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Tanya Aguilera
'Caso Vinicius' o por qué el fútbol nos embrutece

'Caso Vinicius' o por qué el fútbol nos embrutece

Los insultos racistas al brasileño en el partido entre el Real Madrid y el Valencia han reabierto el debate del racismo en los campos y obliga a preguntarnos por qué este deporte nos convierte a veces en auténticos energúmenos

Sábado, 27 de mayo 2023

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«Ya nadie se acuerda, pero en España costó mucho aceptar a Messi. Hasta que empezó a meter goles y dar dinero y se convirtió en un tipo cojonudo no era más que un extranjero que no se adaptaba, un tío pequeñito que no hablaba catalán, que bebía mate... A Vinicius le pasa, además, que es negro, que parece un chaval tosco salido de un barrio pobre. Y todo eso se ve que nos molesta enormemente. Así que le dicen 'mono', le cantan 'uh, uh, uh'... Porque un estadio de fútbol es ese espacio de desahogo semanal del oficinista que no puede cantarle las cuarenta a su jefe y del chaval con un tremendo cabreo vital porque gana poco. Así que esto no es solo un problema del fútbol, evidencia también nuestro fracaso como orden social», reflexiona Antonio Izquierdo, sociólogo y catedrático de la Universidad de La Coruña, a raíz de los insultos racistas que el jugador del Real Madrid recibió el domingo pasado en Mestalla durante el partido de Liga contra el Valencia. El Comité de Competición ha ordenado el cierre durante tres jornadas de la grada de animación y ha impuesto una multa de 27.000 euros, sanción que el club valenciano denuncia «injusta y desproporcionada». Además, se ha detenido a tres hinchas del Valencia y a otros cuatro del Atlético de Madrid que en enero 'ahorcaron' un muñeco de Vinicius en un puente de Madrid.

El episodio ha tenido mucho eco mediático pero no es excepcional. Ha reabierto el siempre inconcluso debate sobre el racismo y nos ha colocado delante de un espejo incómodo, obligándonos a responder a esta pregunta: ¿por qué nos embrutece el fútbol? «¿Por qué mi padre, que es muy tranquilo, va al campo y empieza a llamar hijo de puta a un jugador del equipo contrario? Pues porque allí está legitimado que vayas a 'liberarte'. En el circo romano el público disfrutaba viendo salvajadas y la espectacularidad del fútbol arrastra ese vestigio. Durante los noventa minutos que dura un partido se relajan las formas sociales y lo que no nos permitiría nadie fuera de un campo allí sí está aceptado», teoriza Francisco José Tovar, profesor de Sociología en la Universidad Complutense de Madrid.

Atención al racismo

021

es el número de teléfono gratuito que el Gobierno ha habilitado para aquellos que quieran denunciar situaciones de discriminación racial o delitos racistas

Coincide en el diagnóstico Guillermo Fouce, presidente de Psicología Sin Fronteras. «El fútbol tiene mucha parafernalia alrededor: la bandera, el himno, comer o tomar algo antes o después del partido, ir juntos... En un estadio se juntan 40.000 personas y eso es una válvula de escape. Tú vas al estadio a soltar tu adrenalina y tu mal genio. ¡Pero si hasta hay grupos que quedan antes para pegarse!».

– No podemos imaginar a seguidores de Nadal o de Alcaraz insultando al tenista rival.

Fouce: No porque detrás de Nadal no hay una bandera, como ocurre con tu equipo de fútbol. Un tenista estará en lo más alto unos años, pero luego vendrá otro. Nadal o Alcaraz no pertenecen a ningún club con cien años de historia, con leyendas y jugadores míticos, un club con una narrativa construida para que te sientas parte de él. No solo eso. Si no eres de los nuestros, eres de ellos, o sea, el enemigo.

Pero ojo que ese 'conmigo o contra mí' está ganando terreno y hay deportes que ya se están 'futbolizando', advierte Guillermo Fouce. «Hace unos días se produjo una tangana en el partido de baloncesto entre el Real Madrid y el Partizan. Aunque probablemente no llegará a tanto porque el baloncesto es un deporte en el que hay contacto físico pero no violencia, hay un respeto al árbitro y también una tradición de solidaridad, los jugadores se dan la mano tras el encuentro, comentan el partido...».

Eso no es 'norma' en el fútbol, sino todo lo contrario. «En el programa 'Gran Hermano' no dejaban hablar de política, de religión ni de fútbol porque son temas que marcan una diferencia brutal con el otro. El fútbol es un deporte muy identitario, eres del Real Madrid, del Athletic de Bilbao o del Barcelona y eso, para muchos, es el centro de su identidad, más incluso que sentirse español, vasco o catalán. El fútbol no es racional y genera respuestas identitarias básicas», señala Fouce.

