El cierre de las escuelas, la herida que aún impacta
Un año de covid-19 ·
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Un año de covid-19 ·
Docentes, alumnado y familias se tuvieron que adaptar a clases virtuales, protocolos especiales y a tres equipos en la ConsejeríaLuisa del Rosario González
Las Palmas de Gran Canaria
Domingo, 14 de marzo 2021, 00:47
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El jueves 12 de marzo la Consejería de Educación acordó el cierre de los centros educativos de las islas. Los más de 300.000 estudiantes de las islas se debían quedar en casa 14 días. Había que parar la expansión del virus. Al día siguiente buena parte del alumnado intentó recuperar los libros que había dejado en las clases, nadie sabía muy bien qué iba a pasar y menos aún cuando al día siguiente el Gobierno de España declaró el estado de alarma. Ya no serían dos semanas, el curso se terminó de forma telemática y las aulas no volvieron a abrir hasta el 15 de septiembre.
«Yo creo que al día de hoy todavía no nos hemos curado del impacto que causó el 14 de marzo el decreto del estado de alarma. El hecho de que los niños no pudieran asistir a las clases presenciales fue un mazazo brutal para las familias, para la comunidad educativa y para la sociedad en general porque cuando una escuela se cierra la sociedad pierde mucho no está normalizada. Ese 14 de marzo ni la escuela ni la sociedad estaban preparadas para lo que se nos venía encima», reconoce la consejera de Educación Manuela Armas.
Pero no fue ella la que se enfrentó a esta situación, al menos al principio. En marzo del pasado año María José Guerra era la responsable del área y bregó con la mayor transformación de la educación que se ha tenido que hacer en la historia reciente. Ni los centros, ni el profesorado, ni el alumnado y las familias estaban preparados para la teleformación como única herramienta educativa. Así lo reconocen desde todos los ámbitos. Al problema de la falta de medios se unió la conocida brecha digital, miles de familias sin acceso a internet o con falta de medios para seguir las clases online.
«Nos cogió a todos a pie cambiado. A toda la sociedad, al profesorado... Se tuvo que cambiar el trabajo de un día para otro para enseñar a distancia. Fue muy complicado, pero la nota, si cabe la expresión, es más que aprobado», asegura Pedro Crespo (ANPE). En los primeros momentos «Ni el Gobierno nacional ni el canario sabían por donde tirar. También lo entendemos. Se terminó el curso lo menos mal posible», añade.
«Ha sido un año totalmente atípico», señala José Ramón Barroso (CC OO), entre otras causas porque «no se disponía de recursos o de medios par amontar la educación a distancia. Y todavía, a fecha de hoy, por mucho esfuerzo estamos a años luz» de contar con ellos, asegura.
Con la educación no presencial, la falta de medios, las dificultades del alumnado para seguir las clases y las del profesorado para impartirla se abrió el falso debate del «aprobado general». Era el mes de abril cuando la ministra de Educación Isabel Celaá, dijo que repetir sería una «medida excepcional» y que «ningún estudiante perderá el curso» por el coronavirus. La cuestión se adoptaría en una conferencia interterritorial con las comunidades autónomas, aunque, pese a la situación excepcional, el tacticismo político volvió a ponerse de manifiesto.
También preocupaba la selectividad. Miles de estudiantes se jugaban su futuro formativo en un contexto marcado por la incertidumbre. ¿Cómo se harían las pruebas? A finales de abril se puso fecha y formato. El entonces vicerrector de Estudiantes de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC), Antonio Gordillo, ideó un sistema que fue ampliamente aceptado. El alumnado se dividiría entre letras y ciencias en la prueba general, con lo que se reducía a la mitad el número de estudiantes si se añadía un día más a esta fase.
La desescalada educativa tomo el relevo en las prioridades. Estábamos saliendo de un duro confinamiento gracias al cual se había podido contener el número de contagios, ¿volverían a abrir las aulas?
En la fase 2 de la desescalada Educación dejaba en manos de los centros organizar el retorno a las aulas. La comunidad educativa estalló desatando una tormenta política que culminó con la dimisión de Guerra. La Consejería pasó entonces a manos de José Antonio Valbuena, que compaginó este cargo con el de consejero de Transición Ecológica, Lucha contra el Cambio Climático y Planificación Territorial. El curso terminó de forma telemática, pero el verano estuvo cargado de trabajo para preparar el nuevo año.
«Valbuena tendría un notable alto como calificación. En tiempo récord contó con las aportaciones sindicales, planificó el final de curso y puso las bases para el nuevo», afirma Crespo.
«Ha sido toda una situación compleja complicada que se ha ido sacando adelante con mucho esfuerzo. Hay que destacar el trabajo los equipos directivos en verano, que se quedaron preparando los centros, señalizando, haciendo protocolos, contando mesas, midiendo distancias... Todo aquello fue un trabajo increíble», dice Javier Morales (STEC).
Fue el verano de los «protocolos». Desde el Ministerio de Educación se apostó por la vuelta a la enseñanza presencial. También la Consejería quería una vuelta a cierta «normalidad». Pero para cumplir lo que se exigía faltaban medios materiales y humanos. Educación inspeccionó todos los centros en busca de nuevos espacios para adaptarlos como aulas, así se mantendría la distancia entre ele alumnado. Nació el concepto de 'grupos burbuja', para los más pequeños. Y también el «profesorado covid», refuerzos para los centros que tenían que dividir a los grupos, y refuerzos en los comedores. En julio Manuel Armas se convierte en la consejera de Educación. El inicio de curso ya tiene fecha, 15 de septiembre y será presencial.
Desde entonces muy pocas aulas se han tenido que cerrar por covid. «Creo que se ha demostrado que los centros son un lugar seguro», afirma Armas, quien reconoció la labor de los equipos de los centros y de las familias. Ahora, además, está esperanzada porque ya ha comenzado la vacunación del profesorado.
Las universidades siguen siendo los únicos centros educativos que aún no han restablecido la presencialidad al 100%. Tanto la Universidad de La Laguna (ULL) como la de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC) mantienen una educación «híbrida». Dependiendo de las infraestructuras con las que cuentas las facultades y centros, hay estudios en los que el alumnado se alterna para ir a clase recibiendo el resto de la formación en los campus virtuales.
El curso, además, empezó de forma escalonada en octubre, algo que afectó especialmente al alumnado de los primeros cursos de facultades con un gran número de estudiantes, como la de Ciencias Jurídicas en la ULPGC.
Las prácticas, como también sucedió en FP, ha sido otro de los caballos de batalla a los que ha tenido que enfrentarse la educación superior, por lo que incluso se redujo la exigencia.
El alumnado de los programas de intercambio fue otro colectivo afectado. Parte de quienes estaban fuera durante la primera ola de la pandemia regresó a Canarias ante el cierre de las universidades y este año ha habido menos programas y alumnado.
Aún así, la ULPGC celebró las elecciones al Rectorado el pasado 25 de febrero.
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