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En la sala de vistas. La estudiante de Derecho en prácticas Wynna Zady y la jueza de menores Reyes Martel. JUAN CARLOS ALONSO
Wynna, de saltarse la ley a soñar con la justicia

Wynna, de saltarse la ley a soñar con la justicia

Reinserción. La joven realiza las prácticas de su grado de Derecho junto a la magistrada que ordenó su internamiento en un centro de menores. Su objetivo, ayudar a niños y niñas conflictivos.

Carmen Delia Aranda

Carmen Delia Aranda

Las Palmas de Gran Canaria

Lunes, 19 de abril 2021, 01:00

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A Wynna Zady (Las Palmas de Gran Canaria, 1989) le daban pavor los juzgados. Allí moraba la arpía que la mandó al calabozo y ordenó su encierro en el castillo acorazado de Valle Tabares, un centro de internamiento para menores con medidas judiciales de Tenerife.

«Ella me odiaba. Yo era la bruja mala del bosque. Me tuvo que aguantar a la fuerza hasta que terminó con sus medidas judiciales y sacó un aprendizaje», recuerda sonriente la magistrada del Juzgado de Menores número 1 de Las Palmas, Reyes Martel.

Pero, pasados casi 15 años, el cuento ha cambiado mucho. Ahora Zady, a punto de terminar su carrera de Derecho, aspira a pisar los juzgados para ayudar a los menores que están pasando situaciones como las que ella vivió y Reyes Martel se ha convertido en su mentora en las prácticas de fin de grado. «En la sala, Reyes tenía una imagen muy dura y estricta. Cuando la conoces fuera, es totalmente diferente. Ahora es mi hada madrina», explica la joven de 32 años.

Su reencuentro fue casual. «A los estudiantes nos ofrecieron participar en un foro internacional sobre la inclusión social de los menores», cuenta Zady, encargada de apuntar los nombres de quienes entraban a la sala. Cuando escuchó el de la magistrada, la miró ojiplática y le dijo: «Usted me sentenció a mí». Desde entonces, están en contacto.

Ella forma parte del 80% de los menores que reconducen su vida tras asomarse a los abismos de la exclusión social. «Los casos de éxito me los encuentro por la calle. Hay un chico que es ingeniero naval en El Ferrol. Tenemos más abogados. Tenemos personas que viven como un ciudadano más. Conozco un chico de Gran Canaria, con un proceso complicado, que hoy regenta un restaurante del norte de Tenerife, tiene pareja y un hijo. Tenemos un campeón olímpico de boxeo, campeones de surf, policías, conductores de guagua...», explica la jueza sobre unas infancias duras con finales felices de los que ha sido testigo y promotora a través del proyecto UP2U, que busca recursos para personalizar la integración social de los jóvenes.

«Wynna ha querido contar su historia. Podría no hacerlo porque a los chicos que pasan por el juzgado de menores, por el principio de oportunidad, para que continúen con normalidad su vida, no les quedan antecedentes penales», recalca la jueza.

Pero la joven no solo cuenta su experiencia en charlas que ofrece a adolescentes, sino que tiene la intención de volver a los escenarios de su reinserción para ayudar a los menores descarriados a enderezar sus vidas. En su caso, la futura jurista entró en una espiral peligrosa a los 14 años, tras su primera relación de pareja. «Fue ese primer amor que pensamos que se nos va la vida sin él y salió mal. Ahí perdí el tino. Dejé de estudiar, de ir al instituto y empecé a tener malas amistades y a cometer delitos, básicamente, contra el patrimonio». Su madre no podía controlarla, quiso darle un escarmiento y la denunció. El juicio se celebró el día que cumplía 17 años. «Me atendió Reyes Martel. Con todas las causas que tenía, pensó que lo mejor era mi internamiento en Valle Tabares porque en la Montañeta no había hueco». Aquel cumpleaños terminó en un inolvidable vuelo hacia Tenerife junto a dos policías secretas.

Con la distancia del tiempo, Zady atisba qué falló en su infancia. «La falta de referentes, de disciplina; la sensación, a veces equivocada, de falta de cariño; la inestabilidad, porque mis padres se separaron, mi padre maltrataba a mi madre... Aún así reconozco que desde pequeña he sido rebelde. La rebeldía es algo bueno: un camino de transformación y superación, pero hay que utilizarla con cabeza», asegura.

Y ese espíritu combativo es el que la empuja a enfrentarse a su pasado para que no se repita en otros. «Estoy hoy aquí porque me gustaría cambiar el sistema. Aunque es cierto que pueden salir bien los niños de allí, no todo es bueno. En mi caso, aprendí muchas cosas, pero este tipo de medidas tiene una parte mala. Aquello es la ley del más fuerte. Te crea un patrón de conducta reactiva. Tienes que aprender a sobrevivir. Entonces, cuando sales a la calle y te enfrentas a la sociedad, estás alerta a todo y tienes actitudes no deberías tener, que es lo que me pasó a mí», relata la joven cuyo objetivo inmediato es terminar su carrera en junio, presentar su trabajo de fin de grado y empezar a estudiar para opositar a la judicatura. «Si quiero ayudar a los menores y que no pasen por lo que yo pasé, lo primero que tengo que hacer es educar en casa a mi hijo y ofrecerle una estabilidad», comenta Zady que ahora está en paro. «Mi hijo tiene que estar con su padre porque vivo en un piso compartido. Mis circunstancias personales son difíciles, pero todo el proceso que he vivido ha hecho que tenga una sabiduría que, a lo mejor, otras personas con mi edad no la tienen. No pararé hasta conseguir mi sueño», dice serena.

Es fácil que la joven se vea reflejada en los chicos conflictivos que asomen por ese juzgado. Aunque cada uno es un mundo, la jueza explica que hay dos perfiles que se repiten; uno más clásico, el de los menores de familias desestructuradas y con conflictos por violencia de género y, otro nuevo y creciente, el de niños tiranos que desconocen la autoridad y que, en gran parte, proceden de familias con alto poder adquisitivo, cultural y académico. «Ahora ves a Wynna, tan educada, y no lo imaginas, pero de estos condimentos tuvo un poco de todo», dice la magistrada mirando con complicidad a la joven que la acompañará a la sala de vistas para presenciar un juicio.

Y, por lo que cuenta Martel, a tenor de la saturación de los cuatro juzgados de menores de Canarias y del aumento en el último año de los casos de violencia doméstica, filio-parental y machista hay mucha faena por hacer. Una ingente y delicada labor en la que Zady desea participar para mostrarle a estos chicos que tienen un valioso futuro en sus manos.

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