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Alexis Ravelo. JUAN CARLOS ALONSO
«Si el libro que escribes no molesta a nadie es un libro inútil»

«Si el libro que escribes no molesta a nadie es un libro inútil»

'Si no hubiera mañana', la sexta entrega del emblemático Eladio Monroy, ya está en las librerías. Alta novela negra con realismo social ubicada en Gran Canaria

David Ojeda

Las Palmas de Gran Canaria

Domingo, 20 de junio 2021, 02:00

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Eladio Monroy está de regreso. El personaje que el escritor grancanario Alexis Ravelo creó hace 16 años vuelve a verse envuelto, contra su voluntad, en una trama criminal que llevará al lector por distintos rincones de Gran Canaria. Una historia de 'amores' que resultó estar en el centro de una singular investigación entre traficantes de drogas, políticos de ultraderecha, corrupción policial y unos personajes secundarios que ya son tan imprescindibles como el propio Monroy. Siempre dejando al lector un conjunto de huellas que llevan hasta esas aristas criminales y poco éticas que en sus personajes de ficción llevan el eco de historias reales y más próximas a nuestro entorno de lo que en apariencia parecen.

-Vuelve Eladio Monroy tres lustros después de su nacimiento literario. ¿Alguna vez pensó que el personaje tendría tanta aceptación y recorrido?

-Al crear a Eladio el personaje ya tenía una edad mayor de lo que yo soy ahora, porque mi idea era escribir una sola novela. Había publicado varios libros de relatos pero la novela no salía. Entonces al crear el personaje me di cuenta de que podía escribir una novela negra y que eso podría empujarme. Y funcionó muy bien. En aquel entonces tenía como editor a Jorge Liria y quería que me publicara 'La noche de piedra'. Llegamos al acuerdo de que me la publicaba pero si escribía otra de Eladio, porque gustó mucho la primera. Y así fue como fue cayendo la serie. También me di cuenta de que Eladio me venía muy bien para denunciar ciertas realidades que me parecen molestas. Hacer justicia poética, que en el fondo no es ninguna forma de justicia.

-Eladio envejece al paso al que la saga crece. ¿Seguir haciendo verosímiles sus apariciones es el mayor reto a la hora de abordar una nueva entrega?

-Claro. En novela negra puedes optar porque el personaje no envejezca, que es lo que hacía Vázquez Montalbán con Carvallo o González Ledesma con Méndez. Es algo que lo hace parecerse a un personaje de cómic, como en el caso de Corto Maltés. Yo prefiero tomar la opción más realista que en España tomó Juan Madrid con Tony Romano o Henning Mankell con Wallander en Suecia, donde el personaje se hace mayor y su entorno se desarrolla. Además, como pensé que era solo para una novela Eladio ya estaba talludito. Han pasado muchos años y ya tiene sesenta y tantos. Ya no puedes hacer que esté todo el día del tingo al tango, repartiendo hostias o llevando al suelo a tipos de gimnasio que podrían ser sus nietos. Por eso te las tienes que ingeniar para que las coreografías de acción sean más verosímiles. Él tiene lo que tiene, que pelea sucio. Un tío astuto y marrullero y en las escenas de acción siempre tira de sus recursos. Eladio no es James Bond ni lo sería nunca. Evidentemente no puedes hacer que haga las cosas que hacía en las primeras novelas. Y se va notando en estas últimas que la acción es más reposada y el trabajo de investigación prima. Y también es verdad que junto a Eladio yo también me he hecho mejor y he entendido que la acción se mueve a veces mejor con una reflexión que con un diálogo rápido.

-¿Quién ha envejecido peor, Eladio o el mundo al que se enfrenta?

-Esa es buena pregunta. Yo diría que el mundo. Eladio ha mejorado en muchos aspectos morales o intelectuales. Cuando aparece por primera vez es un tipo desagradable. Tendía a la homofobia o al machismo. Por eso han ido cobrando importancia en la serie personajes como los de Paula y Mónica, su hija y su compañera, o el de su pareja Gloria. Que al principio era un personaje más tradicional de mujer ángel, que está ahí para curarle las heridas al antihéroe. Él, a medida que crecía, ha ido madurando y ampliando perspectiva. Creo que ahora es mejor persona que en la primera novela. Pero el mundo al que se enfrenta cada vez está peor. Desde las primeras novelas siempre se hablaba de los pecados ocultos de las élites poderosas, la corrupción y los comportamientos poco éticos. Y hemos ido a peor. Sus estrategias se han refinado. Es mucho más complicado denunciar un caso de corrupción. Lo hemos visto en casos recientes, como ese policía que junto a su equipo estaba denunciado la trama Gürtel y lo han pasado mal tardando años en poder testificar. Eso hace unos años al llegar a los medios de comunicación hubiera despertado indignación pública y ahora todo se relativiza. Se nos ha hecho un callo con la corrupción. El mal es una hidra con tantas caras que al final no sabemos a por cuál ir.

