María: «Para deshojar la palma, mejor con blandura»
Artesanía ·
El oficio artesano de María Hernández Hernández es un homenaje a la palmera y a su familia de Pájara. «A mi padre le salía mejor la terminación de las jenas», reconoce la artesana de la palma que recibe el Premio Insular de Artesanía 2023Con su abuela Faustina Sánchez Castro aprendió desde pequeña a hacer esterillas para elaborar sombreros; con su padre José Hernández Sánchez empezó a trenzar empleitas para formar esteras, serones, jenas y cestas. Aquella niña cuyas manos se iniciaron tan pronto en la ductilidad de la palma y sus secretos es el Premio Insular de Artesanía 2023: María Hernández Hernández.
María (Pájara, 1964) atiende trenzando empleitas en su expositor de la 34º Feria Insular de Artesanía que organizan el Ayuntamiento de Antigua y la Fundación Colectivo Mafasca. A las formas tradicionales de sombreros de campesinos, serones (sacos para guardar grano), jenas (mochilas para ir a pescar) o esteras (alfombras), ha añadido cestas más modernas forradas en telas y con asas de cuero, mochilas, salvamanteles, flores delicadas que huelen a palma, macetas, pulseras.
«Mis recuerdos son ver a mi abuela haciendo esterillas, que son las trenzas más finas, con las que luego formar sombreros. Mi padre, después de llegar de trabajar, también se ponía a hacer empleitas, pero para elaborar otras cosas que necesitábamos a diario». En aquel entonces, la artesanía no se vendía en tiendas o ferias sino que se intercambiaba, «el vecino le decía a mi abuela Faustina, hazme una cera para hacer queso y ella se la cambiaba por otra cosa».
Hoy, con 59 años, esta artesana vuelve a explicar -con paciencia infinita dimanada de las horas trenzando- las diferencias entre la esterilla y la empleita. «La esterilla se elabora con palmito, es decir con las hojas más tiernas de la palmera; y las empleitas con las hojas verdes, no tan suaves».
Recolectar palmito es una tarea delicada antes y ahora. Ahora está prohibido por las plagas que asolan a las palmeras que obligan a tener un carnet fitosanitario para su manipulación, con lo que el material para sus sombreros se lo proporciona directamente del Cabildo de Fuerteventura. Antes, su padre José Hernández lo hacía, «pero con mucho cuidado. Sólo cortaba un palmito o dos de cada palmera y según como estuviera la palmera».
El sereno de la mañana afecta a la palma
Para cortar la palma verde, no hay que tener tantos cuidados, ni en los tiempos de la abuela Faustina, ni ahora. «Eso sí, debe ser en los meses de verano, cuando hace sol, para que la palma quede con ese color amarillo bonito. Cuando no llueve, ni tampoco haya blandura, porque ese sereno de la mañana afecta a la palma. Me acuerdo que mi padre la recogía incluso por la noche».
Con ese material más difícil de encontrar hoy en día, con palmito, María elabora uno de sus productos más demandados: los sombreros típicos, sean los de pico, sean los de campesino. «Los sombreros grandes, los de pico, que usan las mujeres en las agrupaciones folclóricas, no los hago en menos de una semana trabajando ocho horas cada día. Muchos metros de esterilla tienes que trenzar».
Los otros, los sombreros de campesino los termina en dos días y medio y con menos metros de esterilla. «Son los que más me gustan hacer: los sombreros de hombre».
Todavía explica otra técnica tradicional más: el piquillo. «Son, como su nombre indica, con picos y se usa en los cierres de las esteras o para rematar los sombreros».
Con la palma verde elabora el resto de productos artesanos. «Yo hago hasta jenas para ir a pescar, pero siempre me digo que a mi padre José le quedaba mejor el final, no acabo de rematarlas tan bien como él».
Esa, la palma verde es un material fácil de trabajar, «la mojas un poco y luego yo la envuelvo en un trapo húmedo y ya está lista». Otra cosa es deshojar la palma, «que tiene que ser por la mañana temprano, con blandura, para que esté suave».
Y lo último: la tomiza, que es la técnica de hacer una cuerda finca con el palmito para coser y pegar el resto de las piezas.
Ni palmitos, ni palmas verdes, ni empleitas, ni esterillas, ni tomizas, ni piquillos: nada de esto sería posible sin palmeras. Y lo avisa esta arteana de la palma antes terminar: «palmeras hay, pero tenemos que cuidarlas».