Costas al margen del turismo
«Mi espíritu es isleño / como las patrias costas, donde la mar se estrella / en espumas rompiéndose y en notas», clamaba Nicolás Estévanez en su poema Canarias. Y estas patrias chicas, ensalitradas y modeladas por gentes humildes al ritmo del oleaje, son las que viene retratando desde hace más de quince años el fotógrafo Rubén Acosta (Lanzarote, 1976). A partir del 26 de junio, 35 imágenes de esos rincones isleños se exhibirán en Madrid, en la sala El águila, dentro de PhotoEspaña.
«La costa afortunada la componen imágenes de poblados del litoral de Canarias que son casi desconocidos incluso para la mayoría de los canarios. Son espacios de resistencia al progreso, alejados de las rutas turísticas, situados en el límite de lo social, lo natural y lo legal. Pero, sobre todo, intento retratar un estilo de vida», señala el artista acerca de un proyecto que, inicialmente, nació por motivaciones arquitectónicas. El estilo imprevisible y anárquico de esas construcciones, muchas de ellas levantadas con material reciclado, pasó a un segundo plano cuando se percató de la particular idiosincrasia de estas comunidades que, en su origen, integraron pescadores. «Me interesaba el fuerte sentimiento de comunidad de estos pueblos. Con la Ley de Costas, están indefensos por todos lados y se unen en asociaciones vecinales muy potentes. Organizan fiestas, construyen piscinas y plazas públicas donde concurren todos», subraya el fotógrafo que cita entre sus enclaves favoritos Tufia y la costa de Gáldar, en Gran Canaria; Bocacangregjo y playa de Lima, en Tenerife; el Porís de Candelaria, en La Palma, o el Pozo de las Calcosas, de El Hierro. Este último lugar es una pequeña aldea situada en la base de un acantilado con construcciones de aire vikingo. «Curiosamente, es arquitectura tradicional canaria. Las casas están hechas con la piedra basáltica de la costa y los techos a dos aguas, con paja de centeno de la zona. Ese pueblo se ha mantenido súper aislado», explica Acosta sobre este poblado en el que no vive permanentemente nadie.
Estos núcleos autoconstruidos viven en un constante conflicto porque incumplen la Ley de Costas. «En el proyecto no valoro si eso está bien o mal. Me interesa la forma de vida. La conexión emocional de la gente que ha pasado temporadas allí es muy fuerte. A veces ven mis fotos y me dicen: yo conozco este sitio. Allí me pasé los mejores veranos de mi vida», apunta.
La serie, cuyo desarrollo se puede seguir a través de la cuenta de Instragram @la_costa_afortunada, le ha dado muchas satisfacciones al fotógrafo canario. La primera de ellas surgió tras exponer algunas de las imágenes de su proyecto en una exposición colectiva protagonizada por 16 artistas canarios en el museo Da2 de Salamanca. A raíz de esta participación, la Fundación Coca Cola le compró 15 obras de esta serie en 2014. Además, estas fotografías se han expuesto en Lisboa y en Málaga.
También Acosta está muy satisfecho del libro homónimo que ha publicado con Ediciones Remotas, gracias al apoyo del Cabildo de Lanzarote y de Transmediterránea. El volumen, realizado con la colaboración del editor Juan Valbuena y el diseñador Jaime Narváez, reúne 55 imágenes y dos textos; uno de la responsable de la colección de fotografía del Da2, Lorena Martínez del Corral, y otro suyo.
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