-Eso es algo que vemos en 'Si no hubiera mañana'. Como esas capas se van superponiendo y se acaban infiltrando en todos los estratos de la sociedad...

-Esa corrupción en España antes siempre tenía que ver con las élites. Yo antes decía que teníamos suerte porque sabíamos que teníamos corrupción pero solo arriba del todo. Que la policía, los jueces o los fiscales estaban limpios. Cuando escribí mis primeros novelas siempre pensaba que eran delitos de cuello blanco. Y me he dado cuenta de que estaba equivocado, que esa corrupción, de alguna manera, se ha ido infiltrando de arriba abajo. Ahora mismo, por ejemplo, tenemos un problema gravísimo con el poder judicial. Estamos sitiados. Casos recientes de fiscales que han destapado grandes casos de corrupción y han visto como se han truncando sus carreras.

-¿Por eso la construcción original de Monroy es la de un tipo escéptico con lo que le rodea?

-Eladio es un escéptico pero al final siempre se implica. Lo que pasa es que si todos nos implicáramos como él íbamos a terminar en un calabozo. En esta, como en todas las novelas de la serie, parte de una postura en la que no quiere meterse en el asunto y se quiere quedar haciendo sus potajitos. Pero al final siempre se acaba metiendo. Y cuando se mete y ve la injusticia de frente al final siempre se acaba implicando. Igual, lo que nos toca a todos es ser un poco así. Ser un poco escépticos al principio pero cuando veamos una injusticia implicarnos y decir las cosas como son. El problema es que ahora la voz pública la tienen los que intentan embarrar el discurso. Por ejemplo en redes, cuando denuncias una injusticia y te saltan 30 troles encima. De eso también se habla en el libro. De como usando un discurso público políticamente correcto o aparentemente inocuo al final se arrima el ascua a la sardina del neofascismo. En la novela aparece un partido, al que le puse el nombre de Democracia Española Nacional, que empieza por hacer la trampa de vender la moto con la primera palabra de su nombre.

-¿Cómo ha encajado ese juego? En esta novela, como en todas las suyas, podemos reconocer muchas tramas delictivas de la vida real. Como esos políticos de extrema derecha en la isla que tenían armas de forma ilegal o habían defraudado dinero...

-En la serie de Eladio siempre he tomado referentes de la realidad porque esta es la que inspira las intrigas criminales. Todas las tramas de las novelas de Eladio provienen de delitos reales cometidos por delincuentes de cuello blanco. Tú no puedes evitar que el lector las lea como una novela en clave y la relacione con la realidad. Tienes que hilar muy fino porque mi tarea no es denunciar a personas, es denunciar actitudes. Además siempre busco prácticas indeseables que creo que no son una excepción y que se suelen repetir. Y hay que hilar muy fino para que alguien que suele quedar impune no pueda sentirse atacado por la novela, te las tienes que ingeniar para que los nombres de los malos no puedan ser identificado con nadie real. Lo mismo con partidos políticos o empresas. En las novelas de Eladio hay mucho de autocensura, porque sabes que te pueden llegar a crear problemas como me ha pasado en algunas. Y yo escribo para crearme problemas, porque si el libro que escribes no molesta a nadie probablemente sea un libro inútil. Pero uno debe saber también cuáles son sus capacidades, sobre todo las económicas para pagar abogados. Y hay una cosa que es muy interesante. Porque denuncias las prácticas con otros nombres, pero los lectores saben enseguida de quien estás hablando. Y quienes se sienten denunciados en estas novelas lo entienden enseguida. Aunque normalmente no se enteran porque ese tipo de personas no leen mucho.

Alexis Ravelo reflexiona sobre una respuesta. JUAn carlos alonso

-Eladio Monroy es la cabecera de la saga, pero en esta sexta entrega siguen creciendo todos esos periféricos que forman parte de su ecosistema desde la primera obra. ¿Cómo de necesarios son para seguir dando vida al personaje principal?

