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Con una edad estimada de 400 o 500 años, según qué fuentes, la sabina más antigua y alta de Canarias lleva dos años sintiendo como a su alrededor los hombres se han decidido a hacerle la vida más fácil. Abandonada a su suerte durante siglos, los trabajos que el Cabildo de Gran Canaria ha encomendado a Gesplan hacen que ahora luzca mejor, sin tantas plantas invadiendo su espacio, que parece haber hecho un viaje en el tiempo, a varias décadas atrás.
Las tareas ejecutadas en torno al singular ejemplar de la finca de Tirma, emplazado debajo de la Casa de la Marquesa, han consistido en desbrozar el espacio que lo rodea, reponer los muros y escaleras empedrados que permanecían ocultos debajo de tanta planta, restaurar dos puentes de piedra del entorno y colocar un banco de cantería a su lado para disfrutar de la visión de esta sabina de unos diez metros de alto.
Dividido en tres gruesos troncos que una sola persona no podría abarcar desde su primer metro de altura, con una copa cuya longitud supera los 17 metros, el árbol en sí no se ha tocado, ni siquiera la rama que se apoya en una valla, quedando ahora más protegido frente a posibles incendios forestales. Sí se han podado las palmeras vecinas, a la vez que se han despejado los ejemplares de almácigos que lo acompañan desde hace más de 200 años.
Los trabajos ya realizados para poner en valor a esta sabina, incluida en el Catálogo Insular de Árboles y Arboledas Singulares, han supuesto un gasto de 210.000 euros entre sueldos de la cuadrilla, carpintería, cantería y la nueva señalética instalada, detalla el consejero de Medio Ambiente del Cabildo, Raúl García, que hace unos días se acercó a conocerla. Todavía falta restaurar un pequeño estanque cercano para crear un circuito de agua, que será alimentado con energías renovables, junto a las acequias que sí se han renovado, explica.
La visita a la finca de Tirma, que va desde la costa hasta los 1.200 metros de altitud y cuenta con una superficie de 2.000 hectáreas, no precisa autorización previa de su propietario, el Cabildo, que la compró en los años 90 del pasado siglo. Enclavada en el Parque Natural de Tamadaba, en plena Reserva de la Biosfera de la isla, se reparte entre los municipios de Artenara, Agaete y La Aldea de San Nicolás, desde los cuales se puede acceder, por ejemplo, desde el sendero que sale de El Risco.
Esta sabina es un vestigio de cómo fue un espacio poblado por los antiguos canarios al que da nombre la montaña sagrada de Tirma y tuvo que ser una de las especies forestales más abundantes de esa cuenca, como atestiguan los numerosos tocones todavía visibles y la presencia de enormes vigas de madera de este árbol en varios yacimientos prehispánicos del entorno.
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