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Lorenzo pasea por su finca de La Manta, con el algarrobero centenario. JAVIER MELIÁN / ACFI PRESS
«Tuve que coger camino»: el emigrante que volvió tras 50 años en Venezuela

«Tuve que coger camino»: el emigrante que volvió tras 50 años en Venezuela

Majoreros en Venezuela. Lorenzo González Reyes emigró en 1957 a Caracas con 25 años, a donde le siguieron dos hermanos y una hermana. Regresó con 80

Catalina García

Guisguey

Domingo, 20 de febrero 2022, 01:00

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«Siempre, siempre pensé volver a Fuerteventura, lo que no tenía en la mente era estar tanto allá, pero uno se va enredando y van pasando los años». Y, finalmente, transcurrieron 50 años de emigrante en Venezuela antes de que Lorenzo González Reyes (Guisguey, Puerto del Rosario, 1932) decidiera regresar.

Camina por las gavias de su finca de La Manta y por la casa natal de Las Placetas, en Guisguey, que dejó atrás en 1957 y confirma que fue uno más de esa -a veces olvidada- emigración majorera de mediados del siglo XX a Venezuela. De hecho, le siguieron en 1958 su hermanos Clemente (que falleció en Caracas) y Juan, más su hermana Vicenta Asunción, que se quedó al otro lado del océano y que en abril cumplirá 102 años.

En la casa de Lorenzo eran diez hermanos. «Aquí no había trabajo, fueron tiempos malos. No había nada, sólo miseria Llevaba leche a Puerto del Rosario caminando para venderla porque podía ir en burro que lo teníamos para la labranza. Tenía que estar horas con un pico para ganar unas perras».

En la casa natal de Las Placetas, en Guisguey. javier Melián / acfi press

La elección del país de emigración era simplemente «el lugar donde se podía ganar dinero. En Fuerteventura no faltaban queso, higos y gofio, pero no era futuro. Tuve que coger camino». Y lo hizo rumbo a Venezuela a bordo del 'Veracruz', que le costó 6.000 pesetas reunidas entre toda la familia. Tras seis días de travesía, arribó a La Guayra «que era más bonita de noche que de día».

El primer trabajo en Caracas consistió en apartar papas para vender. De allí pasó al Banco Obrero, donde le consiguieron trabajo en la construcción durante dos años. Finalmente, y gracias al plan de emergencias del Gobierno de Pérez Jiménez, compró un primer camión y luego un segundo «y hasta la fecha».

«Mucho trabajo y se ganaba poco»

La vida en Venezuela era «dura: mucho trabajo y se ganaba poco, había que hacer muchos esfuerzos». Desde que reunía el precio para el pasaje, volvía a Guisguey: la primera vez, en 1960; y la estancia más larga, en 1968 cuando se sacó el carné de conducir en España después de hacerlo en Venezuela en 1959. Su madre, Dolores Reyes Mora, fue a verlo y ya se quedó a vivir dos años en Caracas. «Todo, echaba de menos todo», no puede Lorenzo concretar qué más, para reiterar que «nunca pensé quedarme allá».

Mientras estaba en Venezuela, la emigración majorera seguía siendo un flujo continúo, aunque había virado el rumbo a Tenerife, Gran Canaria y El Aaiún. De hecho, una vez Lorenzo vino a ver a su familia y se fue para el entonces Sáhara español porque estaban todos allí. Guisguey se despobló hasta el punto que durante más de un decenio sus únicos habitantes fueron el matrimonio formado por Juan Cerpa y su hermana María González Reyes.

Más emigrantes majoreros

Además de Lorenzo, la lista de la emigración majorera es larga. Víctor de Armas Fajardo permaneció cuatro años, dos de ellos con su mujer y su hija, en Caracas donde compró una camioneta de reparto de mercancías. De la cercana La Matilla, Anastasio José Cabrera Montelongo se embarcó en el 'Monserrat' en el mismo año de 1957 para montar una tienda de ultramarinos. Tres meses más tarde, se sumó su hermano Juan, que trabajó con un camión, permaneciendo ambos hermanos tres años. «Vicente Gutiérrez y su mujer, y Antonio Cerpa, que también era de Guisguey. Estábamos casi siempre juntos».

El resto de los majoreros volvió al poco, mientras que Lorenzo se fue con 25 años para volver con 80. Ahora tiene 90 lúcidos años y recuerda cada detalle de la vida que dejó atrás en Guisguey: la majada donde murió su bisabuelo, las gavias bebidas desde el morro Triguero, las noches enteras entrando agua a las gavias, el frescor de la sombra del algarrobero en verano.

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