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Pino Ojeda entra en el canon

Pino Ojeda (1916, Teror- 2002, Las Palmas de Gran Canaria) es una de las pocas mujeres que ha entrado a formar parte del canon de la historia del arte en Canarias, una circunstancia que se puede calibrar a través de la escasa presencia de autoras en la colección de la Biblioteca de Artistas Canarios, que solo incluye entre sus 59 volúmenes seis monográficos dedicados a otras tantas creadoras: Maribel Nazco, María Belén Morales, Vicky Penfold, Carmela García, Lola Massieu y, ahora, la pintora y poeta grancanaria.

Sábado, 14 de septiembre 2019, 06:00

El estudio crítico, editado recientemente por el Gobierno de Canarias, corre a cargo de la historiadora del Arte Ángeles Alemán, quien considera a Ojeda merecedora de este monográfico por haber dejado «una obra muy poderosa, original e innovadora y porque tuvo un papel muy importante en los años 50 y 60 en las artes plásticas en Canarias».

A pesar de la relevancia que tuvo en aquella época, su faceta plástica es mucho menos conocida que su poesía. «Siempre se consideró una poeta que descansaba pintando», comenta la crítica de arte sobre el un legado literario que eclipsó su trabajo pictórico. No obstante, Alemán subraya que siempre compaginó ambas actividades y que alcanzó su madurez como pintora en los años 60, «cuando se focalizó en crear con lacas y esmaltes paisajes abstractizados impresionantes, atormentados y oscuros, con erupciones volcánicas y páramos desolados con una iluminación especial que le daba la propia laca. Sus cuadros son luminosos –añade– a pesar de estar pintados con tonos oscuros. Eso es una aportación extraordinaria que realiza a la pintura de esos años».

Esta línea de trabajo centrada en los paisajes hechos con lacas y barnices la inició a principios de los años 60. «Antes pasó por una etapa en la que realizaba pinturas con figuras geométricas muy planas, de colores vivos y con dos características técnicas; el gouache y la encáustica en frío», apunta la profesora de Historia del Arte de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.

Su actividad plástica arrancó en 1944, una fecha fundamental en su biografía. «En ese año conoce a Juan Ismael y empieza a pintar. Al principio copia láminas. Por otra parte, ese encuentro fue fundamental porque la puso en contacto con Pedro Pinto de la Rosa el director de Mensaje, una revista que se editaba en Tenerife y en la que publica sus primeros poemas», explica Alemán.

Tras esta iniciación, Ojeda se centra en la poesía pero, a partir de 1947, cuando se instala en Gran Canaria, retoma los pinceles con brío y se matricula en la Escuela Luján Pérez. De hecho, según baraja la estudiosa, lo hizo movida por su interés en la escultura, al ser amiga y discípula del escultor Plácido Fleitas.

Estos artistas fueron los primeros de una larga lista de amistades que situaron a Pino Ojeda en el centro del ambiente cultural canario.

Otra amistad fundamental en su crecimiento plástico fue la que mantuvo con Eduardo Westerdahl, responsable de la programación cultural del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias de Puerto de la Cruz, entre 1953 y 1965. «Fue su mentor a nivel expositivo, gracias a él Ojeda fue seleccionada para participar en la tercera Bienal Hispanoamericana de Arte que se celebró en Barcelona en 1955». Entre los artistas escogidos estaban Martín Chirino, Tony Gallardo, Juan Ismael, Vinicio Marcos, Manolo Millares, Felo Monzón, Víctor Núñez y Santiago Santana; todos muy vinculados a la Escuela Luján Pérez.

Aquella exposición en Barcelona fue su segunda muestra. Luego se sucedieron muchas más, algunas en ciudades como Palma de Mallorca, Florencia, París y Madrid.

Libre.

A pesar de su implicación en el tejido cultural y de aglutinar en su casa a la intelectualidad de la época, la experta afirma que Ojeda fue siempre «muy independiente».

Por otra parte, Alemán subraya, junto a su independencia, su carácter arriesgado y aventurero, tanto en la experimentación plástica como en el mundo de los negocios.

De hecho, en 1958, Pino Ojeda abrió en la capital grancanaria, en concreto, en el número 64 de la calle Sagasta, la Galería Arte, que funcionó hasta 1969. Era su segunda singladura empresarial tras una corta aventura como librera. Desde este pequeño local de Las Canteras dio a conocer su pintura a otros artistas, «suecos y alemanes especialmente, y a múltiples y variados clientes».

De esa forma, Pino Ojeda se abrió camino para exponer en Suecia y mostrar una pintura ante la cual –decía Camilo José Cela en texto del catálogo de una muestra de la pintora celebrada en 1964 en Mallorca– , «como ante las rocas de dulce lava y de misterio amargo de su país, no caben actitudes neutras».

Su capacidad para emocionar a través de los pinceles no fue casual. El monográfico pone de relieve que Ojeda experimentó e investigó en el ámbito plástico hasta el fin de sus días, incluso con medios digitales.

Con todo, su faceta pictórica estaba empezando a ser olvidada.

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