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Ignacio S. Acedo y Elche - Enviado especial
Domingo, 15 de diciembre 2019, 21:30
La UD fue una caballería en Elche, marcándose un partidazo en el que hizo visible un enorme muestrario de virtudes y lujos. La exhibición de coraje y orgullo vino acompañada por un fútbol persistente y maduro en el que todos acompañaron a Benito y Nárvaez, nombres propios con sus golazos, el colombiano por partida doble, para culminar una sinfonía perfecta. En una noche que amenazaba tormenta con 2-0 al descanso, Las Palmas tuvo piel ganadora, aguardó con serenidad su momento y, llegado el turno, desplegó los cañones de manera imponente, reventando cerrojos en un homenaje feliz a su estilo. Necesitó diez minutos para ejecutar el plan, pero su mérito abarca de principio a fin. De punta a punta, con empate, por debajo y en ventaja, hubo un equipo dominador, rotundo en sus formas y cuyo triunfo no admite contestación, dado el meneo de cuidado que le dio al anfitrión. Hasta los vencidos así lo entendieron, rendidos a la evidencia en mitad del baile recibido. El Martínez Valero terminó siendo el jardín de una UD que, con este triunfo, consolida su cartel de que está para algo grande. Con estos futbolistas y a la carburación actual, átense los machos.
Mel quiso llevar el pleito al campo del Elche, ordenando achique adelantado y presión agresiva, y a la UD le funcionó el plan de entrada. Al anfitrión le costaba horrores ganar metros o combinar. La idea era trasladar toda la acción lejos del área propia y sí, mandar, llevar la iniciativa, buscar la victoria desde la posesión y pegada. Viera y Pedri frecuentaron zonas atrasadas para facilitar la salida limpia de la pelota y la comodidad y las ocasiones marcaron el primer tramo del encuentro. Mientras que a Valles únicamente se le vio por un despeje defectuoso de Curbelo, en los dominios de Badía predominó el tráfico. Un derechazo de Viera que se fue por dos dedos avisó de lo que vendría al rato, ya con mayor filo. Otra vez fue Viera, a los mandos de una contra en la que avanzó con su facilidad habitual, inalcanzable para las piernas rivales, y dejó un balón con música para Benito, que llegaba a galope por la derecha y con todo para mandarla a la jaula. Muy fácil debió verlo el aldeano, que terminó optando por meter interior en vez de empeine total. Lo que anunciaba remate ganador terminó siendo una prolongación al cuerpo del portero, que blocó sin moverse. Apenas se llevaba un cuarto de hora y todo venía cuenta de Las Palmas, asentada y masticando el golpe. Pero a veces suceden imprevistos.
Con el Elche estando en inferioridad numérica, Verdú fuera del campo tras requerir asistencia médica, una rosca tibia terminó en el punto de penalti. El árbitro vio acción punible de Mantovani, que sacó el codo a pasear, con la consecuencia fatal de convertirse en el 1-0, trallazo arriba de Fidel mediante. De la nada, el Elche sacó oro. Y la UD, superior en sensaciones y llegadas, se vio a remolque. En el fútbol manda el gol, buscarle otras justicias es desperdicio.
Siguió Las Palmas a lo suyo, decidida a sacudirse y devolver el golpe, tirando de todos sus recursos y con el personal movilizado en masa. Lejos de quedar lastimada con el accidente, se vino arriba sin reservas, quedando Javi Castellano como cierre de seguridad, centrales en la media y laterales directamente ejerciendo de interiores. La tuvo Mantovani, imperial por los aires con un testarazo picado al palo. Badía,enorme, justificó las habichuelas tirándose abajo y firmando una parada de sensación. En pleno asedio, con el empate convertido en cuestión de tiempo, a Pedri le quitaron el cuero en el centro del campo y en el Elche sonó la corneta. Desprevenida la retaguardia, Josan encontró un agujero como interior diestro y se la picó a Valles con arte. Vaselina y 2-0. Mientras unos amenazaban, otros, directamente, hacían sangre. Ver para creer. Claro que tampoco había mucho que achacar a Las Palmas, que volvió a levantarse. En un minuto, el que iba del 37 al 38, fabricó dos goles claros. Primero, con escorzo de Pedri y rosca perfecta desde la frontal. Seguidamente, a bocajarro orientó el cuello Narváez para hacer bueno un centro bombeado. Ahí se agigantó la figura de Badía, con respuestas soberbias en una y otra intentona. Tal fue su exhibición, que la grada terminó gritando su nombre. Todo lo que merodeó por Vallés fue para adentro. Y Badía tenía imán en sus guantes. He ahí la diferencia, absolutamente crucial, dicho sea. Ni en el Elche, que se aplicó más en dar leña y aprovechar dos fogonazos, podían creerse semejante panorama al descanso.
Mel metió más madera a la salida de los vestuarios. Prescindió de Curbelo y juntó a Srnic con Benito en la banda derecha. Una maniobra que terminaría siendo fundamental en la suerte del partido. El Elche siguió a lo suyo, llegando a dibujar un 6-3-1 a la hora de defender. Y la UD desatada y pisando zona de influencia con descaro. Entonces, con el partido empantanado, porque persistía el 2-0 y corrían los minutos, Viera encontró una rendija para filtrarle un pase a Benito en la corona del área. El nudo que se había hecho antes, errando en posición franca, se lo quitó de encima a lo grande, con recorte y zurdazo impecable. Quedaba media hora por delante y fue llegar el primero y darse la certeza, también, de que se abría el grifo. El vértigo se había instalado definitivamente en el Martínez Valero porque la remontada estaba en camino. Fue Narváez, enorme, quien con una acción individual antológica, limpiando defensas a golpe de cintura, el que provocó un tanto en propia meta de Cruz en su intento de despejar su disparo. Pero la UD, ya con el marcador en paridad, venía a por la caza grande, nada de negociar repartos. Era un cuchillo el equipo de Mel, desbocado a por el tercero en una demostración de fe y orgullo insuperable. Volvió Benito a probar a Badía, que vivía en mitad de una inundación. Pero nada pudo hacer ante un testarazo de manual de Narváez a centro quirúrgico de Srnic, ayer mostrando buen pie y excelente lectura para ponerla en el lugar exacto en pleno trote y reverso. A Narváez le sonó el teléfono dos veces, aunque hubo suspense hasta que el VAR ratificó lo que era una evidencia, que la pelota había entrado. Está tocado con agua bendita el colombiano, cuyo fichaje no para de amortizar a base de celebraciones simulando auricular.
El 2-3 fue justicia poética, se veía venir desde lejos, y no toleró sublevaciones ni cambios. Era tal la superioridad, pese a alguna mano blanda de Valles, que hasta hubo minutaje para Araujo, de nuevo en el ruedo, otra bala de cuidado para el futuro que le aguarda a la UD.
Este domingo, en Elche, se certificó una victoria con aviso implícito: viene en camino un candidato a todo y al que no le tumban ni cuando le dan por partida doble. Tremendo.
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