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miguel olmeda
Madrid
Jueves, 30 de julio 2020, 23:31
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Nunca hubiera imaginado Wladyslaw Kozakiewicz que una celebración suya desataría un conflicto internacional. Tampoco que el mayor logro de su carrera como pertiguista le acabaría obligando al exilio. Ni mucho menos que se convertiría en el icono de una revolución social que terminaría con la caída del comunismo en Polonia.
Por eso, cuando el 30 de julio de 1980 aseguró el oro olímpico al superar el listón en 5.75 metros, no dudó en dedicarle un corte de mangas a los 70.000 soviéticos que abarrotaban el Estadio Lenin de Moscú y que no habían dejado de silbarle durante todo el concurso. Después saltaría también 5.78m para batir el segundo y hasta ahora último récord mundial de la pértiga en la historia de los Juegos. Y repetiría celebración.
La imagen de la peineta de 'Koza' corrió como la pólvora por todo el planeta, a excepción de la Unión Soviética, donde la realización vetó el vídeo y las fotografías no vieron la luz. El corte de mangas sentó como un tiro en el Kremlin al venir de un atleta de un país satélite como Polonia y por suceder en el momento más inoportuno para el régimen: 66 países liderados por Estados Unidos habían boicoteado los Juegos de Moscú después de que la URSS invadiera Afganistán en diciembre de 1979.
Las autoridades soviéticas intentaron quitarle el oro a Kozakiewicz sin éxito gracias a la mediación de Juan Antonio Samaranch, recientemente elegido presidente del Comité Olímpico Internacional: «Siempre hace ese gesto cuando gana, especialmente cuando bate el récord mundial». Sin embargo, no acabaron ahí sus problemas.
A pesar de que 'Koza' hizo la peineta como «una reacción espontánea a la hostilidad de la grada», como diciendo «podéis silbar lo que queráis, sigo siendo el mejor», el corte de mangas trascendió a lo social en Polonia. Se interpretó como un rechazo al régimen comunista, un símbolo de rebelión. La gente paraba al saltador por la calle para abrazarle, no creían su explicación ajena a la política. «Sí, sí, tienes que decir eso, pero sabemos lo que en realidad significaba», le espetaban.
Al Gobierno polaco no le hacía ninguna gracia que Kozakiewicz se hubiera convertido en un icono revolucionario, aun sin quererlo, y le hizo la vida imposible. No podían sancionarlo por la peineta, pero buscaban cualquier excusa para impedirle competir. No pudo defender su oro olímpico en Los Ángeles 1984 y, harto del comunismo, desertó en 1985 para vivir en Hannover, en la Alemania Occidental. Incluso aprovechó que los abuelos de su mujer eran alemanes para nacionalizarse y batir con 5.70 un récord que duraría hasta 1994. Para su desgracia, la Federación Polaca se guardaba el derecho a permitirle competir como teutón internacionalmente, por lo que no pudo participar en los Juegos de Seúl 1988 y se retiró un año más tarde.
En Polonia, el corte de mangas de Kozakiewicz espoleó aun más el movimiento obrero anticomunista. Dos meses después del oro en Moscú nació el sindicato Solidaridad, dirigido por Lech Walesa y apoyado por la Iglesia y el Papa Juan Pablo II. La oposición no violenta al Gobierno se fue acrecentando a lo largo de la década, Walesa ganó el Nobel de la Paz en 1983 y fue elegido presidente de Polonia en 1990. Un año antes, Solidaridad había formado el primer Gobierno polaco no comunista desde 1948. Una peineta en toda regla a la Unión Soviética.
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