El inolvidable Pollo de Rojas, figura insigne de los terreros
Su historia de superación forma parte del legado que propiciaron los grandes referentes del deporte vernáculo. Dejó un recuerdo imborrable
PEDRO REYES
Las Palmas de Gran Canaria
Domingo, 6 de febrero 2022, 01:00
El 22 de abril de 1990 en el Centro Insular de los Deportes, la lucha canaria rendía un sentido homenaje a Jose Mendoza Pérez, Pollo de Rojas, por su trayectoria deportiva durante 31 años en la lucha canaria.
En el cartel del mismo, se podía ver un resumen de cómo transcurrió su vida en el vernáculo deporte. «Nació en Gáldar, en el barrio popular de Rojas, el 11 de junio de 1945. Comenzó a luchar a los 14 años en el equipo juvenil de Gáldar, que se llamaba Guanarteme. Disputó su primera luchada en mayo de 1960, en San Isidro, contra el Fundador (posteriormente el Ramón Jiménez)».
«En 1962 pasa el Kruger, equipo representativo de Gáldar, para ser cedido una temporada al Ramón Jiménez. En 1970, y por motivos laborales, se traslada a El Aaiún y lucha en el Seven Up y el Virgen de Loreto, hasta el año 1975 que deja la práctica activa de la lucha, para pasar a las labores de árbitro. En 1977 se hace cargo del Unión Gáldar donde era entrenador y directivo. En 1987 pasa a ser el entrenador del Guaguas Municipales Tanausú, compartiendo las labores como entrenador absoluto de los senior y juveniles de Gran Canaria, con el que obtuvo el trofeo Pancho Camurria».
En el barrio de La Paterna de la capital grancanaria, en su piso de casado de toda la vida, adquirido después del regreso del Sáhara, su viuda, Chona como es conocida ya que su nombre es María Concepción y ante el aroma de un bue café, repasa su vida con el gran luchador y mandador.
«Yo lo conocí con 14 años, ya era una mujer y él tenía 18 años. En esa época estaba luchando en el equipo de Gáldar, en el Kruger. Recuerdo que era su novia, pero no podía ir al campo a verlo porque mi padre me lo prohibía porque eso no lo hacía una chica con fundamento hasta que se casara, como me decía», recuerda.
No llevó bien eso que no pudiera ver a su novio, pero todo se solucionó cuando contrajo matrimonio. «Ya más adelante nos casamos en el 77 y ya estaba en el Unión Gáldar y cogió una neumonía, cuando estaba en lo más alto de su carrera como luchador, cuando era muy considerado».
De esa época buena del Pollo de Rojas recuerda con cariño una luchada que terminó de encumbrarlo. «En las Fiestas de San Pedro de Bañaderos, se enfrentó al Pala de Tenerife. Estábamos recién casados, en aquella época el Pala era de lo mejor que había en la lucha y el Pollo de Rojas le dio las dos agarradas, además de manera clara y contundente. Fíjate que en la segunda lo tenía levantado y el Pala le pidió que aflojara, pero Pepe no lo hizo y lo tumbó. A partir de ahí, la carrera del Pala se vino abajo y dejo de ser el Pala».
En su mejor momento deportivo en la lucha canaria, el Pollo de Rojas enfermó y Concha lo rememora con cierta amargura. «Estaba embarazada de mi hijo con 5 meses y Pepe cayó en cama seis meses con neumonía y otros seis más convaleciente. Tenía 24 años y ya no valía para luchar, quedó bastante mal después de la enfermedad, ya no era el mismo».
Las vueltas de la vida y un tema laboral, le hacen que por ese motivo se tengan que marchar al Sahara. «Nos fuimos para África por tema del trabajo, ya que la fábrica donde trabajaba quebró. Allí volvió a intentar luchar, y estuvo en un par de equipos, pero vio que no podía, porque los pulmones no le respondían y no aguantaba las agarradas. Hizo un par de años solamente y lo dejó, para seguir como árbitro».