El reverso del blanco occidental

A propósito de esto, durante la resaca del episodio de los insultos contra el brasileño, el entrenador del Real Madrid, Carlo Ancelotti, comparaba el acto de ir a un partido de fútbol en España con «ir a la guerra». «Dio en la clave. El fútbol ya no es un deporte, es una máquina de hacer dinero, de comprar y vender. Es una máquina de crear jerarquías y eso es precisamente la guerra: oprimir al otro. El racismo, como el sexismo, es una forma de jerarquizar, de oprimir. Igual que la mujer que quiere ser igual que el hombre en una sociedad patriarcal, Vinicius es el reverso del blanco occidental. Y eso genera violencia», señala el sociólogo Antonio Izquierdo.

«Había más jugadores negros en el campo pero le insultan al que creen que representa la amenaza»

Francisco José Tovar Martínez

Profesor de Sociología en la UCM

«Que Vinicius sea un futbolista rico y su caso muy mediático no hace menos doloroso el insulto»

Karoline Fernández de La Hoz

Observatorio Español del Racismo y la Xenofobia

E invita a detenerse en este aspecto. «Vinicius no es un negro que ha nacido en Francia, por ejemplo. Él no es occidental y todo el que no sea occidental nos parece inferior. ¡Como si no viniéramos todos de África!». En esta misma línea, Francisco José Tovar recuerda que «genéticamente los españoles somos más diferentes de un finlandés que de un marroquí, pero aún así la diferencia la hacemos con los segundos porque toda la forma de pensar de Occidente está marcada por entender a la raza negra como una raza inferior. Y ese mensaje ha calado». Sostiene el sociólogo que hay un «racismo cultural» y prueba de ello, dice, es que si a Vinicius le llegan a llamar solo tonto pero no mono, «desgraciadamente no habría pasado nada porque hacia determinados insultos tenemos un nivel de tolerancia enorme». Pero negro, mono... «Son insultos muy 'corporales', muy 'visuales'. Se lo dicen con aire de superioridad, como diciendo: 'No quiero que me toques, ni que me roces'».

– Había más jugadores negros en el campo, pero solo se insultó a uno.

Tovar: El odio se activa cuando sentimos una amenaza. A los negros que recogen fresas en Almería no les insulto porque no les considero una amenaza, pero si en lugar de en el campo están en la Universidad 'quitándome' un puesto de trabajo, entonces sí. La hinchada del Valencia ama a su equipo y en el fútbol se ha asumido que amar a tu equipo es odiar al contrario. Insultan a Vinicius y no a otros jugadores negros, que ellos mismos tienen en su equipo, por cierto, porque él encarna la amenaza. La encarna porque es el mejor jugador y eso le otorga un poder».

La reacción a ese 'poder' que tiene el futbolista del Real Madrid, considerado uno de los actuales mejores del mundo, lleva a algunos al insulto –le han dicho negro, que vaya a recoger plátanos...– y hace aflorar el racismo. «Porque sí, somos una sociedad racista aunque digamos lo contrario», asegura Tovar.

Cuestionados por este asunto, desde el Observatorio Español del Racismo y Xenofobia (OBERAXE), aseguran que «aunque el racismo se manifiesta con mayor magnitud en otros países», sigue siendo un problema cultural y universal. «Aprendemos a querer a aquellos que son como nosotros y a temer a los demás. De eso no se libra nadie, ningún país», advierte Karoline Fernández de la Hoz, la directora de esta entidad.

Algunas voces reprochan que el debate del racismo se reabra con los insultos a un jugador multimillonario, como si eso distorsionase el debate de algún modo. No lo ven así desde OBERAXE. «Aunque sea un tema mediático, hay que considerarlo como una oportunidad porque estas muestras de racismo no solo se dan en el fútbol. Las encontramos a diario cuando personas con acento extranjero que parecen musulmanas quieren alquilar un piso y nadie se lo alquila. Lo de Vinicius no es menos grave porque sea un deportista con dinero. Que te insulten no es aceptable, seas rico o pobre. Es algo tremendamente doloroso».

Legitimar el insulto

El psicólogo Guillermo Fouce recuerda que siempre que se producen episodios racistas afloran discursos «legitimadores». «Alegan que hace filigranas y luego se chulea, que se tira mucho al suelo... Con esos mensajes lo que están haciendo es legitimar el insulto, como diciendo 'se lo merece'. Y sí, ese jugador puede ser un provocador, un quejica, un tipo con un problema de control de los impulsos. Pero, ¿qué hacen los contrarios? Intentar provocarle». Comparte la opinión Antonio Izquierdo: «Lo que se ve en ese episodio es que un equipo de alcurnia como el Valencia se ve enfrentado a un negro desafiante. Y es tan sintomático de los males culturales que atravesamos... Vivimos en un periodo de incertidumbre revelador en el que el fútbol está cumpliendo la función de desahogo vital».

