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Las Palmas de Gran Canaria
Martes, 13 de febrero 2024, 10:21
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Una salchipapa que le provocaría urticaria a un endocrino, una niña de 'El exorcista' con su cama y su canesú, unos 'barmen' de chiringuito que hacen contorsionismo para no tropezar entre ellos mientras sirven cervezas y ron con Cola como si no hubiera un mañana y unos vecinos que bajan las persianas y cierran las ventanas a ver si así consiguen que el ruido no se cuele en sus cabezas a la hora reservada para el sueño...
Todo eso cabe en una noche de carnaval en la capital grancanaria, en ese espacio comprendido entre el escenario del Puerto, media rotonda de Belén María, la plaza de Manuel Becerra, esa gymkana que es la feria entre el Castillo de La Luz y la iglesia del mismo nombre, un espacio urbano teóricamente gigantesco para dar cabida a los carnavaleros en la noche del lunes y la madrugada del martes pero que se queda pequeño con tanta gana de fiesta.
Como también se queda pequeño el recinto del Puerto convertido en epicentro de 'Los Carnavales del Mundo' cuando quien se sube al escenario es el cantante Elvis Crespo, que lleva más de dos décadas consiguiendo que el gentío mueva las caderas. En la noche del lunes se quedaron miles de personas con ganas de verlo porque se cubrió el aforo y se impuso el criterio de los expertos en seguridad, pero alguien debió haber advertido de que esas eran las reglas del juego. Así se habrían evitado el enfado, los empujones y algunas patadas a las vallas que obligaron a la Policía a hacer acto de presencia.
Por cierto, o los polis nacionales de media España estaban en el sitio o es los locales se habían disfrazado de los primeros, porque de los primeros había por todos lados y los segundos los había hecho desaparecer el mago Pop.
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La sangre no llegó al río pero la decepción se mantuvo, sobre todo cuando se oía y se veía a los que habían entrado disfrutar de lo lindo y fuera se producía un ida y vuelta entre Manuel Becerra y el recinto del Puerto que solo servía para formar un tapón humano. Como mal menor, una pantalla que no llegaba al calificativo de gigante reproducía la actuación en el escenario el del Puerto y el de Manuel Becerra pero había que tener muy buen oído para seguir las canciones: subir el volumen no siempre es sinónimo de que se oiga bien.
Pero como había que divertirse, pues al mal tiempo, buena cara. Y si es con la marcha del grupo Aseres, pues es más fácil. Su mix de éxitos propios con un remix de hits de otros artistas, en un encadenado extenuante, levantó a las masas, que para entonces ya digerían salchipapas como si fueran un menú degustación en un tres estrellas Michelin (pero del michelín en minúscula y con tilde).
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