'Ce qui reste', objetivo sin objetivo
La exposición de Laetitia Guerrier puede visitarse en la galería S/T de Las Palmas de Gran Canaria hasta el 1 de diciembre.
José Hernández Afonso
Viernes, 24 de noviembre 2023, 23:00
Edward Harvey (Edimburgo 1840- Londres 1903), naturalista miembro de la Royal Society, después de visitar Tenerife y conocer las leyendas en torno a las islas ... del poniente, escribe: «Dicen las gentes de este lugar que más allá de las islas, hacia poniente, se encuentran otras islas que no pertenecen a las colonias… Sería de gran interés para la Royal Society poder acceder a estas tierras y estudiar su naturaleza». Harvey estaba completamente obsesionado por visitar, o descubrir, estas enigmáticas islas: «Las leyendas siempre se basan en algo real, esa isla debe existir. Tantas expediciones han ido en su busca y tantos testimonios hay de su avistamiento. He de ser el primero en encontrar San Borondón». Testimonio de aquellas andanzas en torno a San Borondón —la isla al poniente— son las fotografías e ilustraciones del siglo XIX publicadas en el catálogo para la muestra 'San Borondón, la isla descubierta', que se desarrolló en 2005 a cargo de Tarek Ode y David Olivera.
No sé si por el carácter enigmático de aquellas imágenes extraídas de negativos de cristal o por el paso del tiempo, pero lo cierto es que ante la muestra 'Ce qui reste (lo que queda)' de Laetitia Guerrier en la galería S/T de Las Palmas de Gran Canaria, me han venido inmediatamente a la memoria las obsesiones de Harvey. Y en seguida imaginé a Laetitia Guerrier –fotógrafa de origen francés–, caja de cartón en mano, a la búsqueda de San Borondón y regresar cargada de imágenes estenopeicas que atestiguarían la existencia de la legendaria isla al poniente del archipiélago canario. He añadido al título original, 'Ce qui reste', con el que Guerrier da título a su muestra, 'Objetivo sin objetivo' porque la característica principal de la cámara estenopeica es que se realiza con una cámara oscura carente de lente u objetivo.
Pero lo que, sin duda, no está carente de objetivo es la entrega de nuestra artista en la búsqueda de la imagen esencial y nos dice con contundencia: «Ceci est une forêt où j´ai planté mon coeur» («este es un bosque donde he plantado mi corazón) … », y con un jocoso juego de palabras; con una ¡ê de menos, forêt' (bosque) se convierte en 'fort' (fuerte); por tanto, Laetitia ha plantado su corazón en un bosque que al perder le ê nos hará fuertes: … «un drôle de E en moins et nous voilà fort ...». Así comienza el texto explicativo de la muestra.La fotografía, en sus orígenes, perseguía representar la realidad que teníamos enfrente, pero las características técnicas, el soporte, los líquidos de revelado y el paso del tiempo fueron convirtiendo, poco a poco, la imagen fotográfica en objeto de arte en sí misma. Así, por ejemplo, el artista Luis González Palma (Ciudad de Guatemala,1957) en su obra 'El Silencio de los Mayas', realiza retratos que trascienden la mera representación del personaje fotografiado mediante un esmerado tratamiento del color, usando tonos sanguina, sepia y negro, pero sobre todo intensificando el blanco de los ojos. González Palma con sus imágenes nos transporta más allá del momento de la instantánea hacia la también legendaria, aunque real, época de los mayas.
Las obras que conforman 'Ce qui reste' de Laetitia Guerrier son un soplo de aire fresco que ha abierto la ventana del desván de mi memoria y ha desempolvado el recuerdo de San Borondón, la isla descubierta de Tarek Ode y David Olivera; 'El Silencio de los Mayas' de Luis González Palma y también me ha traído la obra de Adalberto Benítez (Santa Cruz de Tenerife 1893-1975) que compone sus fotografías en blanco y negro de tal forma que la impresión de quien las observa es inquietante. Intento razonar por qué han aflorado éstos y no otros recuerdos y no sé muy bien el motivo, pero así ha sido.
De la misma forma que los recuerdos no son del todo fieles a la realidad vivida, la imagen estenopeica tampoco lo es con respecto a los elementos fotografiados. Y esto creo que es lo que le aporta ese carácter mágico y autónomo. Quizá la caja oscura sin objetivo sea la cámara ideal para fotografiar los recuerdos y los sueños. Dar forma gráfica a los sueños y a los recuerdos sería una buena función para este objeto caprichoso que representa las imágenes invertidas y las modifica al antojo de la luz que recibe. Poco a poco voy entendiendo por qué Laetitia Guerrier se siente arropada por el cuarto oscuro. Creo que, cuando persigue con su cámara fragmentos de bosque, se siente fuerte y quizá también vulnerable, pero es allí, en el cuarto oscuro, donde se desvelan, donde se revelan sus sueños a medida que los blancos y negros de la imagen van definiendo formas nuevas, parecidas a la realidad. Aquí es donde la artista se sienta arropada y segura. Son sus recuerdos, sus sueños y sus incógnitas los que arman su objetivo.
La estructura orgánica del bosque juguetea con la luz que se cuela por el diminuto agujero del diámetro de un alfiler dentro de la cámara. El bosque que se pone patas arriba y empujado por la luz, deja su huella sobre el fondo imprimado de la cajita mágica. Previamente, Laetitia Guerrier pasea el bosque, se deja acompañar por él, lo piensa en su lengua materna –'forêt'–, le extrae la ê, lo convierte en fort (fuerte) y prepara su cámara sin objetivo para atrapar el instante. Regresa a casa consciente de que, dentro de su cajita, ese instante de bosque se ha transformado en imagen a la que sus sentidos le asignan poderes organolépticos ya que puede oler, ver, tocar, oír y casi saborear ese momento entre plantas y árboles. Pero aún quedan tareas por hacer. En el cuarto oscuro se frota la lámpara de Aladino con líquidos mágicos que harán volar las imágenes que poco a poco se irán posando en su papel. Es entonces cuando Laetitia las ordena y acomoda a lo largo y ancho del atelier; allí quedarán en reposo y serán observadas infinidad de veces, reubicadas, confrontadas entre ellas y también en diálogo a la espera de alcanzar la madurez. Es a partir de ahora cuando aparece el objetivo: presentar el fruto extraído sin objetivo, esos fragmentos de bosque que se aproximan a la realidad, pero que como los recuerdos y los sueños no son su fiel reflejo, sino que son mejores aún, pues son una realidad abstracta que permite ver e imaginar más allá.
El objetivo se cumplirá cuando ese bosque que le hace fuerte, ése que le hace soñar, que transmite olores, música, que se deja palpar y que la ha estado arropando durante todo el proceso, vuele libre y sea compartido por otras miradas que recibirán nuevas impresiones. Ahora estos fragmentos de bosque los sentimos como nuestros.
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