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Rocío Molina y el guitarrista Rafael Riqueni, en un momento de 'Inicio (Uno)'. C7

Rocío Molina: «Confío en el cuerpo porque las bailaoras lo conocemos y ahí está la verdad»

La artista, reciente León de Plata de la Bienal de Venecia, protagoniza este sábado con Rafael Riqueni el espectáculo 'Inicio (Uno)' en el Teatro Cuyás

Victoriano Suárez Álamo

Las Palmas de Gran Canaria

Sábado, 12 de febrero 2022, 01:00

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La bailaora y coreógrafa Rocío Molina (Málaga, 1984) es una estrella pero también es humana. Está considerada como uno de los mayores exponentes del nuevo flamenco, hasta el punto de que hace unos meses fue galardonada con el León de Plata de la Bienal de Venecia. Pero eso no impide que atraviese crisis creativas de calado, como reconoce con naturalidad mientras presenta en el Teatro Cuyás de la capital grancanaria el montaje 'Inicio (Uno)', que protagoniza este sábado, a partir de las 19.30 horas, junto al guitarrista Rafael Riqueni.

«Estaba en una crisis creativa. La primera que he tenido. Muy fuerte. Necesitaba deconstruir y deshacerme como artista. Quería bailar y punto. En mi casa y en el tablao. No tener las presiones que acompañan a la ruptura. Estaba en una oscuridad creativa, sin ilusión por generar. Solo quería bailar. Producir no me hacía bien. Mi cuerpo no quería moverse. Empecer a escucharme», apunta la artista.

ALGUNAS REFLEXIONES

  • El camino a seguir «No hay que tener miedo de ir hacia adelante o hacia atrás. Lo importante es recordar por qué te gusta moverte».

  • Crisis «Necesitaba deconstruir y deshacerme como artista. Quería bailar y punto».

  • Riqueni «Rafael y yo compartimos pasión. Desde siempre ha sido mi guitarra. Somos dos enamorados».

  • La obra «Es un baile muy natural, como el de un recién nacido, sin presensiones de ser un espectáculo».

La salida que encontró fue clara y, aunque dice que no es nadie para aconsejar, desvela su receta: «Hay que confiar en el cuerpo, es lo que tenemos que hacer las bailaoras, porque es lo que conocemos y en el cuerpo está la verdad. Ir hacia adelante o hacia atrás y no preocuparse por tener miedo. Lo importante es recordar por qué te gusta moverte».

En su caso, puso en marcha una trilogía cuya primera parada presenta en el recinto de la calle Viera y Clavijo. «Rafael Riqueni y yo compartimos pasión. Desde siempre ha sido mi guitarra. Somos dos enamorados y él es mi principito. Me dice: ¡mi niña! La vida nos ha unido ahora. Si no se ha visto toda mi trayectoria anterior, este espectáculo es un punto extraño, como un cuerpo nuevo. Llegué a unos límites y aquí hay una ruptura. Es un baile muy natural, como el de un recién nacido, sin pretensiones de ser un espectáculo, una obra. No tiene aspectos conceptuales. Sin embargo, se nota lo acumulado, mis vivencias y mis límites», asegura.

Así, confiesa, 'Inicio (Uno)' se convierte en un canto bailado de amor hacia la música que desprende la guitarra de Riqueni. «Es una obra romántica literal, dedicada al afecto y la admiración que nos tenemos. Somos dos niños. Incluso Rafael, a pesar de su trayectoria, se convierte en un niño y así nos encontramos. La obra no tiene nada especial, carece de grandes elementos y de una intención racional. Solo cuidamos la admiración y el afecto que nos tenemos. Bailo su música de forma libre, casi improvisada, porque no tiene valor lo que yo haga, no importa la coreografía. En otras ocasiones he sido muy técnica, muy precisa, porque me encanta la precisión, pero aquí me lanzo a este vacío porque confío 100% y en el amor que tengo hacia la música que hace Rafael, no solo a su guitarra. Eso me coloca en una órbita diferente, me lleva a un lugar distinto», puntualiza.

La crisis creativa y esta nueva Rocío Molina que nace en 'Inicio (Uno)' descubrió «un nuevo cuerpo» más allá de los cambios físicos que experimentó por la maternidad. «Necesitaba descubrir ese nuevo cuerpo y lo hice a través de la guitarra de Rafael. Volver a recordar por qué yo bailaba, el lugar en el que soy feliz desde niña. Este espectáculo fue una explosión de amor efervescente, de mucha diversión y fuego».

La segunda entrega de la trilogía fue 'Al fondo riela (Lo otro del uno)', junto a Yerai Crotés y Eduardo Trasierra, y el broche final lo puso con 'Vuelta (Uno)', con el que culmina esta travesía que a nivel personal entiende que es «infinita».

Rocío Molina y la consejera de Cultura, Guacimara Medina, este viernes. alejandro quevedo-cuyás

«Cada vez me alimento más de la tradición y lo hago con mucho cariño y admiración»

Rocío Molina es una referencia dentro de la generación actual que ha abierto el flamenco hacia nuevas influencias y tendencias escénicas. Pero eso no impide, dice la bailaora y coreógrafa andaluza, que beba del pasado y lo respete. «Cada vez me alimento más de la tradición y lo hago con mucho cariño y admiración Es algo súper extraño. Cuando parece que mi cuerpo más se enrarece, más miro hacia la tradición. También lo hago como una forma de desapego, de que no me vuelva hermética», apunta.

«A veces hay que alejarse de los códigos flamencos y eso es muy divertido. Lo que nos permitimos es estirar los códigos. No es nada nuevo en el flamenco lo que pasa es que hubo un tiempo en el que se volvió todo más hermético. Y eso nunca había sido así, todo desde el principio era inspiración pura», subraya la artista.

Por naturaleza, admite, «siempre» está «cambiando y mutando». «Lo he hecho de pequeña sin darme cuenta. Incluso creando esta trilogía, que se puede decir que es mi parte más clásica, tenía fugas de la anterior Rocío. Porque soy yo, siempre me ha gustado ser transgresora y el vértigo que se siente». Eso sí, aclara que los montajes los afronta «desde el cuerpo», aunque haya otros creadores que lo hacen atendiendo «a los elementos». «Lo importante es llegar a la verdad, que es lo que más cuesta. Todo tienen que tener sentido y no se trata de rellenar por rellenar», dice quien estrenará una nueva creación, con tintes vanguardistas, el próximo 27 de julio en la Bienal de Venecia.

Asume con orgullo el León de Plata concedido en esta cita internacional, aunque reconoce que el aluvión de entrevistas concedidas la ha descolocado. «Es algo que no gestiono tan bien, lo mío es bailar», dice entre risas.

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