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Las Palmas de Gran Canaria
Miércoles, 23 de junio 2021, 21:43
El alcalde de Las Palmas de Gran Canaria, Augusto Hidalgo, ha dibujado la ciudad del futuro, con una intervención en el acto institucional del aniversario de la fundación de la capital cargada de optimismo y ambición.
Este es el discurso del alcalde de la ciudad:
Si siempre esta evocación supone un momento gozoso, en esta ocasión lo es aún más, después de haber atravesado un año muy difícil marcado por una pesadilla mundial que motivó que el pasado año dedicáramos este acto institucional a rendir homenaje exclusivamente a los que han sido verdaderos héroes y heroínas en la lucha contra la pandemia: a la ciudadanía en su conjunto y, muy especialmente, a los colectivos y profesionales que se enfrentaban al virus desde la primera trinchera de la batalla.
Ahora, y una vez que gracias a tantos esfuerzos el horizonte nos muestra ya destellos esperanzadores, recuperamos este acto institucional para mostrar el agradecimiento y reconocimiento de la Ciudad a los hombres, mujeres y entidades que, por su contribución personal y labor en beneficio de la comunidad han merecido ser distinguidos con los títulos de Hijos e Hijas Predilectos y Adoptivos así como con la Medalla de Oro de la Ciudad.
(...) Este momento de encuentro para la entrega de los títulos honoríficos en la víspera sanjuanera nos brinda, asimismo, la oportunidad de reflexionar sobre el significado de la fiesta como expresión de la necesidad espiritual y humana de disfrutar de una celebración que, de generación en generación, constituye el conjunto de tradiciones y creencias de una comunidad.
En esta fiesta cultural como es nuestra fundacional, habitualmente recordamos la gesta histórica de aquel 24 de junio de 1478 cuando las tropas de Juan Rejón, tras desembarcar por la Bahía de las Isletas, se dirigieron hacia el Sur para establecer su campamento de conquista, primer establecimiento de la ciudad.
Pero hoy, tras los acontecimientos del último año, permítanme que al recuerdo de donde venimos una también algunas reflexiones al debate generado sobre el pretendido cambio de paradigma en el modelo de ciudad que debemos perseguir para ser aún más fuertes ante las futuras adversidades y estar mejor preparados para afrontarlas, de manera que el objeto esencial de nuestra atención, las personas, especialmente las más frágiles, se sientan protegidas y capacitadas en condiciones de igualdad.
Mucho se ha hablado, y se continúa hablando, sobre cómo el covid-19 nos obliga a plantearnos cómo necesitamos que sean las ciudades del futuro.
Hace casi un siglo, Le Corbusier, ante la presión demográfica que comenzaban a padecer las ciudades en aquellas primeras décadas del siglo XX, publicó una monografía que titulaba precisamente así: 'Las ciudades del futuro'
Resulta curioso cuando menos, observar cómo a pesar del tiempo transcurrido, muchos de sus planteamientos se mantienen vigentes, y muchos de los retos esbozados continúan pendientes en la actualidad. Para Le Corbusier, procurar el encuentro con la naturaleza era un objetivo necesario para que el ser humano pudiera desarrollarse armónicamente en un entorno urbano que, a la vez que ofrece múltiples oportunidades, se vuelve hostil si pierde la dimensión humana. Y, al tiempo, y de forma contradictoria, fue un exponente del gigantismo planificador que, partiendo de una inspiración racionalista, y por tanto humana, era capaz de arrancar tramas urbanas enteras, desplazando a quien hubiera que desplazar, por mor de un ideal de ciudad.
Es ese enfoque contradictoriamente deshumanizador, de la destrucción para regenerar, uno de los retos pendientes a reconducir en las ciudades del Siglo XXI. En el momento en el que prácticamente todas las ciudades se plantean diseños urbanos que permitan ofrecer adecuadas respuestas a la crisis social y económica provocada por la pandemia, surgen con más intensidad planteamientos sobre cómo deberán ser los espacios urbanos en las próximas décadas para ofrecer respuestas a las necesidades económicas, sociales y de todo tipo, tanto de las generaciones presentes como de las futuras.
Y en este punto hay algo en lo que coinciden todos los foros: las ciudades del futuro deben ser inteligentes y, por ende, sostenibles.
No cabe duda de que la sostenibilidad de los espacios urbanos es un estimulante reto que vemos presente en prácticamente todas las instituciones públicas en la actualidad.
Ayer mismo, en un acto ante empresarios de la construcción y representantes vecinales les exponía el reto que supone la urbanización masiva de los espacios humanos planetarios. En un esfuerzo de defensa de la ciudad compacta frente a lo insostenible de la ciudad extensa, les explicaba la complejidad de conseguir esto en un mundo donde, solo en la India, tendrán que construir una ciudad como Chicago cada año para soportar la demanda de viviendas hasta 2050. Es precisamente ante este reto humano donde debemos plantearnos si el crecimiento exponencial de los asentamientos humanos, en las urbes, son una amenaza definitiva para el ecosistema planetario imposible de resolver. Y la única respuesta está en la tecnología aplicada a la gestión urbana para que el crecimiento sea sostenible en términos económicos y medioambientales. ¿O no es esto sino lo que denominamos: ciudad inteligente? ¿La 'smart city'a la que aspiramos y estamos decididos en convertirnos? Son causas que coinciden con la aspiración de Le Corbusier de incorporar en los núcleos urbanos el abrazo con la naturaleza, el reverdecimiento del paisaje. Pero este lo hacía con un enfoque que nos evocaba irremediablemente a la reconstrucción de París de la mano del barón Haussmann en el Segundo Imperio, tirando abajo barrios enteros, desplazando miles de ciudadanos para domesticar a la FIERA, que así llamaba Le Corbusier a la ciudad.
