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De repente, Alvise está ahí, como uno de nuestros representantes en Europa, y el país se divide entre tres reacciones bien diferenciadas. A un lado están los que deploran este inesperado giro de los acontecimientos y se plantean cómo ha podido ocurrir: son los que tienen ubicado a Alvise como agitador de ultraderecha o 'influencer' ultra poco dado a contrastar. En el otro extremo andan de celebración sus partidarios, que prefieren presentar a su candidato como un justiciero embarcado en luchas quijotescas contra la corrupción. Y en medio queda quizá la mayoría, que estos días se preguntaba -y, si no, lo hará ahora- de dónde diablos ha salido este tal Alvise Pérez que, al frente de la agrupación de electores Se Acabó la Fiesta, ha obtenido un 4,59% de los votos y tres escaños. En total ha sumado algo menos de 800.000 papeletas, pero ha quedado incluso por delante de Podemos y a poco más de 11.000 votos de Sumar.
Podríamos definir a Alvise -que estudió Políticas en la UNED y ha adoptado como identidad pública una de las formas italianas de su verdadero nombre, Luis- como una de las principales figuras de la 'alt-right' española, o como queramos llamar a ese caldo de cultivo análogo al movimiento que aupó a Donald Trump a la presidencia de EE UU. La 'derecha alternativa' se rige por dos principios: el conflicto es atención y la atención es poder. Y, en unas redes que tienden a sobrerrepresentar todo lo que genera controversia, eso degenera en un populismo extremo que rentabiliza la indignación con fines propagandísticos y tiende a despreciar la verdad como requisito: al fin y al cabo, para cuando se demuestra que un contenido es falso, ya ha obrado el efecto que se pretendía.
Alvise, sevillano de 34 años, ha trazado un arco que partió de la política 'convencional'. En sus tiempos de estudiante se afilió a UPyD, después se mudó a la ciudad inglesa de Leeds y se convirtió en delegado internacional de Liberal Youth -las juventudes liberaldemócratas- y en 2017 fue a recalar en Ciudadanos, donde organizó la campaña de Toni Cantó para las autonómicas valencianas y continuó después como su jefe de gabinete. Ya entonces, compatibilizaba su empleo formal con una actividad disruptiva en las redes que sus propios compañeros cuestionaban: en Valencia se suele recordar aquel tuit en el que dijo haber presenciado cómo un taxi casi atropellaba a un niño porque los manteros ocupaban la acera... y fue a elegir una calle peatonal, por donde no circulan taxis ni ningún otro coche.
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Javier Arias Lomo
Olatz Hernández
El asunto de aquel post se ajusta bien a los ejes temáticos de Alvise en las redes, ese ramillete que explota el desconcierto, la inquietud y el miedo ante lo nuevo y lo distinto: ahí entran la xenofobia (en campaña ha hablado de «defenderse ante una invasión marroquí»), el antifeminismo o el rechazo a la vacunación durante la pandemia, aunque la idea central de su 'doctrina' es que nos encontramos envueltos en una maraña de corrupción y conspiraciones que vuelve nuestro país casi irrespirable. En esa sucesión de acusaciones e insinuaciones caben bulos como que, en plena crisis del covid, Manuela Carmena había recibido en casa un respirador para no acudir a un hospital público o como la supuesta PCR positiva de Salvador Illa que era una manipulación. En su Telegram (que se acerca al medio millón de suscriptores) puede leerse, por ejemplo, que «cinco magrebíes» son responsables del reciente asesinato de un joven en Getxo, sin importar que se haya desmentido repetidamente.
Sus seguidores se muestran inmunes a estas críticas y, de hecho, las suelen interpretar como prueba de esa conspiración que vela la verdad, además de atribuir al comunicador sucesivos éxitos en su denuncia de la corrupción. En ocasiones, también pasa a la acción: el año pasado, convocó a sus seguidores a protestar ante una clínica abortista y promovió la manifestación ante la sede socialista de Ferraz, además de encabezar -junto al líder de Desokupa- la marcha no autorizada hacia el Congreso.
Vox parecía el entorno natural de Alvise Pérez, pero, después de que se haya convertido en su competencia directa, han proliferado las críticas desde ese flanco: «Chungo de pelotas», lo ha llegado a definir la diputada Cristina Esteban. Pese a ello, Se Acabó la Fiesta ha ido capturando más y más votantes en el convulso caladero de los descontentos, con especial éxito, según el CIS, entre los varones jóvenes. Entre las propuestas de Alvise, más allá del genérico «destrozar la partitocracia cómplice», figuran la deportación masiva de inmigrantes irregulares y la implantación de los trabajos forzados, además del propósito de sortear el sueldo de eurodiputado entre sus seguidores. Su nueva condición también le brinda el aforamiento ante el Supremo, lo que él llama «protegerse judicialmente».
Alvise, que es pareja de la modelo Andrea de las Heras, se identifica como «más liberal que conservador» y alerta de que España puede convertirse en «otra Caracas», aunque tampoco quiere establecerse en Bélgica, «un país fallido donde solo hay islamistas, inseguridad y violaciones», además de «una comida asquerosa». De hecho, según ha manifestado esta semana en una entrevista con Pedro Baños en YouTube, la propia política europea le parece «intrascendente» y su objetivo real son las próximas generales.
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