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La imagen impactaba. Un gigante verde, que durante décadas reinó majestuoso sobre un cruce de calles, yacía rendido sobre la acera. Abatido por la fuerza del viento, al que aquí, en el sureste, no hay quien le tosa. Siempre manda. Fue en Agüimes, en Las Crucitas, el 18 de mayo pasado. La copa de un imponente laurel de Indias, tras su caída, bloqueó como un tapón, literalmente, todo el ancho de vía de la calle Gran Canaria. Y la fortuna quiso que en su desplome no causara daños personales. Para muchos que la vieron, aquella foto fue el fin. Pero no. El árbol se salvó. Hoy ya retoña no muy lejos de donde ejerció su dominio. Resucitó en la zona recreativa de El Milano, también en los alrededores de Agüimes casco.
Los vecinos de la zona no terminan de ponerse de acuerdo, pero calculan que ese laurel presidía el ancho de acera de la esquina entre las calles Alegranza y Gran Canaria desde hace entre 30 y 40 años. En el Ayuntamiento le dan más de 20. No pueden precisar más. Pero lo cierto es que ya se había convertido en un icono paisajístico, una referencia en el entramado urbano de este pequeño núcleo residencial situado detrás del instituto Joaquín Artiles, en las faldas de la antiquísima montaña de Agüimes, testigo geológico de la Gran Canaria recién nacida. Además, en su día se le colocó un banco circular alrededor de su tronco que llamaba al reposo bajo su sombra. No solo lo usaban vecinos, sino muchos de los que pasaban por aquí.
Paradójicamente, ese banco que tantos amigos humanos le procuró pudo ser una de las claves de su caída. El responsable directo fue el viento. Eso está claro. Aquel 18 de mayo soplaba con más fuerza de la habitual. Pero es verdad que se vino abajo justo cuando los operarios, por encargo del Ayuntamiento, le habían retirado ese asiento, ya muy deteriorado, para sustituirlo por otro nuevo. Era como su bastón o su muleta. Le servía de sostén, de agarre, para hacerle frente al implacable dios Eolo. Y es raro, porque estos árboles desarrollan raíces muy profundas, aunque algunas, según los vecinos, se las cortaron hace años porque estaban dañando el alcantarillado.
Lo cierto es que ese mismo banco que ayudó a su abdicación luego favoreció su supervivencia. Lo explica la edil de Parques y Jardines de Agüimes, Juani Martel. «La existencia de ese banco dio pie a que el árbol, en su caída, se llevara consigo un buen cepellón, que es lo que nos ha facilitado su trasplante». Nada más saber de su desplome, en horas del mediodía de aquel 18 de mayo, un grupo de operarios de FCC procedió primero a practicarle una poda de formación. Y después, sobre la marcha, porque no había tiempo que perder, otro grupo de operarios municipales, ayudados de un camión y de un tractor, lo trasladaron, ya desnudo, al área recreativa de El Milano y lo volvieron a plantar. Allí revive ahora, en la parte este de esa parcela, con sus troncos alumbrando retoños.
Convive con otros siete laureles de Indias que fueron trasplantados hace dos semanas de la calle Guride, en Las Rosas. Estaban impidiendo el paso a los peatones por la acera y el Ayuntamiento optó por reubicarlos. También están empezando a retoñar. Ahora bien, no todos los árboles pueden salvarse. Informa Martel que en lo que va de año hasta mayo hubo que talar 139 palmeras que estaban enfermas y con riesgo de caerse. Con todo, las hay a cientos. Solo hasta mayo los operarios de FCC podaron en altura 1.950 palmeras y 1.090 árboles de diversas especies. Según el Ayuntamiento, Agüimes es uno de los municipios con mayor superficie verde en entornos urbanos.
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