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Parte del terreno de la Sierra de la Culebra abrasado por el fuego. Jesús Diges
Consecuencias de los incendios forestales: «Sale más barato prevenir que extinguir»
Ciencia | Desastres naturales

Consecuencias de los incendios forestales: «Sale más barato prevenir que extinguir»

Las más de 30.000 hectáreas de bosque quemadas en la Sierra de la Culebra (Zamora) revelan un panorama futuro complejo agravado por la influencia del cambio climático

Domingo, 26 de junio 2022

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En los últimos días, los servicios de emergencia han luchado contra las llamas en distintos puntos de Cataluña, Aragón, Navarra, Andalucía y Castilla y León. Solamente en la Sierra de la Culebra (Zamora), un enclave medioambiental que forma parte de la reserva de la biosfera Meseta Ibérica, más de 30.000 hectáreas de bosque han quedado reducidas a cenizas, y más de 1.250 personas han sido desalojadas de sus casas. En Málaga han ardido 5.000 hectáreas y en Cataluña 4.000. Todo ello días antes del verano, la estación en la que se acumula el grueso de los incendios forestales.

La Agencia Estatal de Meteorología ha confirmado que las altas temperaturas que hemos sufrido en junio son las más altas desde que hay registros, y pronostica una época estival seca y calurosa (0,5 grados centígrados más de lo normal), el escenario perfecto para que se produzcan estos fenómenos naturales. La media de la última década se sitúa en 1.800 incendios y 26.000 hectáreas quemadas al año, pero esta última cifra ya la hemos superado sin haber alcanzado ni siquiera el ecuador del 2022.

Unidades de extinción luchan contra el fuego en la Sierra de la Culebra.
Unidades de extinción luchan contra el fuego en la Sierra de la Culebra. Emilio Fraile

Distintas causas

Si bien el fuego puede devorar un bosque en dos días, estos parajes naturales pueden tardar entre 5 y 200 años en recuperarse. O incluso más, dadas las condiciones actuales de cambio climático, una de las causas del aumento de los grandes incendios. «Desde 2020, se habla de 'incendios de sexta generación' para referirnos a los producidos, en parte, por el cambio climático. Estos se caracterizan por una evolución difícil de predecir y el colapso del sistema de extinción», explica Sandra Saura Mas, investigadora del Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF). «Las causas naturales representan solo el 10%, frente al 90% de incendios que ocurren por la intervención humana, sea por negligencias o por voluntad», añade Serafín González, investigador de la Misión Biológica de Galicia (MBG-CSIC).

Otros motivos son el aumento de la extensión y continuidad del bosque, que ya no tiene tantos espacios abiertos que actúen de cortafuegos por el abandono de las actividades agrícolas y silvopastorales; el aumento de la urbanización de las zonas naturales, con la consecuente presencia humana (líneas de alta tensión, colillas…); y una escasa gestión forestal (clareos, podas, desbroces…). Por ejemplo, el incendio de la Sierra de la Culebra se originó por los rayos de una tormenta seca, pero se agravó por la deficiente gestión del bosque.

Unidades de extinción luchan contra el fuego en la Sierra de la Culebra.
Unidades de extinción luchan contra el fuego en la Sierra de la Culebra. César Manso

Consecuencias socioeconómicas

A nivel social, los incendios dañan la salud pública, tanto físicamente, por la liberación de sustancias tóxicas y cancerígenas que tiene lugar cuando la combustión del bosque es incompleta; como psicológica, por la pérdida de fuentes de trabajo y la desaparición del paisaje. «Cualquier pérdida, incluso si es por motivos materiales, como la casa o el paisaje que uno está acostumbrado a ver, implica un duelo. La devastación tras un incendio puede suponer una crisis importante caracterizada por el miedo, la ansiedad y la incertidumbre», declara Helena Pascual, psicóloga integrante del Grupo de Trabajo de Urgencias, Emergencias y Catástrofes del Colegio de la Psicología de Madrid.

Asimismo, el fuego destruye propiedades públicas y privadas (casas, naves, empresas...) y perjudica la economía del territorio, al afectar directamente a la productividad del sector primario (agricultura, ganadería…) y el ecoturismo. La observación del lobo en libertad en la Sierra de la Culebra, por ejemplo, atrae a más de 3.000 turistas al año, con una permanencia media de cinco días en las zonas de observación y un gasto aproximado de entre 38 y 65 euros por persona y día, según datos del Ministerio de Agricultura, Pesca, Alimentación y Medio Ambiente, unos beneficios que el paisaje calcinado pone en peligro.

Pierre-Philippe Marcou/
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Imagen secundaria 2 - Consecuencias de los incendios forestales: «Sale más barato prevenir que extinguir»
Así ha quedado una de las casas arrasadas por el fuego en la Sierra de la Culebra. Isabel Infantes

Arruinadas han quedado también, al menos, un millar de las 5.000 colmenas de cuya miel viven unas 100 familias de la zona. Y donde antes abundaban hongos, como el boletus edulis y el boletus pinícola, que contribuyen a la riqueza micológica del territorio, ahora solo hay cenizas. El agravante es que algunas de estas especies tardan hasta 50 o 60 años en reaparecer.

