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El resumen de esta experiencia indica lo aterradora que fue: «acabó bien, pero podía haber salido peor». Un conductor de Guaguas Municipales relata el miedo que padeció en la línea 45, en la noche del miércoles, después de conocer, por las indicaciones que le hicieron unos usuarios de la guagua, de que uno de los pasajeros tenía un arma de fuego. Luego se demostró que era una réplica, pero el trayecto entre la parada de Concepción Arenal y la de la Base Naval, que suele llevar seis minutos, fue interminable. «El viaje se me hizo eterno», explica el chófer.
El joven que provocó esta reacción en el sistema nervioso del conductor se había subido a la guagua unas paradas antes. «Se notaba que estaba bajo los efectos del alcohol o de alguna sustancia estupefaciente», relató el trabajador, «vi que podía armarla, aunque no fue maleducado, y arranqué».
Preguntaba por la parada del parque de Santa Catalina. Se sentó en el asiento que está justo detrás del chófer. «No paraba de mirarme y se levantaba cada dos por tres», prosigue el conductor, «una vez me preguntó si podía beber alcohol y lo traté con mano izquierda, diciéndole que esperara un poco porque dentro de las guaguas no está permitido comer ni beber».
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El viaje transcurría con cierta tranquilidad, con el joven extranjero levantándose de su asiento y colgándose de las barras. Pero al llegar a Concepción Arenal, una pareja se bajó y, desde fuera, le hizo la señal al conductor de que el chico llevaba un arma.
A partir de ahí empezaron los nervios. Afortunadamente, la pareja que le había advertido pudo contactar con la Policía. «Yo ni vi que me seguían». Al llegar a la Base Naval, entraron en la guagua, bajaron al joven y le requisaron una réplica de pistola. «Parecía de verdad», dijo el chófer.
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