«Tú eres del Madrid, del Barcelona o del Athletic y eso es más que ser español, catalán o vasco»

Guillermo Fouce

Psicología Sin Fronteras

«Lo que se ve en los campos es gente cabreada con la vida, frustrada. Un fracaso del orden social»

Antonio Izquierdo

Catedrático Universidad La Coruña

Y eso, dicen los expertos, obliga a un peaje que trasciende de los estadios. «El valor que se transmite en el fútbol no puede ser el de la guerra, como está sucediendo. Estamos educando en los antivalores y concibiendo un partido como una batalla campal en la que todo vale: los insultos, meterse con la familia del otro, las faltas, el juego sucio... Es una dinámica terrible».

Una dinámica en la que el argumentario racista cuela, encaja. «En casi todos los equipos hay grupos con ideología xenófoba y racista, las gradas de animación cojean de ahí», censura Francisco José Tovar. Y no, no es algo que se quede en la grada de animación. «La gente no alcanza a ver la gravedad de este asunto. Y no lo hace porque cree que mientras el racismo lo sufran otros, a ellos no les afecta. Pero sí les afecta porque afecta a la cohesión social, a la economía de un país donde la gente discriminada tiene peores trabajos», señala Karoline Fernández de La Hoz.

El 'caso Vinicius' ha provocado una condena general –han mostrado públicamente su apoyo el presidente de Brasil, Lula da Silva, futbolistas como Mbappé o Ronaldo; el icónico Cristo Redentor de Río de Janeiro se 'apagó' durante una hora...– y el Valencia emitió un comunicado en el que expresaba su «condena más enérgica y posición tajante contra el racismo y la violencia en todas sus formas».

Pero al margen de la multa y los cierres temporales, los expertos instan a actuar antes. En el propio campo, sugiere Francisco José Tovar. «Los jugadores del Valencia tenían que haber recriminado a su afición esa actitud. Porque, al no hacerlo, en cierto modo estaban legitimando el argumento de que Vinicius había venido a 'incendiar' Mestalla. A mí me puede gustar más o menos Vinicius, eso es algo cuestionable. Pero llamarle 'mono de mierda' no es cuestionable».

«Desde niño te enseñan el 'show' de la tele: tírate, pierde tiempo, protesta...»

Muchos asistieron el 'episodio Vinicius' en directo: en el campo, por la tele. Pero, ¿cuántos se escandalizaron? ¿Qué efecto hace en unos oídos acostumbrados a escuchar insultos que a un jugador le digan tonto, gilipollas, mono o hijo de...?

«Desde las categorías inferiores del fútbol se educa a los chavales en el 'todo vale'. Los padres y los entrenadores insultan al equipo rival y eso cala en los niños, que creen que en el fútbol se pueden transgredir ciertas normas, que no está mal visto insultar ni hacer la zancadilla. Porque aquí solo vale ganar», dibuja el desesperanzador escenario el psicólogo Guillermo Fouce.

Eso ha 'mamado' desde niño Eneko Pérez. Empezó a jugar al fútbol con 8 años y hoy, con 19, entrena a un equipo de fútbol sala de quinto de Primaria y es árbitro de fútbol de categorías inferiores en Bizkaia. «El 'show' de la tele te lo enseñan desde bien pequeño. Si vas ganando, el entrenador te dice que te tires en cuanto te toquen para que piten falta, que pierdas tiempo... Yo lo he hecho: tirarme al suelo, protestar al árbitro...». Hoy está al otro lado y, claro, lo ve con ojos distintos. «Los árbitros estamos acostumbrados a salir al campo y escuchar insultos, es muy triste. Lo hemos normalizado». Y la cosa se calienta, dice, a medida que aumenta la categoría. «Con los niños pequeños no hay problema, si se hacen faltas entre ellos se piden perdón. Yo, por ejemplo, nunca les saco tarjetas. El problema en los partidos de críos está siempre fuera del campo, con los padres, que te saltan enseguida, se enzarzan con el entrenador...».

Y se acuerda Eneko de su primer partido como árbitro. «No tenía aún carné de conducir, así que me llevó mi padre. Era un partido de juvenil, los chavales tenían ya 17 o 18 años, y ahí la cosa cambia porque te protestan todo, pierden tiempo... El 'show' de la tele que decía antes. Fue un partido que me salió bien, no cometí fallos, pero hubo una jugada que interpreté de un modo que no gustó a uno de los padres. Enseguida saltó: 'No te enteras de nada. Tú eres tonto'. Mi padre estaba al lado de ese señor, escuchando cómo me estaba insultando gratuitamente. No dijo nada, pero le dolió. Yo ya me he acostumbrado».

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