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Masa forestal en descomposición por la sequía.
«En el futuro veremos muertes masivas de árboles por el calor»

«En el futuro veremos muertes masivas de árboles por el calor»

Un estudio internacional recopila la primera base de datos de eventos de mortalidad forestal inducidos por el clima, desde 1970 hasta 2018, en 675 ubicaciones de todos los continentes

Miércoles, 20 de julio 2022

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Como seres vivos que son, los árboles se mueren de forma natural. Sin embargo, las condiciones climáticas de calor y sequía ocurridas en las últimas décadas han contribuido a que su mortandad se dispare. Así lo expone un equipo internacional de investigadores en un trabajo publicado en la revista 'Nature Communications'. Los científicos han creado la primera base de datos global que documenta los eventos de mortalidad forestal inducidos por el clima en todos los biomas -partes del planeta que comparten el mismo clima: mediterráneo, tropical…- a partir de la revisión de 154 estudios realizados en 675 lugares repartidos por todos los continentes, entre 1970 y 2018.

Lo que se preguntan estos expertos es: ¿Qué tan caliente es demasiado caliente y qué tan seco es demasiado seco para los bosques del planeta? Tal como ellos describen, la Tierra está compuesta por más de 60.000 especies de árboles, que son clave para la vida y un apoyo estructural y económico para la civilización humana. Sin embargo, la salud de estos bosques, vitales en el ciclo del carbono y del agua, y en el mantenimiento de la biodiversidad, está cada vez más amenazada, al igual que ocurre en otros servicios ecosistémicos.

Con el aumento de la temperatura, crece la sequía atmosférica y del terreno durante los períodos más cálidos y la vegetación sufre más estrés por calor. Como consecuencia, en los árboles se pueden observar respuestas fisiológicas severas, como un menor crecimiento, el colapso del tejido vegetal y, finalmente, la muerte. «Nuestros resultados muestran que todos los episodios de mortalidad forestal han ocurrido en años muy secos y cálidos, lo que ha la muerte de numerosos árboles adultos, que suelen ser más resilientes que los jóvenes», expresa Rosana López, ecofisióloga del Departamento de Sistemas y Recursos Naturales de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Montes, Forestal y del Medio Natural de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM).

Bosque con árboles secos.

Más allá del límite

Bien es cierto que «las plantas tienen cierta capacidad de aclimatación al calor y la sequía, pero el ritmo del cambio climático supera cada vez más su umbral de resistencia, y este límite se va a seguir sobrepasando por el calentamiento global, lo que agravará la situación y nos llevará a ver muertes masivas en poblaciones forestales en los próximos años», advierte López.

El resultado esperado a corto plazo serán comunidades de árboles simplificadas, disminuidas en altura y en frondosidad, donde sobrevivirán las especies más tolerantes a la sequía y al calor y morirán aquellas menos adaptadas a las altas temperaturas. «Se podría pensar que las poblaciones de especies arbóreas más afectadas a este aumento térmico son las de climas desérticos, por su ya de por sí poca disponibilidad de agua, pero lo que hemos visto es que este fenómeno está ocurriendo en todas las zonas del planeta, incluso en aquellas que son húmedas. En el Amazonas, por ejemplo, desde 2015 se han reportado ya varios episodios de mortalidad en áreas que, a priori, son bosques húmedos. De hecho, hemos comprobado que las especies de zonas más secas tienen más recursos de adaptación a la sequía que las de zonas húmedas. Lo que es llamativo es que el mismo fenómeno se dé en todos los biomas, a pesar de tener climas distintos, siempre a consecuencia de un aumento de las temperaturas y la sequía en años que superan el umbral de resistencia de la especie», afirma López.

Conjunto de árboles secos.

En particular, enfrentan un futuro desafiante los bosques históricos –comunidades forestales establecidas antes de 1880 que tardaron siglos, e incluso milenios, en formarse-, que sufrirán los cambios más dramáticos en cuanto a extensión, composición, edad y estructura, con consecuencias negativas a escala planetaria.

España, muy afectada

Tampoco se libran nuestros árboles más cercanos. «Los bosques y montes de la Península Ibérica son particularmente vulnerables al cambio global, como atestiguan los cada vez más frecuentes eventos de mortalidad que observamos en extensos pinares de Pinus pinaster en la meseta castellana, Pinus sylvestris en los pre Pirineos y Pinus halepensis en el sudeste peninsular. Ni siquiera el pino canario (Pinus canariensis), gran superviviente a las erupciones volcánicas, como la ocurrida el año pasado en La Palma, y que es una de las pocas especies de pino con capacidad de rebrotar, es ajeno», lamenta López.

La proyección, según las simulaciones realizadas a partir de los resultados del estudio, es que con un aumento global de la temperatura de 2ºC la mortalidad forestal crezca un 22%, y hasta un 140% si el incremento es de 4 ºC. Puede parecer exagerado, pero los autores afirman que «son proyecciones modestas». «Al fin y al cabo estas predicciones se basan en una simulación hecha a partir de una serie de parámetros concretos, pero hay factores que no hemos tenido en cuenta que podrían jugar un papel fundamental. Por ejemplo, nosotros hemos dado por hecho que el régimen de precipitaciones no cambia, pero lo que se está viendo es que cada vez llueve menos, lo que podría empeorar los resultados. Por otro lado, tampoco hemos incluido la mortalidad por incendio, pero de hacerlo el escenario sería mucho más aterrador», aclara López.

En cuanto a las soluciones, López destaca que «a nivel mundial, el planeta se está deforestando, pero a nivel europeo la superficie forestal está creciendo mucho, básicamente por el abandono de tierras agrarias. El problema es que los bosques hay que gestionarlos, tanto de forma productiva, porque necesitamos consumir papel y madera, como de manera ecológica, para conservarlos. La gestión forestal adaptativa, por tanto, se presenta como una herramienta fundamental para el futuro de nuestros bosques», afirma la investigadora de la UPM.

Gráfico de mortalidad de árboles georreferenciados en la base de datos. Los puntos están codificados por colores según el año de mortalidad. Nature

Por otra parte, los investigadores dicen que depender, en parte, de los árboles y otras plantas para capturar y secuestrar carbono, como sugieren algunas propuestas climáticas, hace que sea fundamental comprender los límites de calor y sequía que pueden tolerar los bosques de la Tierra, con el fin conocer si serán capaces de capturar las cantidades de carbono proyectadas. Especialmente, porque la muerte de los árboles impide que estos realicen su función crítica de captura de carbono y porque las plantas liberan carbono en su proceso de descomposición.

Por ello, con el fin de que la investigación continúe, la base de datos creada, alojada en el sitio web de la Red Internacional de Mortalidad de Árboles (International Tree Mortality Network) y de acceso abierto, pretende que otros científicos puedan incorporar observaciones adicionales de mortalidad forestal. «Esperamos que este documento genere un poco de urgencia en torno a la necesidad de comprender el papel del calentamiento global en la mortalidad forestal», señalan los autores. A futuro, la intención es intentar ampliar los estudios a zonas de la tierra donde la vegetación está muy poco estudiada, como el centro de África.

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