«Caminé puerta a puerta pidiendo ayuda para la iglesia»
Fiestas de El Tablero ·
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Trinidad Ravelo y Clara León recuerdan cómo se implicó el pueblo para construir su actual templo, que cumple 25 añosTiene 74 años y sobre sus espaldas no solo ha cargado con las cientos de habitaciones que limpió y ordenó como camarera de piso en esos hoteles del sur, sino que también se echó arriba la responsabilidad de tirar del carro, junto a otros ocho vecinos que formaron la llamada comisión de obras, para juntar dinero y ayudar a construir, en los años 90, la segunda iglesia de su barrio, El Tablero, en San Bartolomé de Tirajana. «Caminé puerta a puerta pidiendo ayuda». Pero no era la primera vez. Trinidad Ravelo Ramírez ya hizo lo mismo para la primera, la que se construyó en 1962.
El ejemplo de esta mujer luchadora y comprometida sirve para ponerle cara a una voluntad que, en realidad, fue colectiva, porque Trinidad ni mucho menos se vio sola en aquel empeño. La historia de los dos templos que ha tenido este populoso barrio ha sido el fruto de un esfuerzo comunitario, de ahí la decisión de que el pregón de lasfiestas de la Santísima Trinidad de este año, el que va a conmemorar los 25 años de la iglesia y centro parroquial actual, tenía que ser necesariamente coral. Será esta noche, a las 20.30 horas, en la plaza, y estará a cargo de la Coordinadora de Colectivos Sociales y Culturales de El Tablero.
Clara León Quintana, vecina del barrio e hija de uno de aquellos nueve entusiastas vecinos de la famosa comisión de obras, Rufino León Mejías, ha formado parte del equipo de personas que ha realizado el vídeo-documental que protagonizará el pregón y que recordará cómo fue aquel proceso participativo que dio lugar al nuevo templo y quiénes fueron algunos de sus artífices y principales impulsores, entre ellos, por cierto, el cura de entonces, Tirso Castrillo Amor, hoy destinado a la diócesis de Palencia, y el teólogo, vecino del barrio y cronista oficial del municipio, Carmelo Pérez Rodríguez, ya fallecido.
«Aquello fue un revulsivo para el pueblo, se convirtió, de repente, en el proyecto más ilusionante que han emprendido todos los vecinos», apunta Clara bajo la atenta mirada de Trinidad. Fue la conmemoración del 50 aniversario de la creación de la parroquia (1943-1993) la que sirvió de impulso para ir a por otra iglesia más grande. La que tenían, un poco más arriba de donde está la actual, se había quedado pequeña. La demolieron en los 90.
Hicieron de todo para recaudar dinero, hasta un chiringuito que montaban para las fiestas; sorteos, incluso el de un coche, un volkswagen que se ganó Juanita Vega; cenas en fechas clave del año, como Navidad o Pentecostés, que llegaron a celebrarlas dentro de la propia iglesia en obras, excursiones con las guaguas gratis que aportaba Autobuses Moreno... No perdían la oportunidad.
«Hasta se simuló la venta de ventanas con tal de ayudar a pagarlas», recuerda Clara. «Así se hizo con las ventanas, con los bancos y con un montón de material que se necesitaba». Trinidad cuenta, por ejemplo, el caso de Mercedes Romano, otra vecina miembro de la comisión de obras, que aprovechaba las romerías para ir cargando con una ventana piloto o de prueba que guardaba el cura y ofrecérsela a la gente. «Vendió la misma ventana más de 8 y hasta 12 veces, yo creo», sonríe Clara.
Aparte de Mercedes, Trinidad y Rufino, aquella comisión de obras la formaron José Sarmiento, José Antonio, Paco Vega, Mila, Eulogio Romano y Teresita Vega. «A mí me embarcaron, el padre de ella me embarcó», le suelta Trinidad a la hija de Rufino. «Yo vine a ver el proyecto y la verdad, me gustó, y les dije que les iba a ayudar, pero Rufino me dijo: 'tú no ayudas, tú te vas a apuntar aquí con nosotros en la comisión'». Y así fue, dicho y hecho. Clara explica que eso fue a finales de 1995, cuando después de muchas reuniones con Tirso y con el arquitecto que hizo el proyecto, Alejandro García, el alcalde de aquel momento, José Juan Quintana, convocó al pueblo y les mostró cómo iba a ser su nueva iglesia.
Entre las acciones más sonadas de la comisión fue el chiringuito. Primero lo montaban en la trasera del templo viejo y después dentro de la obra del nuevo. «Hasta los platos los traíamos de nuestras casas», recuerda Trinidad. «Una traía 5, otra 10». Y ella hizo de todo. Lavar la losa en barreños, servir la comida... «Todo el mundo traía la materia prima, refrescos, carne, papas, y después ayudaban como mano de obra: era oro líquido para recaudar», apunta Clara.
Es verdad que aportaron fondos el Ayuntamiento, el Gobierno de Canarias, la Diócesis, el Cabildo y luego hubo muchas empresas que colaboraron activamente, como la de la frutería de Benito Álvarez, que dio mucha comida, pero también el pueblo se batió mucho el cobre. Y algunos particulares hicieron donaciones, como el caso de Frascorra, que le dijo antes de su morir a su hijo, Pepe Viera, que se hiciera cargo de pagar la puerta principal y la cristalera del altar, cuenta Clara.
El Tablero siempre luchó por sus templos y Trinidad pisó la calle por los dos que ha tenido el barrio. El primero lo levantaron en menos de un año, en 1962, y era muy sencillo, de tres puertas, pero una sola nave y cubierta de uralita. El suelo lo había donado en 1931 una vecina, Asunción Suárez, que quería ver las misas desde su casa, con tan mala suerte que se murió aquel mismo año.
Antes de la iglesia de 1962 celebraban las eucaristías donde podían. La iglesia que les tocaba era la de Fataga y el cura bajaba primero una vez al mes y ya después cada fin de semana a dar misa. Se llegaron a oficiar en un cuarto de una antigua escuela, pero cuando se quedó pequeño se pasaron a la calle, con la gente de pie, en la plaza del Pilar. También se celebraron en almacenes de empaquetado de tomates, en el de los Jorge y en el de los Pestana. El segundo templo es el actual, cuyas obras empezaron en 1996 y se acabaron en el 2000, hace ahora 25 años.
Tampoco tuvieron desde el principio la imagen de la Santísima Trinidad, donada en 1967 por Enrique Jorge García, que un año después fue alcalde. Antes veneraban un cuadro que era de los Vega y que ellos siguen custodiando. Fue ese cuadro el que procesionaba en 1950 y que llegó a la altura de la casa familiar de los Ravelo Ramírez justo cuando nació Trinidad. Estaba claro. Estaba predestinada. Trinidad no le ha fallado ni a la imagen ni a su querido pueblo.
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