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El Palmero y su recorrido estelar en los terreros: de Tijarafe a la excelencia

Leyenda en el Adargoma, lo ganó todo a nivel individual y colectivo y dejó un legado que pervive por su brillantez y ejemplo de integridad

PEDRO REYES

Las Palmas de Gran Canaria

Domingo, 3 de octubre 2021, 02:00

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Uno de los luchadores que más huella ha dejado en el vernáculo deporte fue Alfredo Martín, El Palmero, figura de la década de los 40 y 50 del siglo pasado, en el que lo ganó todo a nivel individual y colectivo.

Nació en Güímar, Tenerife, en 1923, pero con 7 años ya residía en La Palma. Allí, sus hermanos le impulsaron con 14 años a luchar y fue el principio de uno de los grandes.

Francisco Antequera en su libro 'La lucha canaria, algo más que un deporte' lo entrevistaba en 1991 y así veía el famoso luchador sus principios. «Mis primeros recuerdos en torno a la lucha canaria giran en torno a mi familia, a mis hermanos Juan, Luciano y Apolinio. Ya con 14 años acompañaba a luchar a mi hermano Juan en un equipo que se hizo en Tijarafe (La Fuente). Un día luchamos contra otro equipo de Tijarafe, con Manolo Pascual y tuve la suerte de tumbar a ocho contrarios. Yo era un muchachito y eso no se olvida».

Otro momento de sus primeros pasos fue su agarrada con Pepe Alonso, El Estilista: «No pude tirarlo, era muy joven, pero me quedé con un comentario de Alonso hacia mí en el que decía que, si no me echaba a perder iba, a ser una figura de la lucha».

Con 20 años se va a Lanzarote a realizar el servicio miliar y allí lucha en el Tao. «De esa época recuerdo cuando en una luchada, derribé a los doce hombres del equipo contrario».

La influencia clave de Mujica

Acabado el servicio militar, decide venirse a Gran Canaria, donde de la mano del gran Juanito Mujica, se convirtió en el Adargoma, en lo que fue, una leyenda. «Juanito Mujica fue un hombre que no se puso la ropa de luchar y yo pienso que no hay nadie más conocedor de la lucha canaria que él. Fue el que me colocó y me hacía entrenar mucho. A veces empezábamos a las cinco de la tarde y terminábamos a las nueve de la noche. No fueron pocas las madrugadas que corría mis buenos kilómetros. Notaba el interés que tenía por mí y como llegó a creer en mis posibilidades. Con esa inestimable ayuda y mi dedicación llegué a donde llegué, allá arriba».

Cuando le preguntaban la razón de cómo un hombre que no había luchado sabía tanto de lucha, no lo dudó. «Estuve diez años con él y en ese tiempo se puede conocer a una persona. Los entrenamientos acostumbraban a ser por la mañana y no solo eran de agarrar. Hablábamos mucho de lucha y de otras cosas. Al principio nunca creí que un hombre que nunca había agarrado pudiera explicar las luchas. Lo cierto que él las describía y luego las practicábamos en los entrenamientos. Lo grande del caso, es que las luchadas valían para derribar a cualquier hombre. Juanito Mujica tenía un don especial para transmitir sus conocimientos, era un maestro».

Sobre La mejor época de la lucha, lo tenía claro: «Es una pregunta difícil de contestar por los cambios de reglamento, entre otras cosas, donde hay muchas partes en las que no estoy de acuerdo. Si le voy a decir que mi época fue maravillosa, con hombres de auténtica talla. Hombres terribles por su envergadura y por su saber, hombres como el Faro, Araña, Matoso, Camurria, Pollo de Buen lugar, etc. Me atrevo a decir que esa época no se va a repetir».

