Las 24 horas de ‘Pacheco’
Amanece en Almanzor el 19 de agosto de 2010. El reloj de la cocina de la casa del guardia civil José Pacheco marca las 07.00 horas en punto. Se trata de un regalo del abuelo Anselmo, que lo molió a palos a él y a su madre hasta que falleció. 24 horas después, el mundo de este agente se habrá desmoronado, a medida que se desarrolla Pacheco (Mercurio Editorial), la nueva novela del escritor grancanario Christian Santana (Telde, 1975), que desde esta semana se comercializa en las librerías de las islas.
Dos son los mensajes principales de esta historia que tiene como punto de partida la aparición del cuerpo destrozado de una joven dentro de un viejo establo de esta localidad ficticia del interior de la provincia de Sevilla. El primero resulta evidente. «En un día, todo se puede venir abajo o todo se puede solucionar. Todo es muy efímero», apunta el escritor mientras se toma un café en un establecimiento de la calle Cano de la capital grancanaria.
La segunda lectura de Pacheco es también lógica pero está más oculta. «Creo que la novela habla sobre la incomunicación. Es lo que le sucede, por ejemplo, al propio protagonista, Pacheco. Busqué reflejarlo en las conversaciones con su hijo. Se trata de dos personas cercanas, que viven en la misma casa, están casi solas en el mundo por determinadas circunstancias, pero son incapaces de comunicarse», apunta este doctor en Filología Inglesa y Alemana por la Universidad de La Laguna.
La situación de estos dos personajes se puede trasladar a buena parte de la sociedad contemporánea, según Christian Santana. «Cada vez es más común que la gente hable con los demás pero no se comunican. Se ha optado por un aislamiento voluntario. Resulta curioso, porque vivimos en una época en la que tenemos unas grandes posibilidades para estar informados y comunicados. Tenemos muy fácil expandirnos y ampliar nuestros conocimientos, pero todo ese exceso nos ha llevado al defecto», apunta este autor que se estrenó en la narrativa de ficción con la trilogía Trazos del destino –La ratonera de Van Gogh (2014), Artistas del odio (2015) y Desmontando a Provotz (2016)–.
Pacheco supone un cambio, tanto de ambientación como de desarrollo y lenguaje. En esta ocasión Christian Santana cuenta una historia mucho más despiadada, atroz en determinados momentos, sin artificio alguno. «He buscado ser más conciso y descarnado. También he querido alejarme de los clichés y los adornos. Aposté por ser claro, que Pacheco fuera tal cual lo imaginaba y escribía», asegura.
El punto de partida de la novela está en Lanzarote. Christian Santana desayunaba en un hotel, en plenas vacaciones, cuando comenzó a visualizar Pacheco. «Después le di forma. Cometí un error. Quise contextualizar la historia, hasta que me di cuenta de que todo eso sobraba y corté. Corté mucho. Pacheco no podía tener adornos, porque sus personajes tampoco los tienen. Sus vidas son muy duras. La casa en la que vive el protagonista con su hijo... vieja, llena de ácaros y con las paredes casi sin pintura es una metáfora de sus propias vidas», reflexiona el escritor.
Reconoce que la novela le «salió en 20 días». «Soy muy planificado. Lo anoto todo, tanto en mi vida personal como a la hora de escribir. Nunca cambio lo que pasa en las historias de mis novelas. Los cambios se producen en los diálogos y en el desarrollo de las escenas, según me lo vaya pidiendo el cuerpo», reconoce.
En esta ocasión, tuvo claro que esta historia necesitaba más diálogos y menos descripciones. «Soy de los que piensan que los diálogos permiten que el lector se meta más en la escena. Creo que permite que se aleje del autor y se acerque a los distintos personajes», explica.
Christian Santana es un apasionado de William Shakespeare. Sobre el bardo de Avon se desarrolló su primera publicación, titulada Shakespeare: un mundo de amor y locura. Por tanto, considera «inevitable» que el aroma de este genio de la literatura universal sea evidente en la trama de Pacheco.
«Es una novela muy shakespeariana, que baja a las cloacas humanas. Siempre digo que todos somos shakespearianos, aunque no lo sepamos. Además, él no inventó nada, lo que hizo fue poner el lenguaje. Su universo ya está presente en los grandes clásicos grecolatinos», comenta.
Sitúa la acción en Almanzor, una localidad sevillana ficticia. «Escogí un lugar inventado porque creo que Almanzor supone un viaje interior. Es el pueblo que tú quieres enseñar, el pueblo particular de cada uno. Se diferencia de otros lugares porque nadie se mete en las cosas de los demás. Cada uno vive en su mundo y la comunicación es casi inexistente», reconoce.
Uno de sus hermanos vive en Sevilla y apunta que eso quizás le haya influido. Pero también la idea de crear un ambiente opresivo, asfixiante en pleno verano. «Cuando asocio el calor lo hago con Sevilla. Te puedes imaginar cómo debe de ser en un pueblo interior de esa provincia. Aspiro a que el lector, cuando termine Pacheco, necesite darse una ducha, porque se ha empapado de todo ese calor y ese mundo tan opresivo», dice con pasión.
El microcosmos de Almanzor también le da mucho juego narrativo. «Es un pueblo en el que no pasa nada. Lo más complejo es que en la población vecina están en fiestas. Incluso, cuando los guardia civiles pillan a unos jóvenes en un bar bebidos y saben que han llegado en un coche, no los detienen, sino que llaman a un taxi para que los lleve a casa. Saben que si no lo hacen, el pueblo se vaciará aún más. A ese bar acuden a enterarse de lo que ha sucedido la noche anterior, mientras se toman un café. Es un modo de vida muy distinto al de la ciudad», reconoce.
Pacheco se presenta este jueves, día 29, a las 20.30 horas, en el palacete Rodríguez Quegles de la capital grancanaria. Christian Santana estará acompañado en este acto por el periodista Sergio Sánchez Rivero.