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Puñalada de realidad al corazón amarillo

Puñalada de realidad al corazón amarillo

Era un partido para sacar los colmillos y no para ser degollada por el Almería. La UD patinó en los Juegos del Mediterráneo, donde los locales pasaron el rodillo, con permiso de Iglesias Villanueva, que les regaló el primer gol, en claro fuera de juego, y birló dos tantos a Las Palmas. Son ya tres encuentros sin ganar y la tensión empieza a palparse de lejos

Kevin Fontecha

Jueves, 1 de enero 1970

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Era un partido para valientes y la UD lo entendió desde el calentamiento. Saltó al césped convencido en destrozar al rival y, a diferencia de anteriores ocasiones, donde los isleños empezaban como si acabasen de despertar de la siesta, anoche los de Manolo Jiménez intentaron lucir músculo desde el primer lance del juego. Solo había que ver a Ruiz de Galarreta sacando la escoba para robar tres balones en los tres primeros minutos del duelo. Y lo hizo tirando de fuerza. No le pesaba que Eteki le sacase medio cuerpo. Había que morder y hasta los jugones debían ponerse el mono de trabajo. Lo intentó de mil maneras Las Palmas, pero no hubo forma. Se adelantó el Almería con un gol en fuera de juego y ahí acabó toda esperanza isleña. Los locales sacaron el rodillo y la Unión Deportiva acabó degollada.

Tuvo que remar a contracorriente el submarino amarillo desde muy temprano. La primera ocasión del Almería se fue al fondo de la red. Iglesias Villanueva y sus asistentes se comieron un fuera de juego que vio todo el estadio. Álvaro Giménez estaba un metro adelantado, pero no se pitó nada. El delantero centro encaró a Raúl Fernández, que se hizo grande y salvó el mano a mano con su cuerpo. La mala suerte, tan caprichosa como acostumbra, hizo que le cayera el propio rebote al ariete. El atacante rojiblanco puso temple, levantó la cabeza y se la cedió a Narváez, que la mandó directamente a la escuadra. En la frente.

No tardó Las Palmas en intentar levantarse del golpe recibido. Un pase a la carrera de Fidel Chaves casi mete el miedo en el cuerpo a los de Fran Fernández, pero el centro del onubense se marchó a saque de esquina.

Maikel Mesa, tan solo dos minutos más tarde, malgastó la oportunidad de subir el empate al electrónico. Araujo forcejeó con el mediocentro Eteki, que se fue al césped quejándose de un golpe en su rostro, y lanzó un pase a la carrera del mediapunta tinerfeño, que se llenó de balón e intentó una vaselina que envió directamente a las manos de René. Y eso que tenía solo a Rubén Castro a su izquierda para empujar el esférico.

Pasaban los minutos y el colegiado parecía que tenía ganas de ser protagonista directo de la pequeña crisis grancanaria. Rubén entraba en el área y fue arrollado. Todo el estadio enmudeció, árbitro inclusive, pues Villanueva miró a otro lado y no quiso saber nada del posible penalti.

Y entre quejas isleñas casi llega otro mazazo. Juan Carlos se plantó solo ante Raúl Fernández, que salvó el segundo con su hombro y, cuando parecía que De la Bella lo tenía todo bajo control, le regaló una cesta de fruta a Álvaro, que declinó el obsequio y mandó el esférico al tercer anfiteatro. En las gradas, nadie daba crédito. Manos en la cabeza y una ocasión para sentenciar el encuentro malgastada.

Fidel respondía con una galopada en banda, dejando atrás a dos rivales y colgando un centro que no encontró cabeza. Saveljilch no le aguantó la carrera y tuvo que marcharse lesionado. Tras su cambio, Juan Carlos disparó desviado y la UD, todavía tratando de cicatrizar su herida, luchaba por no perder la cara al partido. En un centro de Lemos casi llega el empate. De hecho, llegó hasta que el juez de banda decidió anularlo por un dudoso fuera de juego. Mesa remató con la testa a la red y acabó protestando al linier. Las Palmas se iba con todo arriba y hasta se tropezaba en sus intentonas. Era un quiero y no puedo continuo. Así se llegó al descanso.

Tras la reanudación salió algo dormido el conjunto insular. Tan solo un minuto de la segunda parte, y primer aviso andaluz tras un saque de esquina.

Jiménez se mordía las uñas en el banquillo y no dejaba de mirar a todas partes, como si la solución estuviese en el propio aire. No le gustaba lo que veía en el campo y mandaba a calentar a Tana, Blum y Pekhart. No tardó en mover ficha el técnico sevillano, que dio entrada al extremo alemán y al mediapunta grancanario, en detrimento de Maikel Mesa y Fidel Chaves, que se marchó entre silbidos después de ser el mejor amarillo hasta el momento. Con los cambios la UD ganaba presencia en las bandas. Blum se tiró al costado izquierdo y Tana al carril derecho, donde intentó moverse con anterioridad el centrocampista tinerfeño Mesa y que, una vez más, evidenció que no es su posición natal y que, por desgracia, está con calzador pegado a la línea de cal.

Pasaba el tiempo y la Unión Deportiva paseaba moribunda sobre el verde de los Juegos del Mediterráneo. Volvían los fantasmas de un pasado para no recordar y el Almería clavaba el cuchillo en el cuello de la escuadra isleña. Un pase a Juan Carlos, y un quiebro que destrozó la cintura de Mantovani, abría en canal a la Unión Deportiva.

Torpezas e imprecisiones varias, los de amarillo iban dando tumbos en el campo y los rojiblancos parecían cohetes. Encima los milímetros siempre jugaban en contra. El linier levantó la bandera cuando ya Rubén Castro estaba celebrando el gol que recortaba distancias en el marcador. Le había dejado Tana un caramelo para que la enviase al fondo de la red. Y así lo hizo. Pero, una vez más, el tanto fue invalidado y las prisas empezaban a asfixiar en el cuello de los hombres de Jiménez, que ponía toda la carne en el asador con la entrada de Pekhart en sustitución de Martín Mantovani. Defensa de tres y a lo que saliera.

El reloj no aflojaba el ritmo y el partido ya olía a derrota. Se palpaba impotencia y Las Palmas no mostraba argumentos para, al menos, pelear por el empate. Alguna que otra pincelada de Tana por la zona de tres cuartos y poco más. Araujo, desaparecido en combate. Rubén, tirando desmarques y durmiendo en fuera de juego. Blum ni la olió por su carril desde que se vistió de corto. Así fue como la escuadra grancanaria naufragó en los Juegos del Mediterráneo. Patinó como acostumbró la temporada pasada en Primera División y enseñó restos que invitan a hacer saltar las alarmas.

Con el choque perdido cayó el tercero

El Almería no se lo pensó dos veces y se fue directo al corazón insular que, con todo el equipo adelantado buscando el gol de la honra, vio como la desgracia le enseñaba los dientes. Un rebote que tocó en las piernas de Alvaro Lemos se coló en el arco visitante y la Unión Deportiva cambiaba el amarillo por el negro para el funeral que, en noventa minutos, se les había venido encima.

Son ya tres encuentros sin conocer el sabor del triunfo y, lo que es peor, sin anotar ningún gol legal. El Málaga se escapa a siete puntos en el liderato de la tabla clasificatoria y la ansiedad empieza a jugar malas pasadas. La pizarra no funciona y en la sala de máquinas se tropiezan tantos centrocampistas. Esta plantilla da para mucho más.

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