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A pesar de que el salto brutal y el cabezazo imponente de Mikel Merino les despertó del sueño, les provocó una gran amargura y reventó de manera dramática las aspiraciones de la 'Mannschaft' en su Eurocopa, los anfitriones intentan poner al mal tiempo buena cara y pensar en positivo con el horizonte del Mundial a dos años vista en Estados Unidos, México y Canadá.
«Espero que esta simbiosis entre los aficionados y la selección nacional pueda darse también en el seno de nuestro país, que entendamos como sociedad que podemos crear algo, que podemos mover cosas», reflexionó Jules Nagelsmann tras una derrota que consideró injusta. El joven técnico de la 'Mannschaft insistió en ese mensaje el fútbol como elemento de unión y pacificación.
«Lo que se le reprochó a la selección en el pasado, que sus jugadores no querían ganar, que no mostraron suficiente voluntad para vencer, creo que en esta Eurocopa no se pudo ver ni un segundo», abundó. «Los futbolistas invirtieron todo en el campo. Les dije que se debían llevar eso con ellos, que somos un país donde se dice demasiado en muchas situaciones, mirando las cosas desde una perspectiva muy oscura».
La decepción es enorme, pero en general la prensa subraya que Nagelsmann y su equipo se despidieron con la cabeza alta ante sus seguidores en el Arena de Stuttgart, el remozado Neckarstadion de toda la vida. Un recinto con especial simbolismo para la 'Mannschaft', ya que disputó ahí ante Suiza el primer partido tras la Segunda Guerra Mundial y también después de la caída del Muro de Berlín y la reunificación alemana.
Como pone de relieve, por ejemplo, 'Frankfurter Allgemeine', «el trayecto del anfitrión llegó a su fin de manera traumática después de tres semanas de ilusión desmedida con partidos de festivales de goles y buen ambiente». Nada que ver con la depresión sufrida en los últimos años, con estrepitosas eliminaciones en la fase de grupos en las dos Copas del Mundo anteriores y un 2023 de pesadilla, su peor curso desde 1964, con seis derrotas en once partidos amistosos disputados.
Tras el despido de Hansi Flick en septiembre pasado, en medio de una concentración, Nagelsmann tomó el testigo con solo 36 años, con un contrato inicial hasta la Eurocopa y que ya fue renovado hasta ese Mundial de 2026. El gran golpe del niño prodigio de los banquillos alemanes fue convencer a Toni Kroos, retirado de la selección desde la Eurocopa de 2021, para que regresara al mando de la sala de máquinas. La brújula del Real Madrid aceptó el encargo. De menor envergadura, otra variación introducida por Nagelsmann fue cambiar de posición a Joshua Kimmich, situándolo de nuevo de lateral derecho en lugar de mediocentro. Además, dejó de contar con vacas sagradas como Mats Hummels o Leon Goretzka para dar la alternativa a nuevos jugadores.
En los próximos retos no estará Kroos, retirado por España como aventur su excompañero Joselu Mato. «La carrera de Kroos no se puede evaluar lo suficientemente bien. Lo que ve todo el mundo son los éxitos que ha tenido, pero como jugador alemán es algo único, alguien para la eternidad», elogió Nagelsmann sobre el metrónomo de Greifswald. Tal y como reconoció el propio exmadridista tras la caída, fue un adiós «muy amargo». No pudo gobernar la situación como acostumbra, rozó la expulsión y lesionó a Pedri. Pésimo final, impropio de uno de los mejores centrocampistas de siempre.
Tras caer, insistió en ese mensaje de Nagelsmann sobre la semilla plantada para la reconstrucción. «Ahora lo que tenemos reciente y lo que más pesa es la eliminación. Teníamos como objetivo este torneo y no lo hemos podido conseguir. El sueño que teníamos acabó. Hemos jugado un buen torneo, pero cuando estás tan cerca, ser eliminado de esta manera es amargo. Todos podemos estar orgullosos de lo que hicimos. Me alegro de haber podido ayudar, creo que hemos conseguido devolver la esperanza al fútbol alemán y hemos mejorado. El equipo seguirá haciéndolo en el futuro, aunque ahora estemos muy tristes porque nos hubiera gustado seguir un poco más».
Kroos, al menos, evitó poner la excusa de ese posible penalti por mano de Marc Cucurrella, despegada pero involuntaria a juicio del inglés Anthony Taylor y del árbitro de VAR. Una jugada que sí provocó quejas de Nagelsmann y un análisis algo más profundo del técnico. Pidió incluso que se trabaje para implantar la inteligencia artificial con objeto de poder decidir mejor y de forma más fiable esas jugadas tan interpretables.
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