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La Graciosa se desborda

La Graciosa se desborda

En 29 kilómetros cuadrados que posee la isla de La Graciosa viven la población local y los numerosos turistas que llegan cada día. La isla se encuentra saturada de gente y los servicios no dan abasto. Por ello, muchos de los gracioseros quieren que la actividad turística se regule de alguna manera.

María José Rubio / Caleta de Sebo

Jueves, 1 de enero 1970

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El islote de La Graciosa está desbordada en la época estival. Sus habitantes se triplican y los servicios se ven afectados por la cantidad de gente. Aún así, la población graciosera dice que hay una perfecta «convivencia» entre turistas y locales .

«No hay apartamentos ni casas de alquiler desde hace meses; la gente tiene que reservar con un año de antelación», dice un vecino graciosero. La actividad turística supone el 95% del motor económico. «Evidentemente queremos turistas y no se quiere limitar, ya que es una gran oportunidad para todos los que viven de esto. Sin embargo, podemos morir de éxito y volverse en nuestra contra», señala otro vecino. Otro residente afirma que «sobramos 3.000. Es exagerado la cantidad de gente que hay. Económicamente se desborda la isla, para los locales que vivimos aquí todo el año, es injusto porque los restaurantes estén muy llenos. Me gustaría que solo viniera turismo familiar».

El problema del Plan Rector de Uso y Gestión del Archipiélago Chinijo (PRUG) es otro cantar. No recoge las actividades turísticas que se realizan, como el alquiler de los alojamientos turísticos o algunas excursiones. «Nosotros queremos cuidar la realidad y que se regularicen estas actividades y se limiten otras».

La proliferación de coches da también dolores de cabeza. Un total de 296 vehículos recorren los 29 kilómetros cuadrados que tiene la isla para 746 censados. «Sí se debería controlar los coches para los particulares, pero para las empresas que los necesitamos, no», dice Carlos Morales, propietario de La Molina. «Lo que sí deberían hacer es un carril bici en esta isla», sugiere.

Pero, como todo, hay partidarios y detractores del cambio. «Antes venía mucho más turismo a La Graciosa del que viene hoy. Sin embargo, era otra gente y otros tiempos. Está claro que la isla ha cambiado para bien. No exigimos más control de turistas ya que eso lo pone el barco; la capacidad del barco es la que es y punto», pero se debe ofrecer calidad y por ello, los gracioseros solicitan el nuevo PRUG.

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