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Josep Maria Bartomeu. Efe
Bartomeu, el presidente sin carisma
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Bartomeu, el presidente sin carisma

Sin crédito entre los jugadores e impopular para los socios y aficionados, se obsesionó con protegerse de las críticas monitorizando las redes sociales con contratos confusos en unos últimos años de deriva absoluta

P. RÍOS

BARCELONA

Lunes, 1 de marzo 2021, 15:32

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Josep Maria Bartomeu, de 58 años, ha sido el presidente del FC Barcelona más impopular de los últimos años, el primero en sufrir el enorme impacto negativo que se puede generar a través de las redes sociales en la imagen personal de un dirigente. Un hecho que le acabó obsesionando tanto que le terminó costando el cargo al tomar decisiones deportivas en función de los mensajes que leía y al contratar una empresa de monitorización de contenidos con facturas sospechosas y órdenes confusas de desprestigiar a rivales del entorno del club e incluso a empleados (jugadores, por ejemplo) con litigios contractuales, además de crear corrientes de opinión favorables. Nunca tuvo carisma y no pudo comprarlo, pero está pagando el hecho de intentarlo.

Dimitió el 27 de octubre de 2020 tras una moción de censura que inició un largo proceso electoral que concluirá este domingo 7 de marzo con el pulso en las urnas entre Víctor Font, Toni Freixa y Joan Laporta. Para entonces ya era una caricatura sin autoridad sobre los jugadores, a quienes les consintió todo deportiva y económicamente con una relación supuestamente entrañable (era 'Nobita' en las celebraciones de 2015 por su parecido con un personaje de dibujos animados), pero que acabó siendo nociva para el club. Cuando quiso tomar decisiones ya era tarde porque no había dinero para indemnizaciones y tuvo que soportar que se rieran de él en su propia cara, como cuando en la despedida de Luis Suárez, al ser preguntado sobre si tenía que reprocharse algo, el uruguayo le señaló con la cabeza, entre las risas de sus ya excompañeros, pero todavía jugadores de Bartomeu: «¿A mí o a...?». Ha habido declaraciones más hirientes hacia él, pero ese día fue la escenificación definitiva de su falta de crédito absoluta.

«La verdad que hace tiempo que no hay proyecto ni hay nada, se van haciendo malabares y van tapando agujeros a medida que van pasando las cosas», lamentó Messi en la entrevista de 'Goal', señalándole directamente por la crisis deportiva e institucional del último año y medio, agravada por la pandemia del coronavirus. El del argentino, eso sí, fue el último pulso ganado por el expresidente, que le impidió dejar el club en agosto cuando el '10' solicitó marcharse a través de un burofax con una interpretación interesada de su contrato.

También Piqué le dejó contra las cuerdas cuando explicó: «Si alguna vez hemos mandado es porque nos han preguntado. Porque los que tenían que tomar decisiones no las tomaban y delegaban. Al final, el jugador está ahí para jugar al fútbol. Cuanto menos decida, mejor». Y todavía fue más lejos: «Hay veces que puedes molestar a la gente, pero hay que tomar decisiones para que el barco acabe en buen puerto. Hubo momentos puntuales en los que se necesitaba un poco más de liderazgo, de dar la cara. Siempre he tenido un trato amable y cordial. Como persona considero que no tiene maldad, pero una cosa es ser amable... Tienes que tener dotes para liderar un club como el Barcelona que es un transatlántico».

Ascenso y caída

Empresario especializado en obras de ingeniería para puertos y aeropuertos, exjugador de baloncesto en la posición de base en categoría juvenil, llegó al club con Sandro Rosell en la junta directiva de Joan Laporta en 2003 como vocal y responsable de las secciones de baloncesto, balonmano y hockey, pero se fue, también con Rosell, peleado con Laporta en 2005. Cuando Rosell ganó las elecciones en 2010, volvió como vicepresidente deportivo hasta 2014, momento en el que se convirtió en presidente. Primero lo hizo como relevo legal de Rosell, quien dimitió por sus conflictos judiciales, y en 2015 ganó unas elecciones en las que peligraba su continuidad, pero en las que se benefició del triplete del Barça de Luis Enrique.

La fuga de Neymar al PSG en 2017 acabó siendo su cruz. Con aquellos 222 millones de euros de su cláusula de rescisión enloqueció pagando fichajes con precios inflados, como los de Dembélé y Coutinho, y abonando sueldos desorbitados a los cracks. Se encabezonó en 2019 en contratar a Griezmann por un dineral pese a que lo había dejado tirado en 2018 y ya se enemistó totalmente con los pesos pesados del vestuario, que hicieron lo que quisieron sin disciplina de club. Despedir a Ernesto Valverde en enero de 2020 con el equipo líder y sin tener un sustituto confirmó su deriva, con una viaje improvisado del club a Catar para convencer a Xavi Hernández sin suerte y un recurso incoherente al firmar a Quique Setién.

El cisma con la plantilla, consentida como nunca pero ya reaccionaria, era total y el 2-8 ante el Bayern ya le dejó en la lona mientras el 'caso de las redes sociales' le golpeaba a nivel interno, con investigaciones de los precios exagerados que se pagaron para saber quién hablaba mal de él y si eran grupos organizados, por ejemplo. En juego había mucho dinero, como las construcciones del Nuevo Camp Nou y del Espai Barça, y quería estar seguro de que las campañas de desprestigio hacia su persona no le sacaran antes de tiempo del cargo por las consecuencias que eso pudiera tener. No lo logró. Se seguirá hablando de él. Y no bien.

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