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Muy a cuentagotas, los peregrinos se dirigieron ayer al santuario de la Peña para cumplir, o por tradición o por devoción, con la patrona insular. Los caminos no se llenaron, pero tampoco se quedaron vacíos, sobre todo en el tramo más popular que conduce desde Antigua a Vega de Río de Palmas. La llegada al santuario transcurrió de forma inusual porque las normas sanitarias anticontagios prohibieron los tradicionales de ventorillos que esperan con la carne de cochino y la cerveza tras la caminata y el terreguiso, por eso quizás la cola de acceso a la ermita era inexistente a ratos y la oferta se reducía a los kioscos de artesanía, desde pan y rosquetes hasta aceite, verduras, flores para la Virgen y productos de alóe vera. La afluencia de peregrinos se esperaba para la tarde, aunque lo poco abierto en la Vega de Rio Palmas se cerraba bien temprano por la covid.
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