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CC ante sus propias limitaciones

Viernes, 17 de julio 2020, 01:04

Coalición Canaria está en una de las peores coyunturas de las que ha atravesado a lo largo de su historia. Algunos de sus problemas provienen de la chulería con la que se conducen en la mayoría de los asuntos y el agujero de credibilidad que han abierto, que se traduce en un auténtico descalabro electoral, que podría ser mayor si el españolismo que se atisba en el horizonte se hace fuerte en Canarias frente a un nacionalismo debilitado y sin rumbo. Hay otro factor, una reforma electoral que acabe con parte de sus privilegios. Es un asunto que preocupa a CC y que ha llevado a sus dirigentes a ponerse a pensar en cómo recoger velas y llegar a algún tipo de acuerdos con la oposición para evitar que el asunto termine en Madrid. Han recogido velas y lo intentarán, pero desde la argucia de engañarnos a todos, vendiendo que algo cambia para que todo siga igual.

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La posibilidad de que la reforma electoral canaria sea aprobada en Madrid, por el Congreso de los Diputados, es cada día más real. A quien más le dolerá es a Coalición Canaria, y no por sentirse heridos en el sentimiento nacionalista, bastante cuestionado, sino porque será un ataque parcial a la triple paridad, al sistema que permite que un partido pierda las elecciones, quede en tercer lugar en número de votos, y tenga más diputados que ninguno. La oposición, PP, PSOE, Podemos y Nueva Canarias, ha llegado a un acuerdo con el que dar un poco más de representatividad a los canarios. Están dispuestos a que salga, aquí, si quieren CC y los gomeros, o en Madrid, sin CC y con Ciudadanos.

El problema de CC es que, a pesar de aparentar fuerza, cada día que pasa tiene menos. Se va salvando de las situaciones gracias a su juego de trileros y a que el PSC-PSOE, de la mano de Ángel Víctor Torres, se presta a sus manejos a cambio de las migajas, una actitud en la que también cae el PP, en el pensamiento absurdo de que puede ganar las elecciones y no podrá gobernar sin CC. Un esperpento político con el que el nacionalismo lleva años jugando con muy buen resultado.

El problema es que estos partidos de ámbito nacional, empujados por la injusticia manifiesta del sistema electoral canario, la presión de la sociedad civil y la secreta esperanza de desarmar a CC en algunos de sus feudos, se han comprometido con un nuevo modelo que permita subsanar, en parte, la falta de representación de los canarios, especialmente los de Gran Canaria y Tenerife, en el Parlamento, y eso no parece tener marcha atrás, porque además sería una importante derrota política para quien se ha retratado a favor de la injusticia.

CC quiere hacer una propuesta nueva, la que debió presentar en su momento y no hacer una campaña de desprestigio del aumento de diputados, amenazados con quedar arrinconados en el proceso en Madrid, donde, a pesar del PP, no tienen poder suficiente para evitarla. Habituados al filibusterismo de CC, se ha creado cierta expectación por ver esa propuesta o por descubrir la brecha de debilidad, torpeza o ambición de alguno de los partidos que ahora se mantienen firmes.

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Las encuestas que maneja CC y alguno de sus empresarios los están volviendo locos. Aterrados ante la posibilidad de perder gran parte del poder en Tenerife están buscando cómo activar la maquinaria de propaganda, seducir a todo cacique que tenga partido en cualquier isla ofreciéndole participar del régimen y en el reparto. El balance de previsiones es tan duro que algunos de los hombres de Fernando Clavijo hablan seriamente de un acercamiento a Nueva Canarias, partido con el que comparten la agenda canaria en Madrid, pero absolutamente nada en la agenda interior de Canarias.

A los nacionalista de CC no se les escapa que unida a su debilidad electoral, se unen causas exógenas que podrán afectarles en las próximas elecciones. El futuro inmediato de España, después de lo ocurrido en Cataluña, pasa por recoger velas desde Madrid y por partidos de corte estatal que mantengan la unidad territorial y la españolidad como banderas. Una situación sociológica que en nada beneficia al nacionalismo, especialmente a un nacionalismo ramplón y sin fuerza como el que sostiene Coalición Canaria.

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