Daños medioambientales

El suelo es la víctima más crítica de los incendios, al ser la base de todos los ecosistemas terrestres. El fuego afecta a sus propiedades y a su productividad, lo que favorece la erosión, la pérdida de nutrientes y la alteración de la vegetación. «Un centímetro de suelo quemado puede tardar entre 100 y 200 años en recuperarse. Además, la capa que se pierde, que es la más superficial, es la más valiosa y fértil. Por eso, si los daños son importantes, hay que evitar que se agraven por la erosión», cuenta González.

La flora, por su parte, responde al fuego dependiendo de las habilidades de cada especie para tolerarlo y de los mecanismos de regeneración que posea. «Por ejemplo, las especies rebrotadoras (encinas, aladierno, coscoja…) son capaces de crecer rápidamente después de arder. Otras, pueden germinar porque el fuego no afecta a sus semillas. Las que se mueren y no vuelven a reaparecer es porque no tienen ninguna de estas estrategias», cuenta la especialista del CREAF.

Un ciervo muerto a consecuencia de los incendios de la Sierra de la Culebra.
Un ciervo muerto a consecuencia de los incendios de la Sierra de la Culebra. Brais Lorenzo

En cuanto a la fauna, los animales que sufren especialmente los estragos de los incendios son aquellos que no pueden huir, como hacen las aves y los grandes mamíferos; enterrarse, como hacen las hormigas; o salvarse porque se encuentran en una fase vital protectora, como las crisálidas de mariposa. «En general, la mortandad afecta mayoritariamente a los anfibios y los reptiles», dice Saura, «y también a las crías», añade González.

Por si fuera poco, el fuego es susceptible de destruir parte del patrimonio histórico-artístico de la zona. «Por ejemplo, se han dado casos de petroglifos que, por el choque de temperatura que sufre la roca al pasar el fuego, la superficie de esta se descascarilla y se pierden los grabados», cuenta González.

Restauración ecológica

Tras sofocar el fuego, la prioridad es hacer una evaluación de daños, dado que un mismo incendio afecta de forma distinta a cada zona dependiendo de aspectos como la densidad y tipología vegetal o la orografía de terreno. Esto permitirá priorizar las zonas de intervención y tomar las medidas más adecuadas para cada ecosistema. «El daño producido no suele ser homogéneo. Algunos incendios son rápidos y queman mucha superficie, pero poco el suelo. En otros casos, el follaje se chamusca pero no se consume y, al caer al suelo, crea una 'manta' protectora frente a la lluvia. Ambos escenarios permiten al bosque regenerarse más fácilmente sin necesidad de intervención humana», declara González. Si fuera necesario, algunas acciones que se pueden llevar a cabo son la colocación de una capa de paja a modo de 'manta' artificial del suelo, la reintroducción o reforestación de especies o la retirada de árboles muertos en pie.

Un hombre observa la Sierra de la Culebra tras la extinción de los incendios.
Un hombre observa la Sierra de la Culebra tras la extinción de los incendios. Emilio Fraile

«Si los objetivos de gestión acordados implican un cambio de uso del suelo, como podría ser empezar actividades agrícolas o ganaderas debido a necesidades socio-económicas locales, entonces las acciones serán más transformativas y no velarán tanto por la recuperación de la vegetación anterior, sino por un nuevo ecosistema de acuerdo con los objetivos», dice Saura.

Al tiempo, también comenzarán los procesos de colonización por parte de la fauna. Por ejemplo, varios estudios han comprobado que, después de un incendio, aparecen especies de pájaros inexistentes previamente en esa zona. Lo que es muy difícil de contrarestar es el daño que estos fenómenos producen en la atmósfera, por la liberación de CO2 y otros gases tóxicos, que contribuyen a agravar el cambio climático.

Un sistema de prevención ineficaz

Los especialistas recuerdan que, en la lucha contra los incendios forestales, la prevención es esencial. «Invertir en prevención es más barato que ir todos los veranos a apagar incendios», sentencia González. «Lo recomendable es aproximarse a un modelo en mosaico en el que se mezclen distintas especies de vegetación y una ganadería en extensivo que genere parches y rompa la continuidad del paisaje. Lo que no funcionarán son las planificaciones tradicionales de miles de hectáreas plantadas de especies de rápido crecimiento pero muy inflamables, como los pinos o los eucaliptos».

Tanto él como Saura apuntan también a la necesidad de hacer una mayor apuesta por la educación ambiental, dirigida a niños, pero también a adultos. «Hay que explicarle a la gente los múltiples daños que ocasionan los incendios, porque la inmensa mayoría no los conocen, y nadie tiene interés es conservar lo que no conoce», dice González. «Sigue siendo una tarea pendiente. La última campaña de concienciación pública en toda España fue la de 'Todos contra el fuego', hace 32 años», lamenta.

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