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IGNACIO S. ACEDO
Las Palmas de Gran Canaria
Martes, 8 de diciembre 2020, 00:00
Lleva toda la vida en el baloncesto, disciplina de la que es un sabio, tuvo vinculación, y además exitosa, con el Granca y si decide quedarse en el anonimato es más por respeto y sensibilidad a la entidad que por lo que le pide el cuerpo, que es «decir cuatro cosas» a propósito de lo que está presenciando en esta temporada. Aún así, accede a hacer una reflexión, lapidaria a más no poder: «Siento que nos ha robado el sentimiento de pertenencia al club, que ya es irreconocible. Un equipo perdedor, una directiva inexistente, un entrenador incapaz y un campeón del mundo como Beirán, al que la afición adora por su entrega, carisma y profesionalidad, apartado y marginado por argumentos ridículos. Me dicen esto hace unos meses y no me lo hubiese creído. Imposible dar más vergüenza. Se salvan porque la afición no puede ir al Arena...». Ahí se queda.
La realidad del Granca, efectivamente, duele y ya hace obligatoria la toma de decisiones. El parcial 2-10 en la Liga Endesa tras la paliza en el Palau convierte el encuentro del próximo domingo ante el Fuenlabrada es un asunto de vida o muerte para la permanencia de Porfi Fisac en el banquillo. Sin contabilizar el entremés europeo de mañana, una nueva derrota en la competición doméstica precipitará el despido fulminante del técnico, cuya gestión del vestuario ofrece mil sospechas y al que los números le ponen en la frontera. No son pocos los jugadores que han deslizado que su discurso ya no llega, dolidos, de igual manera, por sus maneras con Beirán, un tipo del que todos en el vestuario hablan maravillas. También le afean un autoritarismo que ven innecesario y hasta postizo, redundando de nuevo en el asunto abierto con Beirán, cuya aportación en la cancha podría haber evitado más de alguno de los sainetes protagonizados. Que Scariolo lo tenga en cuenta para la selección y que aquí le hayan vaciado hasta la taquilla constituye un canto al disparate, más cuando el Granca se desangra y lleva semanas anclado en el sótano de la tabla.
La destitución de Fisac divide a la directiva que preside Enrique Moreno, retratado por su silencio y condescendencia en la humillación que está viviendo uno de los pocos nombres propios que mantiene su ascendencia en la grada. Moreno sabe que es imposible mantener en el cargo a un Fisac ya superado, aunque también admite que optar por un relevo en el banquillo mancillaría la gestión de Willy Villar, el hombre que vino para hacer olvidar en los despachos a un Berdi Pérez añorado ahora más que nunca. Villar es el gran valedor de Fisac y ha unido su legado al segoviano. Fulminarlo ahora proyectaría sobre él otra tonelada de dudas, un efecto dominó devastador en un Granca ya fracturado y que está a punto de romperse. Y no es menor el componente económico: Fisac firmó en julio por dos temporadas e indemnizarle comportaría el pago íntegro de sus honorarios, además de tener que hacer frente a la contratación de un sustituto. Una puñalada al equilibrio financiero de una institución que tiene judicializados los despidos anteriores de Katsikaris y el mencionado Pérez.
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