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Isidro Alonso Torres habla de las aceitunas como si se tratara de hijos pródigos. «La arbequina es la primera que madura, es muy jaquecosa, también muy agradecida, pero mala, mala para coger. Eso sí, la mejor y la más suave de sabor». La picual y la verdial, «las mezclo, aunque tengo poco olivos verdiales». Para mayor rendimiento en litros de aceite, la hojiblanca y la picual. La gordal, para envasar si aún le quedan ganas. La cornicabra, por la curiosidad. Hasta manzanilla.
En El Bienvenido, entre Mesque y Buen Paso, en el municipio de Pájara, es tiempo de cosecha de aceitunas desde hace un mes. Y otro mes, más o menos, que le resta porque Isidro Alonso (El Junquillo, Antigua, 1962) es empresario de la construcción, especializado en la restauración de viviendas antiguas, por lo que los olivos son para el fin de semana.
También dura cerca de dos meses la recolección porque no tiene trabajadores, sino que echa mano de su mujer Mari Carmen Hernández, su padre Pedro Alonso de 90 años, los amigos Manolo Ramos, José Cabrera, Antonio Hernández y otros. Empezó a mediados de julio y a ver si termina para la Peña.
Llegó a los olivos y a elaborar aceite precisamente a través de la restauración de una vivienda: su propia casa en El Bienvenido. «La heredó Mari y empecé a arreglarla. Mientras lo hacía, pensé que quería tener algo verde alrededor». Y comenzó en el año 2000 a plantar los 45 primeros olivos, que le dió el Cabildo de Fuerteventuar. Hoy, tiene 260 que tapizan la finca, como él quería.
«Ni idea», reconoce con naturalidad que tenía en los inicios, «Yo los planté y todos mezclados». Eso sí, partía con ventaja: riega los olivos con agua de pozo que mezcla con la del CAAF. De lo contrario, sería difícil de costear la factura mensual porque echa entre 200 y 300 litros de agua a la semana a cada árbol.
Dos técnicos de la Consejería de Agricultura, Ganadería y Pesca del Cabildo le orientaron y dieron nociones de poda «y yo he ido cogiendo recortes de aquí y de allá. Si te gusta una cosa, aprendes. Y a mí me gustan las aceitunas y elaborar aceite de oliva virgen». De su invención, la máquina que separa la hoja de la aceituna y un sistema de riego con materia orgánica que recuerda a la fórmula del té.
La primera cosecha data de 2004, cuando cogió entre 500 y 600 kilos de aceitunas. El salto en cantidad lo dio hace tres años: unos 9.000 kilos. Y este año -le gusta dar dos cifras, sin concretar- prevé echar a la almazara de la Corporación entre 8.000 y 12.000 kilos, por lo que espera sacar unos 1.200 litros de aceite oliva virgen majorero. Su regla de medir es que cada 1000 kilos dan entre 100 y 120 litros, «dependientdo de la variedad de aceituna y de la maduración».
De cada olivo, coge entre 60 y 60 kilos, aunque este verano llegó a cosechar cien kilos en un árbol. El primer aceite de este año es «el mejor que he visto: filtrado, más picante, más afrutado, más verdita de color». Vende el aceite desde hace seis años, cuando se hizo con el registro sanitario. «¿Qué cómo se llama mi marca? Pues Bienvenido».
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