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Julio Arrieta
Martes, 19 de marzo 2024, 23:04
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Levantarse cansado. Somnolencia durante el día, mal sueño por la noche. Apatía. Falta de energía. «Estoy de bajón». «No puedo con la vida». «Me mata el cambio horario»... Diagnóstico popular: la primavera. Más en concreto, astenia primaveral La que durante las primeras semanas de marzo, con el cambio de estaciones, suele llenar las consultas médicas a pesar de que no es una enfermedad.
Según la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG) «aproximadamente un 40% de los españoles es susceptible de padecer anualmente astenia primaveral». Afecta sobre todo a niños y mayores, «más vulnerables a los efectos físicos producidos por los cambios ambientales de esta estación». Otros estudios indican, sin embargo, que afecta fundamentalmente a personas de entre 20 y 50 años, mayoritariamente mujeres. Aunque hay otra pila de investigaciones más que asegura que son los hombres quienes más la padecen. Vaya, que todo el mundo está predispuesto a sufrirla.
¿Pero a sufrir qué? Porque ¿existe la astenia primaveral? Sí, pero no es considerada una patología ni figura como tal en el Catálogo de Clasificación Internacional de Enfermedades de la Organización Mundial de la Salud (OMS). La astenia primaveral es un trastorno adaptativo. «Puede entenderse como un proceso de adaptación al cambio de factores ambientales» propios de la entrada de la primavera, como el aumento de temperatura, los cambios de presión atmosférica y humedad, más horas de luz y el cambio horario, «que provocan síntomas de fatiga, somnolencia diurna, dificultad de concentración, aturdimiento, irritabilidad que no exceden las dos semanas de duración», según el médico Santiago Taboada, de la citada SEMG.
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Así que, sea por unos factores u otros, es probable que con la llegada de la primavera podamos sentirnos más fatigados de lo normal y que suframos un cuadro clínico leve que remitirá en unos días sin mayores complicaciones. Y que se puede prevenir.
Estas son algunas de las pautas que sugieren los especialistas para prevenir el bajón primaveral. La primera puede resultar chocante porque se trata de hacer ejercicio, algo que en principio no parece una buena idea si lo que se quiere es no cansarse. Pero no, hacer ejercicio con regularidad contribuye a mantener nuestro cuerpo en buenas condiciones, lo que previene el dolor muscular y el cansancio. Eso sí, tiene que ser una actividad adecuada a nuestra condición física, progresiva y aeróbica. La bicicleta estática o de paseo pueden ser suficientes, así como caminar o pasear en terreno llano.
La segunda es llevar una dieta sana y reducir el consumo de grasas e hidratos de carbono refinados. Las vitaminas de las frutas y las verduras ayudan a reforzar el sistema inmune y evitar la falta de energía. Las comidas han de ser ordenadas, con horarios regulares. Hay que evitar las cenas copiosas.
Una buena hidratación es crucial para que nuestro organismo funcione correctamente. Conviene beber agua, zumos naturales e infusiones y no abusar del café y mucho menos del alcohol, del que lo más saludable es prescindir. El horario de sueño tiene que ser regular. Hay que procurar acostarse y levantarse a la misma hora cada día.
La psicóloga María Padilla añade además otras dos recomendaciones para afrontar la astenia primaveral y la sensación de tristeza que conlleva: «Paciencia, es cuestión de tiempo que se pase. Si no le prestas tanta atención es más fácil sostenerlo. Está ahí, no hay más». Por último, «disfruta del sol, las flores, el tiempo primaveral».
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