre buche y buche, una tortita.
Cuando se detenía el trasiego, empezaban a llegar las vecinas, a cara descubierta, a pasar bajo techo la relentada, mientras esperaban a que sus maridos regresaran a casa. Entonces lo mismo se tomaban las tortitas con un caldo calentito de la sustancia que fuera que con un café con leche, oscurito, para estar despiertas y pasar revista.
Entre tantas, Fulanita de Tal era la que más tarde se iba. Según me contaba mi abuela, su marido tenía el ojo prestado, pero Fulanita presumía de ser católica, apostólica y romana y, como después de carnavales empezaba la Cuaresma, Fulanita perdonaba todas las ausencias y excesos de Menganito.
Afortunadamente todo esto ha cambiado, pero, hasta los últimos carnavales que mi abuela vivió, cuando aún disfrutábamos de la suerte de tenerla, mientras amasaba tortitas, nos contaba esta historia y nos decía que nadie en el mundo como Fulanita de Tal se había comido tantas tortitas como las que ella se comía, esperando por Fulanito.
Moraleja a sus nietas: salgan a la calle y reciban al carnaval como viene y que cada cual se disfrace del disfraz que le conviene, pero, en las casas nunca se queden esperando por su Menganito.
Estas y otras muchas historias forman parte de la memoria que ha ido pasando de generación en generación y así también lo cuenta nuestra compañera Samantha Sánchez en este enlace.
tiempo-preparacion
15 minutos
tiempo-coccion
10 minutos
tiempo-total
30 minutos
comensales
6
calorias
Muchas
Categorías
Postre
Canaria
4 huevos
600 g de harina de esponja
400 g de azúcar blanca
½ litro de leche
1 cucharadita de anís estrellado
1 cucharadita de canela en polvo
La ralladura de un limón
El zumo de un limón
Aceite de oliva
1
Comenzaremos batiendo los huevos junto con el azúcar, hasta conseguir que se incremente el volumen de la mezcla y ésta se torne de color blanquecino.
2
Una vez conseguido, verteremos la leche y volveremos a batir hasta integrarla.
3
Añadiremos el anís, la canela y la ralladura del limón y mezclaremos con ayuda de unas varillas.
4
Seguidamente verteremos el zumo de limón y volveremos a batir.
5
Con ayuda de un tamizador o un colador de rejilla, iremos incorporando la harina, poco a poco, hasta integrarla del todo y conseguir una mezcla untuosa y sin grumos.
6
Una vez obtenida la masa, en una sartén con buen diámetro, pondremos a calentar aceite de oliva. Debemos vigilar para que no queme, sino que mantenga el calor como para que dore sin excesos la masa.
7
Cuando comencemos a ver que se doran por los bordes, les daremos la vuelta y mantendremos unos 30 segundos más. Retiramos con ayuda de una espumadera y dejamos sobre papel absorbente para que escurra el exceso de aceite y ya estarán listas.
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