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Fuera móviles, puntualidad, báscula...

Fuera móviles, puntualidad, báscula...

Jémez impone un nuevo régimen disciplinario con el que combate la laxitud heredada

Ignacio S. Acedo y /Las Palmas de Gran Canaria

Jueves, 1 de enero 1970

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El móvil apagado o en casa cuando se vaya a entrenar, incluyendo, además, el tiempo con los fisioterapeutas y cuidadores. Nada de impuntualidades a la hora de presentarse en las sesiones, equipado sobre el césped, en los desplazamientos y en las comidas y reuniones durante las concentraciones. Vida ordenada en los días de descanso sin pábulo alguno a salidas nocturnas o actividades que incidan en el rendimiento o imagen institucional. Estricto control de peso y vigilancia extra en los esfuerzos y progresos físicos de cada jugador. Para que nadie se deje ir, en resumidas palabras. Y hasta supervisión directa en la atención a los medios de comunicación, regulando las apariciones públicas de los futbolistas, evitando exposiciones excesivas que pueden desviar atenciones. Paco Jémez ha aterrizado con fuerza en la UD y, transcurridos cuatro días desde su llegada, es patente que su área de influencia es global.

Si dentro del césped va a pedir a sus jugadores que suden sangre, fuera tampoco quiere desviaciones y, junto a su cuerpo de auxiliares, ha establecido una serie de normas de obligatorio cumplimiento y cuya violación puede tener consecuencias inmediatas e irreversibles. Que se lo pregunten a Tannane o Rémy, desde el miércoles fuera de la disciplina del club y que han purgado hábitos ya prohibidos.

Jémez ha heredado una laxitud que choca frontalmente con su manual, con su forma de entender la profesión y la atmósfera de un vestuario. Ya antes de que se oficializara su fichaje adelantó que «había que cambiar muchas cosas», informado, a buen seguro de lo que iba a encontrar. Y no ha tardado en predicar con el ejemplo. En su manera de establecer jerarquías no admite indolencias ni comportamientos que se habían hecho comunes y no habían encontrado oposición alguna. Muchos de los vicios adquiridos vienen, precisamente, de una tolerancia que con él al frente no tiene cabida. Es más, en privado ha trasladado su sorpresa por haber detectado situaciones que jamás asoció al fútbol profesional, de ahí su imposición acelerada e innegociables de una serie de reglas sin privilegio alguno. Los jugadores han tenido que familiarizarse sobre la marcha con la dinámica que desea el nuevo jefe, que, por si fuera poco, cuenta con el respaldo total y absoluto de la entidad, que le ha dado carta blanca para la gestión del grupo.

Jémez ha sido claro y vertical en su mensaje: con él o contra él. Y los que quieran unirse a la causa deberán aceptar todas sus condiciones. Además, su sentido de la justicia no le hará diferenciar en nombres o roles a la hora de imponer castigos dado el caso. Para él no hay diferencias. «Ya se terminó eso de que los entrenadores son los únicos que pagan con su cargo. Con los jugadores, igual». Ahí es nada.

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