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¿Y si decimos las cosas de otra manera?

¿Y si decimos las cosas de otra manera?

Más empatía y menos consejos. De esto va la Comunicación No Violenta

Yolanda Veiga

Jueves, 1 de enero 1970

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Aquí tres situaciones cotidianas. Una amiga llama por teléfono a otra: ‘Carla, a ver si quedamos, que siempre estás tan ocupada...’. Unos padres preguntan a su hijo adolescente: ‘¿A qué hora has llegado, con quién has estado?’. En una cena con colegas de trabajo: ‘¡El queso no se corta así, hombre!’. Y ninguna de estas situaciones acaba bien. Es probable que Carla se sienta señalada ante esa ‘invitación’ para quedar que suena a reproche, el adolescente se ha cerrado en banda ante el interrogatorio de sus padres y el inexperto cortador de queso se ha enfadado de manera desproporcionada. porque aquello le recordaba a lo que siempre le decía su padre de niño: ‘Eso no se hace así, lo estás haciendo mal...’. ¿Había mala intención en la amiga de Carla, en los padres preocupados, en el colega del trabajo que invitaste a cenar? No, probablemente no. Pero no supieron transmitir el mensaje. «Cuando le decimos a una amiga que es ‘cara de ver’, que ‘nunca tiene tiempo para quedar’, le estamos quitando las ganas de vernos. Podemos sentirnos dolidas porque nos gustaría ver a esa amiga, ese dolor existe y sobre eso no hay control, pero sería mucho más honesto decirle: ‘Estoy dolida porque me encanta verte pero apenas quedamos, ¿pasa algo entre nosotras?’».

Estos y otros ejemplos están recogidos en el libro ‘Fundamentos y prácticas de Comunicación No Violenta’ (Editorial Arpa), escrito por la psicoterapeuta Pilar de la Torre y que en julio saca al mercado su tercera edición ampliada. La experta ahonda en algo que a menudo pasamos por alto: cómo nos dirigimos a los demás. Un error con consecuencias: «El 90% de los conflictos se origina por una mala interpretación de las palabras o de la intención del otro». Lo que da una idea de la importancia de lo que estamos comentando. La Comunicación No Violenta se basa en la empatía y se traduce en un cambio en nuestro vocabulario. Nada de ‘tú lo que necesitas es...’, sino ‘imagino que lo que necesitas es... ¿es así?’. «Cuando hacemos o decimos algo que a la otra persona le llega como daño, le pone a la defensiva y la aleja de nosotros...», aunque no haya mala intención. Pero es que la intención sola no basta: «Hay cosas que creemos hacer por el bien del otro y lo único que consiguen es alejarnos de él porque le duelen. Entonces no entendemos qué ocurre y nos enfadamos con esa persona que rechaza nuestra manera de querer su bien», explica De la Torre, directora del Instituto de Comunicación No Violenta. Llevado a la práctica, los padres-policía del ejemplo inicial: «Su justificación es que lo hacen por el bien de su hijo. Creen que invadir, controlar y enjuiciar es por el bien del otro y, por tanto, es bueno. Pero solo conseguirán que el hijo se cierre».

– ¿Cómo acercarle si no es aconsejándole ‘bien’?

– Dar consejos a alguien que no te los pide nos da resultados negativos. Imaginemos que nuestro hijo nos cuenta que se siente mal en su grupo de amigos. Los padres enseguida encontramos justificación para aconsejarle: nuestra edad, la experiencia... Y le decimos ‘no vayas más con esos amigos’, creyendo que le vamos a ayudar. Pero no lo hacemos. Ayudarle es acompañarle, morderse la lengua y legitimar su cacao mental: ‘Te sientes dividido porque quieres ir con ellos pero no estás a gusto, ¿no?’. Llevamos mal la tristeza y la angustia de nuestros hijos. Si un profesor les reprende, pensamos: ‘¡Mira lo que le ha dicho!’. Pero nuestros hijos no son de mantequilla. Y cuando queremos resolverles un problema, a ellos o a cualquiera, lo que estamos transmitiendo es: ‘Tú no sabes resolverlo solo’. Y ese mensaje de desconfianza cala.

El saludo que no llega

Otras veces esa ‘desconfianza’ la tenemos hacia nosotros mismos y esa comunicación no violenta viene de ‘descargar’ en otros la resolución de nuestras necesidades: «’Me has humillado’, decimos... responsabilizando al otro de cómo nos sentimos. Porque nuestro cerebro está entrenado para enjuiciar. Y por eso nos encontramos a veces ante falsos sentimientos. ‘Humillado’ es un juicio porque en el fondo estamos expresando que tú me humillas, pues no cabe sentirse humillado si no hay alguien que nos humilla». Pero ¿es así? «Nos resulta difícil creer que la causa de nuestros sentimientos está en nuestras necesidades, pero lo está. Prueba de ello es que, ante un mismo hecho, cada persona reacciona de manera diferente, por lo que ese hecho no puede ser su causa directa». Aquí un ejemplo muy ilustratrivo: «Estás en una sala y entra una persona que es importante para ti. Saluda a alguna gente pero a ti no. Y tú, que tienes un ‘historial’ de experiencias de no ser valorada y reconocida, piensas: ‘No me ha saludado porque no soy valiosa para ella’. Esta creencia oculta se activa en forma de necesidad de valoración y provoca que te sientas frustrada y triste. Sin embargo, si tuvieras esa necesidad de valoración satisfecha, podrías haber pensado: ‘No me ha visto, luego la saludo yo’».

Así que lo primero es «identificar qué necesitamos». Se lo preguntó Pilar a aquel padre «cansado e impotente» ante la enésima discusión de sus dos hijos, ya adultos. «Necesito que se lleven bien», decía el hombre. «Y no se trata de ser indiferente frente a la discusión, sino de liberar a los hijos de tener que cargar con la responsabilidad del sentimiento de estrés y enojo del padre. Porque ese padre está haciendo depender de sus hijos la satisfacción de ‘su’ necesidad». Le invitó la experta a «ofrecer a los hijos empatía y escucha, sin charlas ni consejos si no nos los piden. Una cosa es decir ‘quiero aportar para que mis hijos se lleven bien’ y otra ‘mis hijos se tienen que llevar bien’». Eso no depende de uno.

«Aconsejamos mucho y eso le pone al otro en un compromiso»

¿Le ha pasado alguna vez que ha recibido un consejo que no ha pedido? Muchas, ¿verdad? ¿Lo ha dado alguna vez? Seguro que también. «Aconsejamos mucho. Una amiga te cuenta sus problemas de pareja y enseguida decimos: ‘Yo que tú cortaría con él’. Lo decimos con intención de ayudar, pero en realidad estamos coartando a esa persona, poniéndola en un compromiso. Porque, si no sigue tu consejo y luego pasa lo que vaticinaste, le dirás: ‘¿Ves? Te lo dije’. Pero esa amiga no te pidió en ningún momento tu consejo, ella solo quería que la escuchases», advierte Pilar de la Torre.

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