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Todo el mundo en el cine español conoce y aprecia a Javier Giner (Barakaldo, 1977). Director, escritor, colaborador de Pedro Almodóvar durante años y responsable de prensa de Penélope Cruz, Javi Giner es un torbellino creativo que en 'Yo, adicto' ha puesto un nudo en el estómago a sus amigos al narrar al detalle su adicción al alcohol, la cocaína y el sexo, que logró superar gracias a su ingreso en una clínica de desintoxicación en 2009. 'Yo, adicto' (ed. Paidós), que va por la segunda edición en menos de dos semanas, conmueve por su sinceridad y la ausencia de moralismos a la hora de hablar de la drogadicción.
–Es fácil identificarse con su actitud prejuiciosa cuando acude a la clínica y cree que no tiene nada en común con la gente que está allí.
–Entro en la clínica esperando encontrarme con Lou Reed y el DJ de Ibiza y descubro a gente anónima con trabajos normales: electricistas, peluqueras, camareros de bar de un pueblo de 300 habitantes… Por primera vez en mi vida me di cuenta de que, más allá de la edad, la raza o la orientación sexual, en cuanto pelas esas capas todos somos iguales. De repente, una persona con la que podría haberme cruzado de acera está diciendo exactamente lo que yo siento.
–El perfil de lo que entendemos por adictos no se corresponde con la realidad.
–Las adicciones son cíclicas. En los 80 era la heroína, en los 90 la cocaína… Ahora las clínicas están llenas de gente jovencísima enganchada al cannabis con unas psicosis tóxicas de caballo. Y luego está el juego on-line, las casas de apuestas, que diezman los barrios obreros de los cinturones de las grandes ciudades. Este último año se han triplicado los problemas de adicción. Porque un adicto no es el que se droga, sino el que no puede dejar de consumir.
–Eso se lo dijo el director del centro cuando usted ingresa.
–Sí. El problema no son las drogas, sino todo lo que escondes y de lo que huyes al usarlas. El adicto no puede tolerar la frustración. Y en la vida hay dolor. Nuestra forma de salir por patas es drogarnos, y cuanto más huyes, peor.
–Las drogas son el síntoma, no la enfermedad.
– Eso es. Yo ahora no es que tenga una gestión emocional envidiable, pero las drogas ya no son una tentación. No necesito huir de lo que siento.
–Nunca consumió cocaína sin estar borracho. Y también fue adicto al sexo. ¿Fue algo progresivo?
–En mi caso, sí. Digamos que cuanto más comes, más grande se hace tu estómago y para saciarte tienes que comer más. Mi mayor problema era el alcohol, porque a la cocaína no llegaba si no era a través del alcohol. La forma de vincularte con el exterior es a través de un sexo que cada vez es más compulsivo, anónimo y autodestructivo.
–¿Tuvo parejas durante su etapa de adicto?
–He tenido parejas al comienzo, cuando empiezo con las drogas de manera lúdica. Tampoco me diferenciaba tanto de lo que hacen miles de jóvenes los fines de semana. Inevitablemente todas aquellas parejas se fueron. Yo era alguien desquiciado. En la parte más oscura estuve completamente aislado.
–¿Alguna vez la adicción le afectó en su trabajo?
–Jamás. Ese es otro prejuicio que incluso a mí, siendo adicto, me costó entender. Yo era alcohólico y podía estar perfectamente cuatro días sin beber. Ahora, en el momento en que comenzaba no había fin. De la misma manera que cuando eres homosexual llevas el radar gay, ahora llevo el radar yonqui. Te sorprendería la cantidad de adicción que nos rodea y no somos capaces de identificar.
–¿Cómo sabe que alguien es adicto?