De regreso a Gran Canaria siguió otro par de años en el arbitraje, hasta que le pidieron que fuera mandador en Gáldar y eso cambió su vida, porque le permitió seguir unido al vernáculo deporte en otra faceta, aunque no fuera como luchador.
«Demetrio Suárez se lo llevó de entrenador después al Gáldar muchos años, no sé decir cuantos, y para nosotros fue una buena época. Al final, como no había dinero, Demetrio le pagaba la gasolina, aunque sea, para que fuera a entrenar y me consiguió un trabajo en el siquiátrico. Fui a hablar con él y le dije que era costurera. En dos meses me llamaron para trabajar. Yo lo bendigo y que nadie me lo toque, porque le debo que pudiera trabajar y me ha permitido tener ahora una estabilidad económica que, sin ello, hubiera sido muy complicado».
Otro cambio en su vida fue la crisis económica del Gáldar que posibilitó que aceptara la oferta que le hicieron para entrenar en la capital grancanaria, donde residía.
«Pepe tuvo una buena oferta para entrenar al Guaguas Municipales, le daban 25.000 pesetas. Fue a hablar con Demetrio y le explicó la situación. No le puso problemas y le dijo: 'Pepe, no hay más que hablar, tú consígueme un entrenador para el Gáldar y vete al Guaguas'. Entonces habló y preparó a José Pérez, que hace poco estaba en el Ramón Jiménez. Habló con José Pérez y le dijo que le parecía el más adecuado para el cargo, quedándose en el Gáldar y él pudo entrenar aquí en Las Palmas».
Además de mandador del Guaguas, su fama y buen hacer en el equipo capitalino, hizo que le nombraran por parte de la federación, seleccionador por Gran Canaria tanto en categoría senior como juvenil. En el año 1989 cayó en coma con por una enfermedad y en agosto del 90 falleció a los 45 años, justo cuatro meses y dos días después del homenaje que le había rendido la lucha canaria.
«A pesar de su apariencia, era una persona muy divertida y también gastaba muchas bromas y hacerles perrerías a los luchadores, como quitarle los colchones. Eso sí, lo hacía con sus cómplices, Coruña y Quintana. Me contó que un día, en una luchada con el equipo en Lanzarote y mientras los luchadores estaban de fiesta en la noche, le llenaba los somieres de pasta dental y azúcar. Un día uno llegó un poco perjudicado por el alcohol y se echó en la cama sin darse cuenta. Al día siguiente no pudo luchar porque tenía el somier metálico señalizado en su cuerpo y por las molestias», recuerda su viuda.
Preguntado cómo era el Pollo de Rojas, decía que tuvo suerte en la vida. «Al margen de lo que yo sé, que era una persona maravillosa, la gente me cuenta cosas buenas de él. Era una buena persona. En el Guaguas, él cogió a unos chicos de aquí, del barrio y los llevaba a entrenar y después los invitaba a comer. Lo que ganaba en la lucha se lo echaba en el bolsillo, porque el dinero de casa lo administraba yo. Fue una persona espléndida, nunca fue un tacaño. Salía a tomarse una copa por Gáldar después de una luchada, íbamos a los bares, yo una coca cola y él su cerveza. Muchas veces invitaba a la gente de cada bar que entraba. Otras veces era al revés, porque nos íbamos para casa y no había pagado nada».
En su vida con José Mendoza, Chona fue feliz. «Estuve 23 años casada con él, pero siempre fue una buena persona en todos los aspectos. Tuve que tener mucha paciencia en el último año de su enfermedad, pues había momentos en que deliraba, pero era un hombre muy querido y se le tenía gran aprecio además que el tiempo que luchó fue un magnífico luchador».
Pasan los años pero quienes le conocieron y supieron de su entrega y generosidad por la lucha canaria le mantienen presente en la memoria. Es de justicia.