Borrar
Saro Ramírez solo tiene a su madre, de 79 años, para cuidar de su hijo mientras ella trabaja. ARCADIO SUÁREZ
Eliacer tiene TEA y también se merece una vida digna

Eliacer tiene TEA y también se merece una vida digna

Su madre, Saro Ramírez, lucha para que le den una plaza en un centro sociosanitario en el que pueda desarrollarse y ser un poco más feliz

Miércoles, 15 de marzo 2023

Necesitas ser registrado para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Eliacer no puede salir a la calle por su propia voluntad para manifestarse y alzar la voz para reivindicar sus derechos. Tampoco puede criticar a los políticos ni a las instituciones que le han dejado tirado en su casa, justo ahora, cuando más necesita estar en un centro ajustado a sus necesidades que le atienda y le ayude a sacar lo mejor de sus capacidades.

El trastorno del espectro autista (TEA) que le fue detectado de pequeño no le deja entender el mundo tal y como lo hace la mayoría de personas. Aun así, Eliacer también ama, se enfada, llora, se arrepiente, se alegra y, por ende, también tiene derecho a ser feliz y a tener una vida digna. Para ello sigue luchando en el día a día su madre, Saro Ramírez, su pilar fundamental. Desde que ha cumplido la mayoría de edad, el joven necesita que le atiendan profesionales que le ayuden desarrollarse y a manejar sus sentimientos y actitudes de la mejor manera. Hasta el año pasado iba al aula en clave del IES Lomo de la Herradura, pero ese tipo de educación ordinaria ya no era la ideal para él. En casa tampoco tienen los conocimientos ni los recursos adecuados para entretenerle ni ayudarle a mejorar sus aptitudes.

Eliacer, con un 71% de discapacidad reconocida desde 2021, está en una edad complicada, como cualquier otro adolescente al que le bombardean las hormonas. El agravante en las personas con TEA es que ese cambio hormonal puede venir acompañado de brotes psicóticos, algo que nadie advirtió a su madre hasta que le ocurrió durante una excursión con su clase el año pasado, lo que le obligó a estar ingresado durante más de un mes y a dejar el instituto.

Tras varios episodios, su progenitora, el único sustento que tiene en esta vida junto a su abuela, ha estado luchando para que pueda entrar en un centro residencial sociosantiario, que es el lugar en el que, por sus condiciones, le recomiendan los médicos.

Saro siente que las instituciones les han dejado tirados. Como ya contó en una publicación que hizo este periódico en julio del año pasado, ella presentó una solicitud el verano pasado al Cabildo de Gran Canaria pidiendo una plaza en un centro especializado con residencia entre semana para encargarse de su hijo mientras ella trabaja. Pero en septiembre le llegó la respuesta de que su solicitud había sido denegada, por lo que Eliacer no tenía a donde ir.

Tras ello, llamó desesperada al Ministerio de Educación para pedir auxilio. Le dijeron que su hijo debe hacerse otro examen médico para determinar el estado de su discapacidad antes de poder solicitar residencia en un centro ajustado a sus necesidades.

Desesperada

Mientras espera, Saro está muy preocupada porque su hijo está todo el día en casa sin recibir los estímulos positivos que necesita y que le darían en un centro. Y es que mientras ella trabaja como limpiadora tiene que dejar a su hijo con su madre, de 79 años. «Mi hijo mide casi dos metros y es más fuerte que nosotras. A veces temo que pueda hacer daño sin querer a mi madre, pero es que no tengo otra persona con quien dejarle. Estoy sola. También me preocupa la salud mental de mi madre. A su edad debería estar viviendo tranquila, sin agobios», implora muy agotada.

Eliacer es todo para Saro. Le dedica todo el tiempo que tiene, pero le duele mucho verle así, sin poder hacer mucho más. «Si algún día faltamos yo o mi madre, ¿qué será de él?», exclama hundida en la impotencia, pero sin perder nunca la esperanza en que pronto pueda ver a su hijo en una mejor situación.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios