Cómo hacer un buen pisto de verduras

Mi abuela Ana era la reina del pisto y, como el suyo, no he vuelto a probar otro en mi vida. La receta la empezaba a hacer en el mercado porque la selección de los calabacines, pequeños, firmes y con puitas era esencial para el resultado.

El pimiento solo podía ser el rojo, con cuerpo y de piel brillante. Las cebollas blancas y dulcitas así que, su procedencia solo podía ser Guía o Gáldar.

Y los tomates, de salsa, rojitos y maduros, con los que hacer una salsita de tomate casera previa, que quedara dulcita y cremosa.

Dicho así, la receta ya infunde cierto respeto, pero sí que es cierto que estos pequeños detalles son los que marcan la diferencia entre un pisto aguado y con menos sabor, a otro con más fundamento y tradición.

Su receta pasó a mi madre, de mi madre recaló en mí y, hoy por hoy, es mi hija Sara la que me le pide cada vez que vuelve a casa. Le encanta llegar, abrir la nevera y encontrase un táper llenito de pisto para ella sola. También me llama con cierta frecuencia desde donde vive y en el mismo supermercado, conmigo al otro lado de la línea, le voy cantando los ingredientes, dándole los detalles a considerar, acompañándola de vuelta a su casa mientras repasamos el paso a paso de esta receta.

Le sería más sencillo y desde el mismo teléfono buscar una de las miles de recetas que están publicadas en el mundo virtual, pero a ella, a la que no le dio tiempo a conocer a su bisabuela Ana, lo que le sabe es este pisto, porque le gusta, porque le acerca a los que estamos lejos y porque está tan rica que, al igual que yo, no quiere que el pisto de la abuela Ana, caiga nunca en el olvido.

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