–Si tú a las diez de la mañana necesitas un lexatín porque no puedes con el día… Igual no es una adicción, pero es un mecanismo peligroso. Porque hay ciertos momentos en los que no quedan más cojones que tener ansiedad. O gente que empieza a beber a la una del mediodía y a las ocho siguen sin parar. Como vasco lo tienes que entender, porque lo hemos vivido. Hay un libro escrito por médicos que es la 'biblia' de la adicción, 'Querer no es poder'. Cuenta que cualquier cosa que utilices para alterar tu estado de ánimo puede convertirse en una adicción.
-Luego hay muchos adictos que no lo saben.
-Claro. Por eso soy tan pesado. Ojalá yo hubiera podido identificar que lo que me estaba pasando era una adicción, porque me hubiese ahorrado tres años de sufrimiento. Te decían que tenías mal beber o que anoche se te fue la pinza. Pero no que estabas camino de una enfermedad. Es como esas mujeres maltratadas que se dan cuenta del maltrato de las otras pero no del suyo. Yo fui a Alcohólicos Anónimos dos veces y no volví, porque pensaba que esa gente no tenía nada que ver conmigo.
–Habrá quien piense que la cocaína forma parte intrínseca del mundo del cine.
–Ese es otro prejuicio que se debe a los famosos. Pero por cada Miguel Bosé que aparece en los medios hay muchísimos anónimos que no tienen voz.
–¿Cree que si hubiera trabajado en un banco también habría sido adicto?
–Sí. La adicción no entiende de ambientes laborales. Yo he estado en la clínica con médicos, psicólogos... Es una ruleta rusa, como el covid, puedes ser cirujano y contraerlo.
–Toca fondo en una habitación de hostal con tres prostitutos tan drogados como usted, llamando a su madre para que pague la deuda de 800 euros.
–Sí. Se dice que en la vida de todo adicto hay uno o dos momentos de lucidez, un sopapo en medio de la oscuridad. Para mí fue la imagen de mi madre acudiendo al rescate. Entendí que no solo se me llevaba a mí por delante, sino a lo que más quiero: mi madre. Experimenté la epifanía de saber que necesitaba ayuda. Y tiré por el camino correcto. Si no reaccionaba, me esperaba un ataúd.
–No se trata solo de superar el mono, como hemos visto en tantas películas.
–Superar el síndrome de abstinencia es la parte física, pero eso no significa que estés recuperado. Superas el síntoma, no la enfermedad. Por eso desintoxicarse es tan lento, no puedes hacerlo en dos semanas. La verdadera recuperación es emocional. En una clínica te desmontan y vuelven a colocarte las piezas. La desintoxicación no es solo de sustancias. Yo he visto gente que pasaba veinte días internada y dejaban de consumir cocaína. A los cuatro meses volvían siendo alcohólicos.
–No ha escrito un manual de autoayuda, usted no se ha hecho santo.
–No. No soy ejemplo de nada. He escrito un testimonio en primera persona por si a alguien le puedo acompañar en su viaje. Una bengala en la noche para advertir de que lo vas a pasar como un perro, pero se puede salir. No quiero que nadie se acerque al libro pensando que le va a curar, porque los libros no curan.
un viaje difícil
tocar fondo
–¿Tenemos la información suficiente sobre las drogas?
–No. Se habla en susurros, sigue siendo un tabú. Decirle a la gente que las drogas son malas no sirve de nada. Yo no me drogaba porque pensara que fueran buenas. Falta que se hable más de salud mental y gestión emocional. De ansiedad, angustia y dolor. Tenemos que empezar a hablar con naturalidad de lo que nos pasa. Yo he recibido una educación exquisita. Y solo cuando ingreso en una clínica de desintoxicación empiezo a escuchar el lenguaje de la gestión emocional. ¿Cómo puedo saber de física y economía pero nadie me ha hablado de las emociones?
–¿Qué le ha parecido el libro a Pedro Almodóvar?
–Fue de las primeras personas en leerlo. Solo he recibido de él cariño y apoyo incondicional. Hasta me dio una frase para prensa: «Valiente, conmovedor y generoso».
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