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Riscos Negros: tan cerca, tan lejos

Riscos Negros: tan cerca, tan lejos

Cuando la 44 dejó de circular no se quejaron, pero el traslado de la parada puso a prueba su paciencia. Los vecinos de Riscos Negros protestaron ayer por la deficiente conexión del transporte público con el Puerto. Lo peor es que para llegar hasta donde cogen la guagua tienen que ir por un barranquillo o un paso de cabras

Javier Darriba

Martes, 9 de julio 2019, 07:26

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Cuando empezaron a construir el centro comercial Alisios, los vecinos de Riscos Negros lo celebraron. «Pensábamos que iba a mejorar el servicio de guagua», explica la presidenta de la asociación de vecinos Tagoror. Este barrio, construido en pendiente había perdido la 44 y se quedaba con la línea de 335 de Global y con la 46 de Guaguas Municipales, que llega a Siete Palmas o Tamaraceite, donde tienen que hacer transbordo. Sin embargo, la apertura del centro comercial les alejó más la parada de la 44, que estaba frente a la gasolinera de San Lorenzo y que acabó en la calle Hermanos Domínguez, en la trasera de Alisios. Ahora tienen que caminar cuatro kilómetros para tomar esa línea. Por eso, ayer se concentraron ante la antigua parada con el fin de reclamar un mejor servicio para el barrio.

Una pancarta resume el sentimiento del barrio: «Tan cerca y tan lejos del Puerto». Para la presidenta de la asociación de vecinos Tagoror, Marina Díaz, resulta incomprensible que se haya trasladado la parada de guaguas. «Como servicio público, deberían tener en cuenta las necesidades de los ciudadanos en vez de beneficiar solo al centro comercial, contra el que no tenemos nada», asegura.

Otra afectada, María del Pino Santana, recuerda que en el barrio ya hay mucha gente mayor «que no puede desplazarse con facilidad» hasta las nuevas paradas.

En cambio, desde la compañía se explica que ahora se presta servicio a un mayor número de personas. «Las nuevas paradas que se han implementado en la zona trasera de Alisios han generado una demanda que asciende a un promedio, en días laborables, de 469 viajeros, en comparación con los 72 viajeros de promedio que tomaban la línea 44 en la parada anulada», exponen.

Pero los residentes de Riscos Negros demandan una conexión directa con la zona Puerto. «Si tienes que ir al Sebadal, te obligan a coger tres guaguas y ya tienes que pagar dos billetes», exponen. Además, lamentan la frecuencia y denuncian que no hay una coordinación adecuada entre líneas. «Te puedes ver tirado hasta tres cuartos de hora esperando por la guagua», critica Nieves Martín.

Al respecto, Guaguas Municipales asegura que «teniendo en cuenta las salidas desde Tamaraceite de la línea 46 y de la 335 de Global, la frecuencia de paso oscila entre un promedio de 15 a 30 minutos, en función de la franja horaria». Desde la compañía admiten, en todo caso, que «la solución se encuentra en la coordinación horaria con la línea de Global, antes que modificar de nuevo el itinerario de la línea 44».

Los vecinos detallan que el regreso desde la zona Puerto hasta sus casas no es mucho mejor porque la 44 «se queda en Isla Perdida». Y desde ahí hasta las casas de Riscos Negros hay una escalera que supone un auténtico obstáculo para las personas con problemas de movilidad. «Son 167 escalones», resume Marcelino Estupiñán.

Itinerarios peligrosos

Pero el problema no está solo en las conexiones de las guaguas sino también en las dificultades de accesibilidad que tienen que sortear los vecinos de Riscos Negros para poder llegar a las paradas de la línea 44. Uno de los caminos atraviesa el barranquillo que viene desde la presa de Piletas. Es un camino de cabras que se hace impracticable cuando caen cuatro gotas, además de obligar a los vecinos a ir pegados a la carretera que viene de la circunvalación y enlaza con la rotonda de San Lorenzo. «Cuando llueve, no se puede venir por aquí», lamenta Lucas Salazar, «hay que dar la vuelta por otro lado».

Esta vía alternativa no es mucho mejor. Hay un remedo de acera con piedras y una capa de cemento que es un auténtica prueba para los tobillos. «Por aquí viene una vecina que tiene una silla de ruedas eléctrica y va la pobre dando saltos», explican Manuela López y Soledad González, «nosotras vivimos al lado del centro comercial y parece que somos los que más lejos estamos».

Además, las dos vías van a dar a un paso de peatones que sirve para facilitar el tránsito de los vecinos a través del enlace de la circunvalación. Adelina Rivero se queja de la velocidad a la que vienen los coches. «Nos hemos visto apuradas porque pasan muy rápido», lamenta.

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