Pero tal y como afirma William McDonough, considerado padre de la llamada economía circular y reconocido como 'Héroe del Planeta', «si las ciudades lograran ser eficientes y al mismo tiempo mejores (…) podrían llevarnos hacia el futuro que queremos, en lugar de limitarse a reducir los impactos que deseamos. Se trata de ser mejor, no solo menos malo».
Cuando la pandemia nos sorprendió, en Las Palmas de Gran Canaria ya llevábamos tiempo transitando hacia la senda de la sostenibilidad. Para ser mejores, no solo menos malos.
(...) Pero para llegar a ser mejores no podemos conformados con los retos comentados. La transformación integral que requiere, debemos hacerla colocando a la ciudadanía en el foco, en el centro de nuestra mirada. Debemos hacer de la ciudad, una urbe inteligente, pero sobre todo humana. Y, para ello, convivencia y diversidad son los términos que nos valdrían para definir un modelo de ciudad que necesariamente deberá ser igualitaria e inclusiva. Una ciudad que deberá contar cada vez más con la opinión de la ciudadanía para detectar riesgos y adoptar decisiones. La participación ciudadana deberá seguir siendo ampliada hasta alcanzar un modelo de cogobernanza eficiente y práctico. Una ciudad en la que todos sus vecinos puedan disfrutar de idénticas condiciones independientemente de su capacidad físicas, intelectuales y económicas, que sepa responder a las necesidades concretas de la infancia, de nuestros mayores y de los jóvenes. Y, por supuesto, una ciudad que responda adecuadamente a las necesidades de lo que hoy ocupa más de la mitad de su población, las mujeres.
Es precisamente una mujer la que se convertiría, casi coincidiendo con la muerte de Le Corbusier, en su némesis: la activista norteamericana Jane Jacobs.
Jacobs representa el ocaso del urbanismo moderno y, por tanto de urbanistas como Le Corbusier. Como imágenes especulares ambos ponían el centro del debate urbano en la escala humana. Uno, en el modelo de todas las cosas, la otra en un caos como una forma desarrollada de orden. Usos urbanos segregados en él, frente a mezcla de usos en ella. Hoy debemos aprender de ambos, corrigiendo sus extremos. Esto es, la planificación urbana y el desarrollo económico generador de empleo, que garantice los derechos individuales sin aplastar los servicios de los más desfavorecidos unido al interés general de lo público y, por otro, la ciudad de la cercanía, de los desplazamientos de 15 minutos, de las economías locales, de los usos compartidos, de la salud,…
Es esa inspiración híbrida la que encaja con una visión cosmopolita como la de nuestra ciudad.
En Las Palmas de Gran Canaria tomamos consciencia de esa necesidad de prosperidad, y por ello abordamos la renovación del ámbito urbano con la mirada atenta a las necesidades de la población. Y si, tenemos mucho camino por recorrer, y todos debemos aportar a esa aspiración futura con espíritu democrático.
Por último, no sería posible alcanzar una sociedad más feliz si no se siente orgullosa de sí misma y modelo para las generaciones futuras. Y nada contribuye más a ese sentimiento de orgullo que el sentirse parte activa de una ciudadanía donde encuentras cultura y donde se respetan y cultivan valores esenciales como el respeto, el compromiso y la ética.
La ética como elemento de consensos mínimos, tal y como describe el filósofo alemán Markus Gabriel, que nos visitó hace unas semanas. O, mejor, la ética como generosidad, como elemento distintivo de la condición humana, como afirma otro joven filósofo español, Ernesto Castro. Todos estos valores éticos se sellan en la cultura de un pueblo. En la cultura de una ciudad. Así, en el convencimiento de que la cultura es un bien esencial imprescindible para avanzar en igualdad social, para evitar el desarrollo de peligrosas prácticas excluyentes, de rechazo a la diferencia por etnia, religión o cualquier otra condición personal, hace pocos días anunciábamos el compromiso, que será unánime entre todas las fuerzas políticas que componen este Ayuntamiento, de avanzar en el desarrollo de nuestra vida cultural y con la aspiración de ser reconocida como Capital Europea de la Cultura, desarrollar un plan estratégico que desde lo cultural nos permita salvar situaciones de desigualdad social que aún prevalecen, promover la diversificación de nuestro modelo económico, sin renunciar a nuestro modelo de turismo urbano, favorecer la creación de empleo en nuevos yacimientos vinculados a la innovación y la creatividad, y explorar alternativas para el desarrollo de las capacidades de los jóvenes, talento emergente que con ocasión de cada situación de crisis se ve obligado a buscar alternativas más allá de las fronteras que marcan nuestro territorio insular.
(...) Concluyo esta intervención en la que he pretendido fijar la atención en cómo una crisis del calado de la que aún estamos viviendo, solo puede ser un peldaño, sobre el que comenzar la escalada de una transformación que siempre está inconclusa, que nunca debe parar en una ciudad que apuesta por la prosperidad, que quiere crecer, que tiene todos los mimbres para un presente y futuro feliz.
Y hablando de futuro, no puedo obviar por más que sean conocidas, y a las que ya cité en una ocasión, la palabras de Domingo Doreste y con ellas como colofón invitarles a celebrar esta noche de San Juan con la debida precaución pero con la alegría de sentirnos dueños de nuestros destinos. Decía: «No quiero terminar sin daros un consejo, y es que soñéis la ciudad futura» Como hizo Fray Lesco, les invito a soñarla, y a que trabajemos juntos, codo a codo, para alcanzarla.
Augusto Hidalgo, Alcalde de Las Palmas de Gran Canaria
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