-Esto es un clásico en este tipo de novelas, desde Hammett y Chandler. Son personajes facilitadores y que responden a estereotipos muy claros. Lo que pasa es que hoy en día el lector es menos ingenuo que el de los años 30. Quiere personajes que sean de carne y hueso. Entonces, en la serie de Eladio fueron surgiendo figuras como Paula, que era un personaje que motivaba acciones. Luego llegó Mónica, que es su interlocutora literaria y culinaria. Paula, su hija, ha resultado la voz del feminismo avanzado. Manolo El Comunista siempre fue el típico facilitador y ha ido creciendo con la serie. Y llegan de alguna manera a gustarme más que Eladio, porque hacen que la novela esté viva y avance. A través de ellos puedes solucionar papeletas porque informan de cosas que serían difíciles de contar. Por ejemplo, los informes que preparan Manolo y La Asamblea. Si eso lo tuviera que contar directamente Eladio serían 50 páginas más. Son personajes muy útiles. Manolo le manda el archivo y le hace un informe por teléfono y así logras despachar una trama que es muy compleja. Han ido creciendo y se han ido desarrollando. Hemos visto la intimidad de Manolo, que come de menú en los bares y escucha en su casa 'Abril en Managua' y ese tipo de cosas. Me parece un personaje muy entrañable y probablemente es el que más se parezca a mí. Un comunista viejuno que sigue escuchando a Mercedes Sosa.

-'Si no hubiera mañana' tiene tantos temas de la realidad actual que dentro de unos años sería tan fiable para recordar estos tiempos como una hemeroteca. ¿Eso es premeditado?

-Hay algo de premeditación. Y luego hay temas que mientras estas escribiendo la novela, al reflexionar sobre los debates que puedes abrir con el texto, decides que tienen que estar. A mí me interesaba mucho ese contraste entre personajes poderosos que usan discursos falsos para engañar a la ciudadanía mintiendo sobre los datos y cosificando a ciertos colectivos para convertirlos en cabezas de turcos y chivos expiatorios. El contraste de esos discursos con realidades como las de la migración, que aparecen en la novela. Esa realidad que es el drama humano como el que pasó esta semana en Órzola. Y la realidad de la inmigración es también la persona que ha venido en situación irregular y que ha logrado hacerse una vida aquí y salir adelante. Y ha ayudado a la prosperidad del país pagando con sus impuestos y contribuyendo. Y eso me apetecía reflejarlo y contribuir a normalizarlo.

Un personaje de los lectores.

La sexta entrega de Eladio Monroy confirma la relevancia del personaje entre sus lectores, casi como un camino paralelo en la consolidación de Alexis Ravelo como uno de los narradores más importantes del panorama actual. Hecho que confirma el éxito continuado de 'Un tío con una bolsa en la cabeza', su obra anterior. Ajena a su famosa saga.

¿Le resta libertad a la hora de crear una nueva historia de la serie el saber que cuenta detrás con un buen número de personas expectantes?

–Cuando te sientas a escribir un Eladio sabes que hay un tipo de lector que está esperando unas cosas determinadas. Pero siempre intentas ser libre. Poder dar sorpresas. Cuando escribo un Eladio lo que condiciona es saber cuál es la sorpresa que voy a dar. Porque hay cosas que van a estar sí o sí. Al principio Eladio no quiere el caso y luego lo coge. Empieza a investigar y parece una tontería pero luego acaban pasando cosas y la trama se complica hasta acabar con hostias como panes.Eso va en todas las novelas de Eladio.

–¿Cuánto de este personaje le sigue perteneciendo como autor y cuánto ya es propiedad del lector?

–Es verdad que ya es un personaje más de los lectores que mío. Incluso hay lectores que tienen una idea predeterminada de cómo es Eladio, incluso físicamente. Ya saben cómo se va a comportar y eso es maravilloso, porque de repente llega un momento en el que el intertexto es interesante. Ya hay hasta otros autores que han nombrado a Eladio. En 'Morir despacio' Eladio hace una ropa vieja de pulpo, porque Carlos Álvarez en 'Si le digo le engaño' hace que sus personajes pongan una receta de ropa vieja de pulpo que dicen que sale en una de las novelas de Eladio Monroy. Pero nunca la había metido así que la puse para que la novela de Carlos no mienta. Y eso me parece maravilloso. Es estupendo. La popularidad de Eladio no es un problema para nada. Es un reto. Seguir ofertando una obra de calidad con un personaje que ya es casi más de los demás que de uno mismo.

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