El Palmero era un luchador imprevisible, que se sacaba luchas que eran imposibles y sobre ello fue bastante sincero. «Era un luchador muy contrista, pero a mí me tiraron muchos hombres, tanto en una como en otra provincia. En aquellos años había excelentes luchadores y en lo referente a como me salían esas luchas de última hora, para ser sincero, la mayor parte de ellas no podría explicarlas, enterándome del ganador cuando el árbitro me levantaba la mano o el público me llamaba para agasajarme. A veces me preguntaban qué lucha había realizado y no lo sabía, pudiendo ser reflejos o yo qué sé».

Camurria y Melquiades

Preguntado por el rival que más problemas le dio, lo tenía en mente. «Hablándole claro, el único hombre que me quitaba el sueño, no solo a mí, sino a luchadores de las siete islas, fue José Rodríguez Franco, el Faro de Maspalomas, era una incertidumbre fuera de lo normal. Luego había otros como Manuel Marrero, Pollo de Buen Lugar. Era un luchador de tal categoría que, en hombres grandes, no he visto otro tan completo. Me tuvo dos años que lo veía hasta en la sopa porque no me aflojaba ni un punto. Recuerdo que empecé a darle alguna luchita suelta en el Campo España. Hay un día de una luchada en Lanzarote, que recuerdo de manera especial, ya que Manuel tumbo al Faro, Matoso y Abel Cárdenes I. Luego se enfrentó conmigo, fue de esos días que uno tiene la vela encendida y no solo pude con él sino con El Artillero, Araña, Pollo de Anzo y Cubanito II».

Preguntado sobre Pancho Camurria, si era un hueso lo tenía muy claro. «Agarré muchas veces con él y si, ahora tuviera sombrero, me tendría que destocar para hablar de lucha canaria cuando se le mencione. Ese hombre no tenía una lucha sola. No sabías nunca por donde iba y era muy analizador. Me tiró muchas veces y me asombraba las luchas que hacía, mayormente cuando iba de caída y como se escapaba».

Sobre los luchadores de principio de los 90, El Palmero se quedaba con Melquiades. «Melquiades es de los pocos hombres grandes que tiene ahora la lucha que saben luchar. Si yo tuviera dinero y tuviera un equipo el estaría en mi equipo ya que es un luchador que trata de agradar al público luchando».

Un claro favorito

Acaba esa entrevista con una reflexión. «Le he dado a la lucha lo mejor de mi vida. Recuerdo con satisfacción las maravillosas aficiones que he conocido cuando salían contentas de las luchadas por mis actuaciones. Para mí la lucha lo ha sido todo, es lo que he hecho y vivido desde que tengo uso de razón... Me ha dado mucho y bueno y poco malo. Me ha dado lo poco que tengo y muchos amigos. Me ha dado mucho».

En otra entrevista en enero de 1947 para el periódico 'Falange', con Antonio Ayala, desvelaba el misterio de su venida a Gran Canaria tras el servicio militar. «He venido a Las Palmas porque me cautivó y porque en Ingenio...». Alfredo sonríe, con una sonrisa que dice todo lo que él se calla. Y nosotros comprendemos que en Ingenio debe haber algo que cuenta con toda la estimación del valiente luchador.

Después que logramos aclarar nuestra duda, la charla se desliza por otros derroteros y el Palmero nos cuenta el deseo que tiene de tirar a Cubanito y medirse con Marón, antes de ir a Tenerife a medirse en desafío con Carampìn.

El Palmero, además de los equipos citados en sus inicios, pasó buena parte de su carrera en el Adargoma, Kruger, Vencedor y en el Breña Baja de La Palma, donde coincidió con sus sobrinos, Juanito y Miguel Primera.

En 2012 con 88 años, falleció en los Llanos de Aridane una de las leyendas de la lucha canaria, que en la actualidad su nombre se perpetúa, porque así se denomina al Campeonato de Canarias de selecciones insulares cadetes, siendo además hijo adoptivo de la Villa de Ingenio. Suejemplo, legado y memoria nunca se han perdido en correspondencia a su importancia histórica.

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