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Puede el Real Madrid escudarse en las secuelas de Filomena, en la polémica de los viajes, en la semana fuera de casa que han estado sus jugadores, en la mala suerte por los disparos a la madera de Marco Asensio o en el mayor descanso del Athletic para preparar la segunda semifinal de la Supercopa, pero serían excusas de mal perdedor o equipo pequeño. El campeón no podrá defender el título el próximo domingo ante el Barça en La Cartuja de Sevilla porque tiró la primera parte, fue superado tácticamente por los leones, revitalizados por Marcelino García Toral, no se mostró contundente en las áreas, fue menos intenso que su rival y Zinedine Zidane falló en las soluciones desde el banquillo. Vuelta a las andadas y monumental enfado entre los merengues, que le afean al entrenador hasta que sonriera con su colega Marcelino García Toral tras caer derrotado en Málaga.
Es cierto que se trata de un torneo menor, si bien la Federación le ha dado más realce con el nuevo formato estrenado el curso pasado en Arabia Saudí, donde los blancos se coronaron campeones al vencer en la final al Atlético por penaltis, pero la Supercopa deja tocado de nuevo a Zidane y a varios jugadores, con el belga Eden Hazard a la cabeza por su nula aportación tras muchos meses de espera. Llegó con 28 años, tiene ya 30 y, de momento, solo ha sido noticia por su alto coste (160 millones en tres plazos), sus lesiones y el sobrepeso. No es ni la sombra del desequilibrante jugador del Chelsea.
Zidane asume que para los equipos grandes la Supercopa resta mucho y apenas suma. No es un título para sacar pecho, pero sí que te lo puede golpear. Superado con sobresaliente un momento crítico con esas victorias de prestigio ante el Inter, el M'Gladbach y el Atlético, el galo se presentaba en La Rosaleda con dudas por el juego de las últimas semanas y por los empates ante Elche y Osasuna. Y ha salido de la Costa del Sol otra vez cuestionado.
Terminado el choque ante el Athletic, Florentino Pérez visitó a a jugadores y técnico sin mostrar el enfado de otras eliminaciones y dando a entender que, obviamente, la Supercopa no es un objetivo prioritario. Pero la procesión va por dentro. Zidane y su equipo han suspendido un examen parcial, pero las notas del curso irán en función de las grandes reválidas en la Liga, donde está a cuatro puntos del Atlético pero con dos partidos más, y en la Champions, donde en teoría el Madrid tendría que superar el cruce de octavos ante el Atalanta y a partir de ahí soñar.
Zidane centra la críticas por ser el máximo responsable y mostrar poca cintura táctica, pero los jugadores son culpables de la indolencia mostrada en el primer acto y del poco liderazgo exhibido en la reacción, con Marco Asensio como única gran referencia ofensiva. El regreso del balear a un nivel cercano al de antes de su grave lesión fue la mejor noticia de un Real Madrid que bien pudo empatar pero también sufrir una derrota más abultada porque Iker Munain dispuso de una ocasión pintiparada para el 0-3 y Courtois salvó un mano a mano con Villalibre.
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José Manuel Andrés
En los rácanos empates ante Elche y Osasuna, de esos que te hacen perder ligas, ya se veía que el equipo se gripaba de nuevo, pero Zidane insistió en su once tipo. Es verdad que hay mucha diferencia entre titulares y suplentes y que en esta campaña cada vez que ha rotado ha sido castigado, pero algunos jugadores pedían a gritos un descanso y otros una oportunidad. El madridismo se pregunta qué ocurre con Fede Valverde, Vinicius, caído en desgracia desde que jugueteó con el teléfono móvil mientras Zidane daba la charla previa al choque del curso pasado ante el Manchester City, o con el desaparecido Odegaard.
Ante el Athletic, Zidane movió el banquillo antes de lo habitual pero sin tino. No asumió riesgos, ya que fueron cambios de jugador por jugador o posición por posición. Su sorprendente error final fue quitar a Benzema en el 88' para que entrase Mariano. Adujo Zizou que buscaba frescura, pero si ese es el motivo no se entiende que la sustitución fuera tan tardía.
No existe en el Madrid la tensión que hace un año sufría el Barça, hasta el punto de que Ernesto Valverde fue destituido tras caer precisamente en la Supercopa, pero los repetidos tropezones ligueros y la eliminación ante el Athletic dejan de nuevo el futuro de Zidane en el aire. Y más si los grandes beneficiados pueden ser los culés y los colchoneros, eternos rivales.
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